Éstas son las consecuencias de la piel de la sobreexposición solar en la piel

Los cambios en manchas y lunares pueden ser indicio de alguna patología grave

Estos son los signos menos comunes del cáncer de piel

piel sol
A la vuelta de las vacaciones conviene visitar al dermatólogo para que revise el estado de la piel.

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La exposición al sol de forma moderada tiene importantes beneficios para nuestra salud como, por ejemplo, ayudar a la síntesis de la vitamina D. Pero, a pesar de ello, no debemos olvidar que si nos exponemos al sol en exceso o sin tomar ciertas precauciones puede causarnos graves perjuicios, sobre todo en nuestra piel.

En este sentido, la Clínica San Miguel (Navarra) detalla que la sobreexposición al sol conlleva un elevado riesgo de sufrir quemaduras en la piel y otros efectos negativos a largo plazo, como son el envejecimiento cutáneo prematuro (aparición de manchas y arrugas en la piel como fruto de una profunda deshidratación cutánea). 

También a largo plazo favorece el desarrollo de lesiones más importantes como es el cáncer de piel (carcinomas y melanoma) y otros daños a nuestro organismo entre los que destacan el desarrollo de cataratas, degeneración macular y otras lesiones oculares.

«La radiación ultravioleta del sol es enormemente perjudicial para la piel, incluso cuando se utiliza protección. La activación de los radicales libres conlleva en muchas ocasiones la aparición de manchas, irritación y contribuye al envejecimiento de la piel, pérdida de elasticidad y, en los casos más extremos, puede desencadenar melanomas», señala, por su parte, la Dra. Cristina Villegas, jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Sanitas La Moraleja.

Cómo proteger la piel del sol

A partir de los consejos de Sanitas y la Clínica San Miguel, OKSALUD compila un decálogo de consejos para proteger la piel en verano.

    1. Horarios. Se debe evitar la exposición solar en las horas centrales del día (entre las 11:00 y las 16:00) y si se tiene que estar al aire libre intentar buscar la sombra.
    2. Filtro o protección solar en cara y cuerpo.
      • A diario. Todo el año, no sólo en verano, incluso en los días nublados. Hincapié especial en aquellas partes del cuerpo más sensibles y expuestas (cara, cuello y escote).
      • Fotoprotector adecuado, con un factor de protección moderado-alto (SPF 30-50) y que proteja frente a la radiación UVB y UVA. 
      • Correcta aplicación del fotoprotector. Se debe repartir generosamente en todas las zonas expuestas al sol, sin olvidar las manos, las orejas o la parte posterior del cuello. 
      • Antes de tomar el sol. 20-30 minutos antes de la exposición solar para asegurar su absorción y eficacia. 
      • Repetir la aplicación. Si se está expuesto al sol durante más de dos horas, si se baña o si se suda, incluso aunque el filtro sea resistente al agua. 
    3. Proteger los labios. Bálsamo labial con un factor de protección 30 o superior y repetir la aplicación cada 2 horas.ç
    4. Gafas de sol. Con protección UV para proteger los ojos y la piel de alrededor.
    5. Observar manchas y lunares: los cambios en las manchas preexistentes y los lunares pueden ser indicio de alguna patología grave. Por ello, es importante observar el color, la forma y la textura, así como la aparición de nuevas coloraciones para detectar con prontitud cualquier posible daño que se deba tratar médicamente.
    6. La ropa también protege del sol. Si la exposición es prolongada es conveniente llevar algo de ropa para disminuir la radiación recibida (camisa, camiseta…) 
      • Sombrero o gorra. Para proteger el cuero cabelludo, la cara, el cuello y las orejas. El tejido debe ser tupido para que impida el paso de las radiaciones solares. 
      • Ropa con factor de protección ultravioleta. Para personas con riesgo más elevado de sufrir cáncer de piel o para los niños.
    7. Hábitos saludables. Se traducen en un mejor estado de la dermis.
      • Beber mucha agua o zumos. Para rehidratar.
      • Consumir alimentos frescos y antioxidantes.
      • Obtener un descanso adecuado.
      • Realizar ejercicio físico regular.
    8. Extra de hidratación. Mantener la humedad de la piel es clave para protegerla. Por ello, para repararla y contrarrestar la sequedad, es recomendable aplicar lociones corporales hidratantes al menos dos veces al día e incluso realizar una exfoliación una vez por semana.
    9. Evitar las cabinas de bronceado y el láser. La utilización de cabinas de bronceado está vinculada con un incremento del riesgo de sufrir melanoma. También hay que tener en cuenta que durante el verano conviene evitar tratamientos con láser y tratamientos despigmentantes para aquellas personas que las han estado realizando durante el invierno por el riesgo de hiperpigmentación.
    10. Auto-exploración y revisión dermatológica. Realizar una autoexploración periódica de la piel y, ante la aparición de cualquier lesión nueva o cambios de alguna lesión previa, consultar con un dermatólogo. Incluso aunque no se detecten anomalías, es importante acudir a un especialista después de una época en la que la piel sufre numerosos daños.

Precaución en mayores y bebés 

    1. Nunca exponer a los bebés a la luz solar directa. La Clínica San Miguel advierte de que no deben aplicarse filtros solares en menores de 6 meses, por lo que lo ideal es utilizar ropa adecuada y siempre gorro para proteger la cabeza.
    2. Desde Sanitas, se indica que la precaución debe ser mucha en el caso de las personas mayores. A medida que aumenta la edad, se pierde grasa subcutánea lo que hace que la piel sea más fina, sensible y esté más desprotegida ante factores externos. “El verano es una época complicada para las personas mayores, especialmente para quienes viven en lugares muy cálidos donde el riesgo de deshidratación aumenta y la radiación solar es mucho más agresiva”, comenta Miryam Piqueras, supervisora médica de Sanitas Mayores. “Lo ideal es evitar en todo momento el sol, sobre todo, en las horas centrales del día, protegerles con crema solar de factor alto y utilizar accesorios como los gorros”, añade.

La aparición de manchas, la despigmentación o la sequedad de la piel son algunas de las consecuencias más frecuentes de la sobreexposición al sol, las altas temperaturas, el cloro de las piscinas o el salitre del mar durante el verano. 

Aunque se generalice hablando de cáncer de piel existen varios tipos muy diferentes entre ellos como son el melanoma y los carcinomas cutáneos. En ambos tipos el principal factor de riesgo implicado en su desarrollo es la exposición a la radiación solar, tanto ultravioleta B (UVB) como ultravioleta A (UVA). Estas radiaciones son capaces de producir un daño en el material genético de las células de la piel (ADN) iniciando así el proceso de carcinogénesis o formación del cáncer.

Por ello, aunque el cuidado de la dermis es esencial a lo largo de todo el año, todavía es más importante en el periodo estival con el objetivo de reparar los posibles daños cutáneos y prevenir patologías.

 

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