Cuando la araña de Louise Bourgeois estaba en Esporles y nadie lo sabía

De lo que les voy a contar han pasado muchos años, sin embargo, todo ese tiempo no ha sido suficiente para cambiar la idiosincrasia de esta barcaza llamada Mallorca en la que el lujo, el arte, la vida y la visa van de la mano sin que nadie se percate. Desde que era muy jovencito, en la carretera que nos lleva a Esporles desde la horrenda rotonda en la que se indica claramente el nombre de la localidad, se comienza a intuir una preciosa escalinata, de proporciones perfectas, en el lado izquierdo de la carretera, durante mucho tiempo cubierta de hierbajos, que le daban más magia si se quiere, aunque algunos insensibles lo llamarían dejadez. No hay nada más bello que un jardín romántico sometido al paso del tiempo.
Entre árboles centenarios, matas y murtes que se encaraman por esta ladera natural distinguíamos una propiedad señorial de color blanco y albero, de fachada austera pero bella. Lo cierto es que preguntaba y preguntaba y nadie sabía a quién pertenecía o hacían como que no lo sabían. Los mallorquines no sabemos de nada que pueda meternos en un lío del que no sacaremos tajada.
En 2008 y gracias a los Puig de la Bellacasa, que presentaban casa en Formentor, pudimos conocer al arquitecto que la había concebido, argentino pero residente en París, y el más solicitado entre los más cool del planeta. Era y es un joven simpático, listo, casado con su socio Christophe Comoy y con una capacidad para no meter la pata del que deberíamos aprender muchos. Se trata de Luis Laplace, ese joven nacido en 1969 que arrasó el interiorismo de las casas más cool aligerándolas.
Creo que fue en esa reunión de tarde en una casa bellísima de Formentor cuando nos conocimos mejor y cuando pude sonsacarle algunos secretos de ese lugar que admiraba, Canet, y cómo había conseguido ser su responsable tras tantos años cerrada. No me habló de los nuevos propietarios, ni tampoco quiso mencionar cómo habían emprendido la restauración y reforma, ni tampoco me habló de muebles, ni salas, ni nada que me pudiera dar una idea de lo que en pocos días iba a ver en persona, pues decidió invitarnos a conocer las partes mas públicas de la possessió.
Además, tenía que entrevistarle y lo dejamos para esa cita que tantos años llevaba esperando. La llegada a Canet sorprende. Las escaleras pasan a un segundo término y es la imponente casa la que adquiere más protagonismo. Luis, sin duda, se había tomado muchas libertades, seguramente alentado por los propietarios de la casa, que en breve les contaré quiénes eran. Y lo entenderán todo. Tras pasar a la clastra y sortear una escultura de muy buena firma, visitamos la capilla y tras el éxtasis por las obras ya expuestas, pasamos por la cocina y subimos al piso superior, donde visitamos las plantas nobles.
Y oh sorpresa, ocupando casi todo el espacio, pero sin comerse nada necesario, se mostraba la auténtica araña de la serie de Louise Bourgeois. Quedamos, el grupo, petrificados, ante la grandeza que creó la pequeña americana, de ojos inteligentes. Ahí, reverenciándola estaban las obras de escultores más renombrados del siglo XX, conviviendo en perfecta armonía con la casona mallorquina que volvía a la vida en manos de un matrimonio suizo.
Y vamos al gran salto, el matrimonio suizo quiso sacar adelante el nuevo centro de arte de la Isla del Rey, situada en el puerto menorquín de Mahón. Debieron quedar muy contentos con el arquitecto invisible porque le encargaron el proyecto de conservación a Laplace y al paisajista Piet Oudolf. El resultado no ha podido ser mejor pues desde su inauguración todo han sido alabanzas a Laplace, que en colaboración con Oudolf, Hauser & Wirth han logrado reconvertir 1.500 metros cuadrados de un edificio histórico en un espacio vivo. Todo ello respetando el interés natural de Menorca, cuyo entorno ha sido catalogado como Reserva de la Biosfera por la UNESCO.
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