‘Ripley’: la mejor serie de Netflix desde ‘The Crown’
Andrew Scott se luce en el papel de Tom Ripley.
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Lo mejor que se puede decir de Ripley es que no parece una serie de Netflix. Cansados de ver contenido mainstream decadente y para todos los gustos y colores en el gigante del streaming, llega un producto autoral, de nicho, precioso, inquietante y magistral. Ocho capítulos en un inmejorable blanco y negro que rescata al personaje más icónico de la novelista Patricia Highsmith. Un ritmo pausado, que no aburrido, para una miniserie protagonizada por uno de los rostros de moda , Andrew Scott, quien se luce como el maestro del engaño y del crimen, ese psicópata de clase baja con el que, sin embargo, empatizas y al que ‘casi’ admiras. Desde las primeras temporadas de The Crown, Netflix no nos había regalado una serie tan exquisita. Ripley no es para todo el mundo. Los acostumbrados al consumo rápido de Tik Tok y demás redes sociales la aborrecerán, el resto ya la tenemos en el top 10 de lo mejorcito del año.
La psicopatía como superpoder
Alain Delon, Matt Damon, John Malkovich y Dennis Hopper ya han sido Tom Ripley en las distintas versiones cinematográficas que se han hecho de la saga de novelas creada por Patricia Highsmith (la primera, El talento de Mr, Ripley, se publicó en 1955). La mente retorcida de la escritora estadounidense dio vida a un personaje legendario: un buscavidas estafador, primero, y mentiroso, manipulador, seductor y asesino, después. Un amoral al que acompañas sin culpa gracias a su gran inteligencia y su inigualable capacidad de supervivencia. Ver como Ripley se sale siempre con la suya aunque tenga el agua al cuello es uno de los placeres literarios más brillantes de los últimos 70 años. Pero Highsmith también inundó su obra de una ironía sin igual. Ripley representa el espejo podrido de las clases altas. En realidad, la autora creó a un superhéroe cuyo poder no era otro que el de la psicopatía. Vivimos en un mundo en el que la falta de escrúpulos es una ventaja social. Así es cómo este criminal consigue pasar de vivir casi en la miseria a degustar los lujos del mundo.
En cine se han creado grandes obras en torno a este personaje. La mejor, sin duda, A pleno sol (René Clément 1960), y la peor, El talento de Mr.Ripley (1999). En esta, el fallecido Anthony Minghella, intentaba (bajo un diseño de producción maravilloso) exculpar al asesino, justificando sus actos para contentar al público masivo. Pero es que Ripley no es así. No es un gay encerrado en el armario que saca su furia cuando se siente herido. No, hasta su ambigüedad sexual es un arma para ejercer como parásito. A Ripley no le tiembla el pulso a la hora de manipular, planear, estafar o abrirle la cabeza a alguien con un remo. Es algo ingenuo, es verdad, y también un marginado y un anodino, cualidades que le hacen accesible e inquietantemente próximo.
¿De qué trata Ripley?
Nueva York, principios de los años 60. Tom Ripley, un estafador en horas bajas, es contratado por un millonario para ir a Italia y convencer a su hijo errante de que vuelva a casa. Tras aceptar el trabajo, Tom entra en un complejo mundo de engaños, fraudes y asesinatos.
Andrew Scott, que ha formado parte de la serie de Prime Video Fleabag, y más recientemente ha protagonizado la película Desconocidos, interpreta al popular Tom Ripley. Por su parte, Dakota Fanning se mete en la piel de Marge Sherwood y Johnny Flynn hace lo propio con Dickie Greenleaf. En el reparto también figuran Eliot Sumner, Maurizio Lombardi y Margherita Buy junto con John Malkovich, Kenneth Lonergan y Ann Cusack.
Una joya en blanco y negro
Ripley es, como ya se ha mencionado, una rara avis dentro del catálogo de Netflix. De hecho, en un principio iba a ser para Showtime, pero finalmente se la quedó la compañía de la N roja. Esto ya dice mucho de un proyecto que nació con carácter autoral y alejado de algoritmos. La miniserie está creada por Steven Zaillian, que ganó el Oscar por escribir La lista de Schindler y que también ha escrito los guiones de Gangs of New York o la primera Misión imposible. Zaillian tiene también en su haber The night of, una de las grandes joyas de HBO, que, estéticamente, tiene muchas conexiones con las que nos ocupa: en ambas, la atención por el detalle es precisa y no ornamental, nos hace estar ahí, con los personajes.
Para los que tengan prejuicios con el blanco y negro, sólo una cosa: ellos se lo pierden. No es un capricho estético. La fotografía en Ripley es un elemento más de la trama, nos transmite nostalgia y se usa para ocultar, entre las sombras, secretos, cadáveres y personalidades poco ortodoxas. Gracias a esta decisión lumínica se subraya el género negro que ya tenía la obra de Highsmith: no sólo es un thriller psicólógico, es un retrato social. De ahí que, en la miniserie, se cuelen homenajes a Hitchcock, Orson Wells o a los grandes del cine italiano como Fellini, Vittorio de Sica o Rossellini.
Andrew Scott: riesgo y acierto
Andrew Scott tiene 47 años, aparenta menos pero no los que se supone que tiene que tener el personaje cuando arranca la acción (no llega a los 30). A priori, este único dato puede hacer que su elección haya sido un riesgo pero no. Scott es el perfecto Ripley: no es clásicamente bello pero sí tiene rasgos atractivos; puede ser el vecino de al lado, el invisible que se cuela en cualquier sitio así como el más carismático de una fiesta. Pero, sobre todo, es tan buen actor que, con cada microgesto, te está contando más que si abriera la boca. Que vaya preparando una estantería con todos los premios que le van a caer este año.
Escaleras y ascensores
Ripley está llena de referencias y metáforas. Es por ello que no es gratuito ver al protagonista sudar la gota gorda subiendo y bajando las escaleras de un pueblo italiano ( ascender socialmente cuesta) en contraposición a los ascensores que utiliza una vez que ha conseguido sus objetivos materiales. También se juega con la ambigüedad , no sólo moral y sexual, si no física (de ahí la elección de una persona no binaria, Eliot Sumner, para dar vida a Freddie Miles) y todo para sumergirnos en una narrativa inquietante, preciosa, lenta pero sobrecogedora por momentos (el capítulo cinco, por ejemplo, es de infarto) en la que los personajes no están creados para caernos bien. Nadie, en Ripley, está libre de pecado, ni ellos ni nosotros, los espectadores, ansiosos por ver cómo un asesino se sale con la suya. Y todo trufado con un sentido del humor y una ironía de la que Patricia Highsmith estaría especialmente contenta.