El Foco

La ‘headhunter’ sentimental Verónica Alcanda desvela el secreto para encontrar pareja: «Hay que ser…»

Ser flexible, fácil, auténtico, sincero, generoso, bueno y que no falte sentido del humor, son claves

Verónica Alcanda nos da 365 consejos para encontrar el amor en un mercado que cada vez parece más difícil

Locura en las redes por el detalle de la hija de Dulceida en el que todos se están fijando

La aplaudida reflexión de Pérez-Reverte por esto que hacemos en España: "Hace falta ser muy..."

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Despedimos el año con amor -o consejos para encontrarlo y afianzarlo-. Lo hacemos con Verónica Alcanda, prestigiosa headhunter sentimental, la número uno de España. En su asesoramiento recalan hombres y mujeres dispuestos a dar con ese compañero de vida con el que compartir y crecer.   Asunto nada fácil en estos tiempos de amores infaustos; amores que mueren o que no prosperan  -quizá porque nunca llegaron a ser amores, o flojearon en el empeño (porque empeño hay que ponerle, la cosa va de voluntad, de dar y de tesón)-. El caso es que, entre los perdidos, los inmaduros, los indecisos, los requemados, los apuñalados y los temerosos, quedan cuatro almas limpias dispuestas a entregar su corazón. Que usted quiera y coincida con uno de esos cuatro que también quieren, es asunto más complicado que dar con El concierto de Johannes Vermeer. Que, además, le atraviese el rayo de Cortázar, roza casi el milagro -si hablamos de amor y no llamamos amor a cualquier amor, claro-.

El caso es que, sea como sea (y por lo que sea o fuere), encontrar pareja, esa persona a la que admiramos y deseamos, con la que conversamos y reímos y carcajeamos, pero también susurramos, guardamos silencio y simplemente nos abrazamos, no parece asunto sencillo; al menos mirando los datos de solteros. Según el INE, en España, entre la población adulta, hay más de 14 millones de solteros, de ellos algunos convencidos de origen, otros por decepciones sombrías; gran parte buscando encontrar la persona y casi todos comprando o vendiendo historias; deslumbrantes fallas que arderán. Diversión y mascletá. Después, con frecuencia, cenizas. Augurio de augurios. Presagio fatal.

Y en este cosmos de amores macilentos, desnutridos, pálidos que ya poco tienen de amores, vagan almas puras errantes en busca de su unicornio, aunque sea cojo.

Para este crisol de solteros, turbamulta de deseos, anhelos e ilusiones: numerosas aplicaciones de citas y matchmaking sentimental, libros, blogs y artículos con tácticas y estrategias. Consejos y opiniones para, con asiduidad, dar la oportunidad a quien no la merece o anquilosarse en lo que no funciona. Reiterado empeño humano éste de ignorar el sencillo axioma de que si no funciona, ahí no es. Dicho de otro modo: donde duele, no. Donde te ignoran, tampoco. Afectos exiguos, juegos envenenados.

Lo primero que hace falta, regla de las reglas: estar uno bien. Tranquilo, feliz, insiste Verónica Alcanda. Después: tener claro que se quiere tener pareja. Y dirá usted: «Qué obviedad». Sí, palmaria, precisamente por eso es más llamativo que tanta gente que en realidad quiere estar sola o no está preparada para compartir su vida, busque susodicho por aquello de tener alguien al lado. Otra de las reglas de Verónica Alcanda: «Hay que ser flexible y realista. Cuando una persona se pone expectativas no realistas, muy por encima de lo que puede alcanzar, encontrar pareja se convierte en un imposible». Expectativas… Las redes las desbocan más. Nos cuenta Verónica anécdotas de potenciales clientes a los que rechazó ante la falta de realidad fantaseando (quizá) con aquel lugar de Cummings al que nunca han viajado, aquel en el que felizmente más allá de toda experiencia, los ojos de la persona anhelada tienen su silencio. Ella sólo acepta a aquellos que, de verdad, están preparados para tener pareja y están dispuestos a mejorar para conseguirlo (es decir, aquello de cambiar de estilo, hábitos y objetivos cuando, después de años, los filtros y trucos de uno no han funcionado). Una sugerencia: mírese usted con realidad y aspire en consecuencia. Y otra pequeña recomendación nada baladí: dé oportunidad a quien no le ha partido en dos a primera vista, pero destella grandes virtudes. Según tiene comprobado Verónica, como reputada headhunter sentimental, «las parejas que se enamoran con el conocimiento son las que duran y, en cambio, las que siguen el impulso más animal son las que al final no duran». Ya ve, iba a tener razón la Jurado con aquello de que se le rompió el amor de tanto usarlo.

Complicado. Pero existe. Sólo hay que dar con ello. De ahí la agencia de Verónica Alcanda, visionaria ella. Le ayuda cuando usted constata que por sí no puede.

