A Yolanda no la quieren ni los suyos
Uno de los datos más sensacionales de las pasadas elecciones gallegas es que a Yolanda Díaz no la quieren ni sus paisanos. El 95,5% de los ciudadanos de la localidad coruñesa de Fene que acudieron a las urnas votó cualquier cosa, menos a Sumar. Se decía que Manuel Fraga, antes de escoger a algún candidato para sus listas, preguntaba cómo le había ido en su pueblo. Y si la respuesta era negativa, se abstenía de hacerlo. Sea cierta o no esta leyenda, lo que queda claro es que algo han visto los vecinos de Fene en Yolanda para negarle su apoyo. Y así le ha ido en toda Galicia, que se ha quedado muy lejos de conseguir un escaño.
Lo que ha vivido la todavía vicepresidenta segunda del Gobierno me recuerda a lo que le pasó a una diputada de la CUP. Mireia Boya, que formaba parte del grupo de la CUP en el Parlament, fue escogida cabeza de lista por la provincia de Lérida para las elecciones autonómicas de 2017. Y en su comarca natal, el Valle de Arán, quedó en séptima posición, con el 3,33% de los votos. Hasta los Comunes consiguieron más apoyo en una comarca de montaña, sin grandes centros urbanos (6,8%). Por supuesto, Boya no revalidó su escaño, porque si ni siquiera te votan tus paisanos, es que tienes muy poco que hacer.
Yolanda Díaz ya no es útil para Pedro Sánchez, sobre todo tras demostrar que no es capaz ni de controlar a Podemos, y la está dejando caer. El líder del PSOE obsequió a la todavía vicepresidenta con elevadas muestras de cariño en las últimas elecciones generales pero, tras ver que Sumar está de capa caída -y eso que todavía no ha nacido formalmente-, ha cambiado de caballo de carreras. Y en las elecciones gallegas lanzó a su poderoso aparato mediático a engordar al BNG, de la misma manera que también lleva meses promocionando y blanqueando a Bildu.
La lideresa de Sumar ya no es el complemento necesario para formar mayorías, es un elemento a extinguir facilitando que su electorado se traspase a los partidos secesionistas y al mismo PSOE. Poco futuro le queda a una izquierda populista que lleva años en una guerra interna que no parece tener fin. Ernest Urtasun comienza a tener cara de ex ministro, y eso que lleva pocas semanas obsequiándonos con sus gansadas anticolonialistas. Que aproveche para colocar a todos los amiguetes que pueda, que el chollo se le acaba. Si no se lo cree, que se lo pregunte a Irene Montero o a Ione Belarra, que hace un par de años se iban a comer a la izquierda mundial y ahora sólo son tuiteras de ocasión.
El espacio IU-Podemos-Sumar nos ha dado tanto la brasa a los españoles, diciéndonos qué teníamos que comer, cómo teníamos que amar o cómo vivir nuestra vida y echándonos la bronca, mientras hacían lo contrario de lo que predicaban, que se han convertido en políticos muy desagradables. Y por eso los votantes huyen en dirección contraria. Recordemos que no hace tanto que estuvieron a punto de conseguir el sorpasso sobre el PSOE. Y en breve veremos cómo todo su grupo parlamentario cabe en un par de taxis. O en una moto con sidecar. Pablo Iglesias se ha montado un canal de YouTube y un digital para intentar seguir en el candelabro. Sólo espero que Yolanda no acabe de influencer en YouTube y el algoritmo me la ponga delante de mis morros una y otra vez.