¡Salvad a la ‘soldada’ Díaz!

¡Salvad a la 'soldada' Díaz!
¡Salvad a la 'soldada' Díaz!

El problema de cocinar las encuestas del CIS es que cada vez van necesitando más aditivos y edulcorantes, y llega un momento que ya no se pueden consumir sin riesgo de sufrir una hiperglucemia. Únicamente en Moncloa las pueden ingerir, pero porque Tezanos les pasa el antídoto que les permite eliminar las mentiras que acumulan.

El caso es que entre el CIS y los pildorazos dominicales de los verdaderos estudios demoscópicos, Sánchez sabe perfectamente como están las cosas y que para completar su hégira necesita asegurar tres coyunturas de su entramado estratégico. Primeramente, solo asegurando el apoyo Frankenstein de populistas, radicales, regionalistas, secesionistas y proetarras conseguirá volver a ganar a la derecha, una vez que parece que el PP absorbe la práctica totalidad del voto del extinto Ciudadanos.

En segundo lugar, cuando nos encaminemos al final de la legislatura, Sánchez tiene que escenificar la ruptura con Podemos. Ambos necesitan ese golpe de efecto si quieren que parte de su electorado no se quede en casa: el escaso votante socialdemócrata que le queda a Sánchez (ese que se tragó la trola de que no dormiría por las noches con Podemos en el gobierno) puede no asumir definitivamente que vota junto al comunismo secesionista; y, al contrario, el votante revolucionario no querrá mantener el statu quo de sus aburguesados líderes, renunciando a seguir siendo un poco antisistema. Créanme que va a ser muy cómico cuando empiece Sánchez a hacerse el aterrorizado por la radicalidad y la connivencia con los separatistas de su socio. Cómico y cínico como el gran capitán Renault en Casablanca:

Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!- mientras el croupier le entrega sus ganancias.

Pero cuidado, y ahí está la tercera pata, al monstruoso engendro gubernamental no le puede faltar ninguna extremidad. Sánchez, a la vez que necesita que le voten los suyos, también necesita que a Podemos le vote gran parte de su base electoral. ¡Sabe que la caída de Podemos es su caída!

Por eso celebra que la escalofriante hemorragia que estaba sufriendo el populismo, debido principalmente a su corrupta financiación, al pasado y presente delictual de muchos de sus líderes y, sobre todo, a la trayectoria de macarra nuevo rico de Pablo Iglesias, se haya taponado con la actuación de la subsidiaria Más País en las elecciones madrileñas y con la eclosión del fenómeno Yolanda. 

Como siguiendo un manual, los huérfanos podemitas, y mucho más que ellos el sanchismo a través de sus medios, han erigido una blanqueada figura de Yolanda Díaz. Se han ocupado de vestir de comprometida sindicalista a una política comunista que trabajó muy poco como abogada laboralista y zascandileó mucho como concejal y diputada, que es de lo único que se ha ganado la vida; a pesar de que los resultados electorales que obtenía eran muy malos para los comunistas gallegos.

Protagonizando las habituales traiciones llegó al círculo de íntimos de Iglesias, que la hizo ministra en 2020. Desde entonces, y solo por no ser, como sus colegas, un friki ministro en un friki ministerio, se ha convertido en figura emergente del populismo. La realidad, bien conocida por Sánchez, es que en el gobierno solo hurga con temas ideológicos que orienta siempre hacia donde no conviene ni a los trabajadores ni a los empresarios ni al país. Preso de sus acuerdos, no tiene otra que dejarla trastear e intentar que rompa lo menos posible, ya sea con los salarios mínimos, las pensiones o la reforma laboral. Pero que no se preocupe; como queden las cosas tampoco le importa mucho a Yolanda. ¡Lo que de verdad le gusta es aparentar ser muy importante y muy comprometida!

Por otro lado, ella se ha creído el cuento y se viene arriba con sus frasecitas progres, sus cartulinas de EGB, su gililenguaje inclusivo y su cínica sonrisita perdonavidas. En el PSOE saben que no es enemigo y que en cuanto cumpla su misión se dará la venia para que los medios dejen de tapar su ridícula superchería y su escaso bagaje intelectual.

Y un pequeño detalle estético. Sorprenden (o no) estos políticos que únicamente encuentran su distinguido look cuando se sientan en las poltronas institucionales. Marcelino Camacho fue fiel a los trabajadores a la vez que al jersey de punto, que vestía, como el traje de novia la Bella Dorotea de Mihura, para remover la conciencia de sus vecinos. Eran otros tiempos, así que bienvenidos los hábitos maxicursis de Díaz o incluso las apretadas americanas de Rufián, que decidió quitarse las camisetas alegóricas igual que parece haberse quitado el apellido para utilizar el mote que le pusieron en el colegio.

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