Entretanto, el mundo real, el de la calle, el del abrazo, el beso, el arrumaco en el sofá, el amanecer pegados y la compra en el supermercado, está poblado de almas concupiscentes que sólo buscan diversión o que, si ansían más, son sólo esos ideales idealizados, tan escasamente reales.

Una buena opción podría ser cultivarnos en inteligencia emocional. El simple dónde sí y dónde no. Quizá, cuando de niños aprendemos el abecedario, a sumar, multiplicar, dividir y restar, estaría bien que nos enseñaran a todos un poquito sobre cantidades mínimas en lo sentimental para tener claras las deficiencias, los ahora todo, luego nada, y demás mareos que resquebrajan el alma. Y, por supuesto, huir. Falta recordar que el amor es torrente, tsunami, terremoto que todo lo cambia. Lo insuficiente tiene poco de amor.

Quizá fallan las lentes para ver lo que hay que ver; quizá los radares que no detectan aquello de lo que hay que escapar o, directamente, el perfíl frecuentado. Nosotros, humanos, seres de ficción y narración, creamos la mitología, Disney y Hollywood. Todos esos cuentos han limitado las paciencias y construido quimeras inalcanzables casi indestructibles. Hombres y mujeres aparentemente pluscuamperfectos por los que podrían sentirse tórridas pasiones, a los que se admiraría, con los que se reiría y a los que se querría de manera desmedida, invaden las películas para aumentar ese espejismo de un amor que no es tal. Si tiene dudas, piense en La princesa prometida o en Richard Gere en Oficial y Caballero o con su Pretty Woman.

Con ellos, con esos ideales de ficción y la alegoría de las redes (hipérbole de la vida), la sensualidad y los apetitos del instinto se disparan, también las exigencias, elevadas en ocasiones a lo inexistente.

Verónica Alcanda analiza el hoy amoroso y, con su experiencia puliendo y uniendo vidas, comparte El mapa del amor con 365 consejos para que no se le tuerza a usted un pie transitando el pedregoso camino de eso de encontrarlo. Ya explicó antes ¿Por qué no encuentro pareja? En ambos libros desvela puntos ciegos, de mejora y lo más demandado por sus clientes en los más de diez años que lleva dedicada a analizar almas que anhelan encontrar quien les haga vibrar. Entre sus clientes: empresarios, directivos del IBEX 35, deportistas, periodistas o escritores de prestigio cuyos nombres, celados, parece que toparon con la persona.

Y aquí una clave (preste atención): esencial tener claro lo que uno quiere. Sin eso, imposible seguir. Para continuar: observar qué quiere el otro. Si coinciden. Y de ahí en adelante: ser flexible, fácil, auténtico, sincero, generoso, bueno y que no falte sentido del humor porque la risa y la sonrisa lo arreglan casi todo. Si me lo permite, le añado que deje de lado la testarudez y los orgullos, y no postergue eso de coincidir para otras vidas. Mínimos a ofrecer y demandar en ese especial bazar de sentimientos, inseguridades y certezas, que abstrae, remueve entrañas, tambalea cimientos, desnorta y orienta, altera y sosiega, lo llena todo y todo lo vacía. El amor. ¿Qué si no? Ya decía Plutarco que hay amores tan bellos que justifican todas las locuras que hacen cometer.

Eso sí, agregue usted una pizca de cautela -a poder ser, dos (por aquello de que conviene asegurarse de que quien nos habla es fiel a sus palabras con sus actos)-, aunque sólo sea por el nada desdeñable propósito de evitarse sufrir.

La nota positiva ante tan abundante miríada de nubes negras: si de amor hablamos, como le decía, existir, existe (quizá no en la forma y tiempo que uno lo desea, pero por el mundo habita, ajeno al que dirán, a clases, razas, edades y demás sesgos que sólo sesgan. Eso sí, hace falta que nosotros abramos la puerta a aquel que descuella y le invitemos a entrar, cuando pase por nuestro portal o se acerque a nuestro barrio). La experiencia de Verónica Alcanda lo cerciora. Almas huérfanas, desvanecidas ante el desahucio del desánimo, se encuentran o ella las hace coincidir en un amor que es amor; amor lejano a lo corriente, sin esquinas carcomidas ni piezas incompletas, con mariposas, hormigas y demás propulsores del revoloteo; pero sin angustias ni temores. Allá dónde hasta las discusiones inútiles son espléndidas; allá donde las carcajadas enmudecen las risas. Allá.

Si da con esa alma que es la suya, que no le pase aquello que narró Bukowski de que le han clavado tantos puñales que cuando le dan una flor no puede entender bien lo que significa. Las flores escasean. Colóquela en un lugar preferente, riéguela, huélala y contémplela, o lo que es lo mismo, disfrútela y cuídela. Así, será amor.

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