El cumpleaños de Ágatha en la Costa de los Pinos

Ágatha Ruiz de la Prada celebró un año mas su cumpleaños en su casa de Costa de los Pinos, pero en esta ocasión hubo algunas novedades que hicieron que la noche fuera no sólo una gran fiesta para amigos muy cercanos de la creadora más fructífera, además de trabajadora incansable. La moda europea, pero también la que se estudia mas allá de nuestro continente, tiene en la aristócrata a un referente. Es marquesa de Castelldosrius y baronesa de Santa Pau, además de contar con la enorme dignidad que supone ser Grande de España.
Este país de historia interminable adolece de muchas cosas, en mi opinión, la más desgraciada es la de no conocer ni querer conocer su historia. De ahí que se confundan continuamente dignidades que por analfabetismo, porque eso es, generan opiniones y discursos hirientes para los que respetamos ciertas tradiciones que, como la nobleza, han sido los cimientos de este Estado antiguo y admirable pero del que pocos españoles conocen su historia.
Detrás de cada título suele haber una gran hazaña. Para más inri pocos saben en qué consiste un sistema monárquico constitucional y mucho menos son de entender el engaño en el que se nos ha estado educando desde hace ya varias generaciones. Cuento todo este rollo -a algunos se lo parecerá- para que nos fijemos en la diseñadora y veamos cómo una aristócrata de cuna ha sido capaz de crear un imperio imponiendo con seguridad un estilo que no se quedó en las extravagancias ochenteras, sino que ha sabido evolucionar, mantenerse y crecer, gracias a la valentía de esta mujer inquieta y tozuda, que no se dejó vencer, como tantos otros maravillosos creadores españoles que acabaron tirando la toalla.
Ágatha ahí sigue, batallando, diversificando, creando lo que le pidan. Ahora, por ejemplo, está entusiasmada con sus productos de limpieza ecológicos para los que ha creado un envase en el que la base es obviamente un corazón de intenso rosa y el cuello obviamente también.
A lo que he venido. Me enrollo como una persiana, lo sé, pero en mi cabeza todas estas historias se juntan por algún motivo que las he de llevar al texto para que puedan comprender de lo que estamos hablando. Ahora me he puesto pretencioso.
Entrar en el mundo de Ágatha, en el más íntimo, aunque sea de puntillas, ha de cambiar la vida y la percepción que uno tiene de la frívola moda. Oigan que crear, y hacerlo bien durante tantos años, de frívolo no tiene nada. De la marquesa y baronesa de la que les hablo, destinada a pasar a la historia como una de las grandes de nuestro tiempo, hay que hablar de inteligencia, voluntad férrea, seguridad y mucho carácter. Cero tonterías. Una seguridad que en la intimidad no se exhibe, antes, al contrario.
De esta mujer, que sigue estando igual de estupenda que cuando la conocí, nacen sentimientos cálidos y palabras cariñosas, que quizás, por educación, le cueste decir, el caso es que las dice, bajito y todo ese mundo de fantasía que lleva años trabajando cobra sentido. De sus creaciones se nutre la fantasía de muchísimas personas, de su ecléctica personalidad tan fuera del contexto en el banal y hortera mundo de hoy, se ensueñan varias generaciones conquistadas por el color. El color, qué importante es el color y qué difícil es manejarlo con maestría.
En sus cumpleaños, con sus amigos más queridos muy cerca, ayudándola para que todo salga siempre perfecto y jaleándola una y otra vez para que se sienta la reina del día, aparece una Ágatha niña, feliz, bailonga, conviviendo con la Ágatha adulta, obsesionada con que todo esté ideal para que sus invitados nos sintamos en el color. Antes de anoche, en la Costa de los Pinos se vivió mágicamente y sin aspavientos una de esas cenas devenidas en fiestorro inolvidable frente al mar y con los pinos vigilantes dando sombra a la noche como guardianes de esta preciosa casa que les necesita, casi tanto como a sus amigos del alma que se cobijan en ella año tras año.
La casa tiene amigos y se nota. Esta vez cenamos en el patio central, en un suelo rosa Ágatha impoluto sobre el que se habían dispuesto tres mesas llenas de flores arregladas en ramos por Bárbara de Floreale y llenas de personajes. A la derecha de la cumpleañera, ataviada con uno de sus vestidos arcoíris, se sentó el genio que mejor ha sabido entender la belleza arquitectónica de esta Isla y ponerla en valor. Les hablo de Antonio Obrador, a las puertas de inaugurar el Festival de Cap Rocat, el hotel que parecía una locura y que hoy es uno de los mejores del mundo.
A la izquierda, María Salom, tan inteligente como lista, y con más mundo que Sánchez. A mí me colocaron a su lado y lo agradecí. A mi izquierda Pedritísimo, jefe de comunicación del imperio Ágatha. Nos conocimos hace años en una noche en la que todo me salió mal, pero nos reímos al recordarla. A la izquierda de la presidencia, Xisco España, que por cierto baila de lujo. La cena fue elaborada con mimo por Maribel Zerpa de Nicavai Catering, una institución en Sevilla, y por Jaime Camuñas de Momento Experiences.
En las otras mesas, caras conocidas de la sociedad, como la marquesa de Campo Franco, acompañada de su hijo, actual titular del título. Y Matías Cortés, un grande que no puede ser más cariñoso. Tras el refrescante primer plato, un ajoblanco que quitaba el sentido, se sirvió una variante del vitello tonatto y de postre ensaimada lisa, cortada en cuadrados que resultaban elegantísimos. Lo copiaré.
Y de repente el artistazo, pintor, cantante, poeta y todas la artes que quieran aplicarle, Chema Rodríguez sacó la guitarra y sonó en su magnífica voz y en la de todos el cumpleaños feliz que más feliz podía hacernos.
Acto seguido la que nos agasajaba levantó la cena y ordenó que se pasaran las copas, que sonara la música y a bailar. Ahí ya no hubo quien nos parara e invitados, ayudantes y demás personal de la casa, vaya equipo maravilloso, nos dejamos llevar por la fiesta. Sonó el cumpleaños y la jaleamos, a Ágatha, como si fuera una de la Vírgenes sevillanas. Guapa, guapa, guapa, reina, reina, reina, reina, lady, lady lady, marquesa, marquesa, marquesa, grande, grande, grande, baronesa, baronesa, baronesa. Y otra vez el cumpleaños feliz.
Salió Rocío, una mujer deliciosa que trabaja en la casa, con una corona de flores que había hecho ella misma y la colocó sobre la cabeza de la señora. Aquello era ya un cuento de colorines y sonó de nuevo la guitarra de Chema y su voz y su flamenco y su arte capaz de hacernos bailar a todos. Y Xisco bailó y nos encantó. Siguió la noche hasta la madrugada, que se unió al desayuno sobre el rosa enmarcado en blanco, y esperaba el mar. Los pinos permanecían en su sitio de siempre, fuertes, mandando, callando.
Y acabó una de las noches más divertidas del año, con sabor a sal, ensaimada y café con leche. Sabor a verano, sin duda.