Adiós a estos paraísos para siempre: el «turismo de la última oportunidad» los está sentenciando a desaparecer
En los últimos años, han surgido nuevas formas de viajar, algunas de ellas muy peculiares. Una de las que más llama la atención es el conocido como «turismo negro», que consiste en visitar lugares asociados a catástrofes, como el Bosque de los Suicidios en Japón o la Isla de los Fantasmas en Italia. Asimismo, hay otros tipos de viajes igualmente llamativos, como el «turismo de última oportunidad». Tal y como su propio nombre indica, se trata de esa urgencia por visitar lugares que, según los experto, dejarán de existir muy pronto debido al cambio climático o la presión turística.
El concepto no es nuevo, pero ha ganado fuerza gracias al auge de redes sociales como Instagram, TikTok o YouTube, que alimentan el deseo de vivir experiencias únicas antes de que «sea demasiado tarde». Sin embargo, este comportamiento crea un círculo vicioso: cuanto más se difunde la idea de que un lugar está en peligro, más crece la afluencia de turistas. Y cuanta más gente llega, más se deteriora el entorno.
‘Turismo de la última oportunidad’
«Diferentes regiones del planeta están sufriendo los efectos del cambio climático causado por la actividad humana, y las zonas polares son especialmente vulnerables a las crecientes alteraciones en los patrones de temperatura y precipitaciones que se producen en la actualidad. Esta vulnerabilidad ha impulsado el llamado «turismo de última oportunidad», en el que muchos turistas se apresuran a visitar estas regiones antes de que los paisajes cambien drásticamente», explica la Universidad Autónoma de Madrid (UAM).
Uno de los ejemplos más claros son los glaciares de montaña. Viajeros de todo el mundo llegan a los Alpes, a Islandia o a la Patagonia para ver los glaciares antes de que desaparezcan. La realidad es que el calentamiento global está acelerando el retroceso de estas masas de hielo.
El glaciar de Aletsch, en Suiza, pierde decenas de metros cada año. En Islandia, el Vatnajökull, que cubre más del 8% del territorio nacional, se fragmenta a una velocidad nunca antes registrada. En la Patagonia, enormes bloques se desprenden de gigantes como el Perito Moreno, creando un espectáculo que atrae a miles de turistas.
Venecia
Venecia es, quizá, el ejemplo más simbólico del «turismo de la última oportunidad» aplicado a una ciudad. El aumento del nivel de las aguas ha alimentado la percepción de que se trata de un lugar que hay que visitar antes de que «sea demasiado tarde». Este mensaje ha provocado la llegada masiva de visitantes, dando como resultado una presión insoportable sobre un ecosistema urbano ya frágil.
Para los propios venecianos, la situación se ha vuelto insostenible, razón por la cual la ciudad italiana ha perdido 125.000 habitantes desde mediados del siglo XX. Actualmente, algunos hablan de Venecia como de un «parque temático» que ha perdido completamente su identidad.
Playas paradisíacas
En el Caribe, el sudeste asiático y el océano Índico, algunas de las playas más icónicas del mundo están en grave peligro por el turismo masivo, la construcción desmedida de complejos hoteleros y la erosión costera, transformando estos paisajes en lugares cada vez más vulnerables.
La playa Maya Bay, situada la isla Koh Phi Phi Leh (Tailandia), se hizo mundialmente famosa gracias a la película «La Playa», protagonizada por Leonardo DiCaprio. El aluvión de turistas generó un impacto ecológico devastador: la arena se compactó, los corales cercanos sufrieron daños irreparables y la fauna marina comenzó a desaparecer. Ante esta situación, las autoridades cerraron la playa durante varios años para que se recuperara.
Otro ejemplo destacado se encuentra en Maldivas, concremtamente en la isla de Maafushi y los atolones de Baa y Ari. El crecimiento de resorts de lujo, embarcaciones turísticas y deportes acuáticos ha acelerado la erosión de playas y ha alterado ecosistemas de arrecifes de coral.
La paradoja de este tipo de viajes
«Con frecuencia, el turismo masivo degrada el tejido cultural y ambiental de los destinos, haciendo que pierdan su autenticidad. Paradójicamente, al visitar lugares amenazados por el cambio climático, los turistas contribuyen a acelerar el proceso que los pone en riesgo. Un claro ejemplo de esta paradoja son los osos polares. Este tipo de turismo surgió, en gran medida, debido al interés creciente por visitar regiones polares y glaciares, que son especialmente vulnerables al cambio climático», señala Biosphere Sustainable.
Y añade: «en Churchill, Canadá, uno de los últimos lugares donde es posible observar osos polares en su hábitat natural, el turismo se ha disparado por la urgencia de ver a estos animales antes de que desaparezcan. Sin embargo, casi todos los turistas necesitan recorrer largas distancias para llegar, lo que incrementa las emisiones de gases de efecto invernadero y, con ello, agrava el cambio climático».
De cara al futuro, el desafío consiste en encontrar un equilibrio entre el deseo de viajar y la necesidad de proteger lo que todavía queda. Sin medidas firmes, muchos de esos lugares desaparecerán para siempre.
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