El viraje y el psicodrama de Iglesias

El viraje y el psicodrama de Iglesias

Los críticos, pocos, la verdad, que quedan alojados aún en Podemos, sugieren que todo el afán de protagonismo de Pablo Iglesias, lo de robar pantallas de televisión, es sólo una forma de escapar, o de disfrazar, lo que ellos llaman el psicodrama personal (éste parece que todavía incógnito) y político del aún vicepresidente. Dicen cosas como éstas: ”Que nadie se engañe; no le está ganando la partida a Sánchez, éste ya se mueve en otros objetivos que no son otros que la resurrección de un remedo de los Pactos de la Moncloa”. Esto es lo que, según estas fuentes de Podemos, rumia a su banderillero de confianza, José Luis Abalos, y que éste intenta expandir aquí, acá y acullá. Sánchez, aseguran, está paralizado ante el espectáculo de cadáveres llenando espacios antes dedicados al ocio, y, en consecuencia, está a la búsqueda de nuevos escenarios, visto que el suyo actual, el del Frente Popular, difícilmente se sostendrá cuando el virus maldito quede doblegado. La Moncloa filtra esta nueva estrategia de Sánchez a la que ya se ha encontrado un título: El viraje.

Naturalmente que para este nuevo ejercicio de funanbulismo político le molesta Iglesias y su asalto a los palacios de la Moncloa, primero, y de la Zarzuela después. Es curioso: los escasos críticos de Iglesias, quizá los que no se están comiendo ninguna mamandurria en las cercanías de la Administración, coinciden con el hasta ahora socio preferente, en que, tras la catástrofe humanicida que nos va a dejar el COVID 19, la experiencia del Frente Popular se irá a hacer gárgaras. Por ahora la situación es ésta: Sánchez deja que su aún vicepresidente haga proclamaciones leninistas mientras él se dedica a hallar complicidades para, entre otras cosas, aprobar los decretos que tiene pendientes el Parlamento. Dicho castizamente: “Tú lárgate manifiestos y amenazas como si fueras el mismo Lenin, que yo me voy a dedicar a componer otras opciones”. O sea, el viraje.

El presidente se siente, en su egolatría, con fuerzas para remodelar su política y volver a encamarse con aliados antiguos, tipo PNV y hasta Ciudadanos. El PNV, como la yenka, va a un paso adelante el lunes y uno atrás el martes. Es su pragmatismo de siempre: hoy te apoyo, mañana Dios dirá. Ahora se ha encontrado con que el gran empresariado vasco ha mostrado su enorme preocupación ante las propuestas de Iglesias, la última ésta de exigir “sacrificios” a los poderosos. Como los empresarios vascos -que siempre han apoyado el PNV como si fuera su propia madre- saben perfectamente lo que amaga Iglesias, se han puesto de los mismos nervios, porque las eufemísticas propuestas de Iglesias no son otra cosa que la intención de meter mano a los ricos, empobrecer a las clases medias para que le necesiten y, eso sí, pasar la mano por el lomo a los llamados pobres. Este es su fin y la amenaza que ha hecho que Confebask le diga a Urkullu y su cuadrilla: ”¡Ojo!, que vienen a por nosotros!”

De aquí que el PNV le haya pegado un sustito al PSOE en el Senado y que siga advirtiéndole con volarle los decretos. Sánchez precisa al PNV y éste, otra vez más, va a vender caro su apoyo. Bien es cierto que ahora la sempiterna voracidad nacionalista nos viene bien a todos en general porque va a impedir que Sánchez siga refugiado en los brazos comunistas de Podemos y se disponga a convertir a España en un clon mediterráneo de la Venezuela de Maduro. Sánchez y su peón de confianza, el banderillero Abalos, han empezado a urdir “acercamientos” a la odiada derecha por ver si ésta, en la tesitura dramática en que nos encontramos, consiente en copiar unos pactos de la Moncloa como aquellos que organizó Suárez en plena apoteosis de su popularidad y de su jerarquía política. Pero nadie en la oposición (y cuando escribo nadie es nadie) se prestará a conceder a Sánchez la primogenitura de una idea como una redivida Moncloa. Sánchez es a Suárez a, pongamos por ejemplo y sin ningún afán hilarante, lo que un cardenal es a ese cura que ahora han descubierto las teles afines, predicando bondades y ataviado incluso con un pendiente progresista. Por eso el viraje de Sánchez cuenta con pocas posibilidades de éxito. Por no decir que ninguna. Lo suyo es seguir apadrinando los exabruptos comunistas de Iglesias y su cuadrilla al tiempo que intenta asentar lo único que le importa verdaderamente: seguir de presidente. El viraje es solo un desideratum. Los festejos cerebrales de un tipo roto, mentiroso e incapaz para retardar el asalto comunista al Reino de España.

 

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