La ‘vieja política’ se resiste en Austria
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En los sistemas parlamentarios, ganar las elecciones no siempre implica gobernar, a no ser que se obtenga una mayoría absoluta de diputados. Los austriacos lo están comprobando. El 29 de septiembre de 2024 se celebraron en Austria elecciones al Parlamento federal, el Nationalrat y a mediados de febrero sigue el Gobierno en funciones.
En esas elecciones, la victoria correspondió al Partido de la Libertad (FPÖ), identitario y miembro en el Parlamento Europeo del grupo Patriots, junto a VOX. Su candidato, Herbert Kickl, recibió casi un 29% de los votos y 57 escaños. Detrás de él quedaron el ÖVP (Partido Popular), con 51 diputados, y el SPÖ (Partido Socialista) con 47. El Nationalrat lo forman 183 parlamentarios, por lo que la mayoría absoluta que garantiza la investidura se sitúa en 92. Ningún partido podía gobernar en solitario, por lo que comenzaron las negociaciones para formar una coalición de dos o tres partidos.
El ÖVP y el SPÖ, que se han turnado en la cancillería desde 1945, trataron de ponerse de acuerdo de nuevo. Las grandes coaliciones han sido la forma de gobierno más habitual en Austria desde hace ochenta años, antes incluso que en Alemania: entre 1945 y 1970; luego entre 1987 y 2000; y por último entre 2007 y 2017.
El FPÖ respaldó a varios cancilleres socialistas en los años 70 y 80, antes de su conversión al soberanismo por obra de Jörg Haider, popular gobernador de Carintia, muerto en un accidente de tráfico en 2008, después de fundar un partido propio, el BZÖ. Entre 2000 y 2007, el político democristiano Wolfgang Schüssel, que había sido vicecanciller en un Gobierno de mayoría socialista, ocupó la cancillería gracias a un acuerdo con el FPÖ. Desde 2017, la presidencia del Gobierno corresponde al ÖVP, en alianza con los Verdes, el cuarto partido (ahora el quinto).
En estos ocho años, se han sucedido tres elecciones parlamentarias y cuatro cancilleres. La inestabilidad no se debe exclusivamente a la presencia de cinco partidos en el Nationalrat, sino a la exclusión de uno de ellos de los pactos, el FPÖ, por el consenso de posguerra o las imposiciones exteriores, sobre todo de Berlín y de Bruselas.
Con motivo del primer gobierno de Schüssel con el FPÖ en 2000, que se formó después de cuatro meses de discusiones, varias capitales de la UE, encabezadas por Berlín, presionaron a Viena para que Haider no se incorporara al Consejo de Ministros y, además, impusieron una serie de sanciones. Al parecer, el cordón sanitario internacional lo instigó el socialista austriaco Viktor Klima, el anterior canciller, cuyas preocupaciones por la democracia tal vez eran inferiores al disgusto por la pérdida de su sillón.
El presidente de Austria, el ecologista Alexander van der Belle, primero encargó las negociaciones al candidato popular y canciller en funciones, Karl Nehammer, con los socialistas. Cuando éstas se frustraron y, en consecuencia, Nehammer dimitió de la cancillería y la presidencia del ÖVP, a Van der Belle no le quedó más remedio que encargárselas a Kickl, el 6 de enero.
¿Se impondría la experiencia de otras coaliciones entre el FPÖ y el ÖVP, que concluyeron beneficiando a los populares, o bien se negarían éstos a ceder a sus rivales la cancillería? El nuevo presidente del ÖVP, Christian Stocker, realizó en las semanas siguientes varias declaraciones contra el Partido de la Libertad y sus dirigentes. Al final, el miércoles 12 de febrero, Kickl comunicó al presidente su fracaso y propuso nuevas elecciones cuanto antes.
Las causas de la ruptura fueron la disputa entre los dos partidos por los Ministerios de Economía y de Interior (este último lo querían los identitarios para aplicar su programa contra la inmigración ilegal). Stocker explicó que exigía la adhesión a la iniciativa europea Escudo del Cielo y una mayor cooperación con los servicios de inteligencia extranjeros, ambas orientadas contra Rusia. A pesar de que el estatus de neutralidad de Austria está incluido en la Constitución, el Partido Popular ha apoyado a Ucrania en la guerra, mientras que el Partido de la Libertad reclama un acuerdo con Rusia, en la línea de Donald Trump.
Después de recibir a Kickl, Van der Belle declaró que al país se le abrían cuatro opciones: elecciones, gobierno en minoría, gobierno de expertos no elegidos o nueva coalición formada por varios partidos. Las encuestas recientes muestran una subida del FPÖ, que podría superar un 35% del voto, y una caída de parecida cantidad del ÖVP. Ya que los populares serían los más perjudicados por unas nuevas elecciones, ¿por qué se niegan a pactar cuando lo harán más tarde en peores condiciones, sea con el FPÖ o el SPÖ? ¿Por testarudez o por injerencia?
Quizás el bloqueo se resuelva a partir del 23 de febrero, después de las elecciones en la vecina Alemania. Según algunos rumores, la CDU, asociada al ÖVP en el Partido Popular Europeo y probable ganadora, no quería asistir a un pacto con los identitarios austriacos que podría beneficiar en la campaña a los identitarios alemanes de la AfD, y por eso Berlín llamó a Viena para dar órdenes. Otra vez.