Opinión

VICENTE GIL | «Begoña Gómez y Teresa Ribera, ¡corrupción y miseria moral!»

Begoña Gómez ha comparecido hoy ante la Asamblea de Madrid. Con gran despliegue policial (como siempre) y acompañada de una corte de pelotas encabezada por el tal Antolín, la «presidenta» (que diría el pobre Patxi López) ha aparecido vestida de negro, su melena rubia tapándole la cara y aspecto de compungida. Una pobre mujer trabajadora, y de izquierdas, a punto de ser sometida a un linchamiento machista del PP y la ultraderecha de Vox. Pobrecita.

Una vez dentro de la sala, y aunque el sanchismo huele a muerto ya, Begoña ha encontrado un nuevo coro de pelotas dispuestos a reventar la sesión como fuera. No lo han conseguido. Juan Lobato, en segunda fila, observaba el panorama. ¿Qué estaría pensando? Los socialistas han protestado por la presencia de la prensa. Lo llevan en el ADN. Cosa distinta hubiera sido de haber andado por allí Silvia Intxaurrondo, Xabier Fortes o Ignacio (Pre)Escolar.

Entre los pelotas de Begoña, por cierto, han destacado los de Más Madrid. Vaya papelón en vez de quedarse calladitos y al margen del marronazo. Suponemos que Mónica García quiere seguir siendo ministra. Los del PSOE y Más Madrid han hecho méritos ante la mujer del jefe a ver quién gritaba más.

Hace muchos años, en la ONCE, cuando la ONCE tenía medios de comunicación, contaban (los malvados, por supuesto) que determinado periodista muy conocido ascendió vertiginosamente en su carrera porque, decían, era «el que mejor saludaba a las mujeres de los ciegos», de los directivos de la ONCE. Hoy, Juan Lobato y compañía me han sugerido esa imagen.

La ‘presidenta’ ha dejado bien claro quién manda -y mucho- todavía en La Moncloa. Y que, en el camino hacia el precipicio del sanchismo, ella aún puede llevarse a algunos por delante y dejarles sin la nómina con la que comen.

Sentada ya ante sus señorías, Begoña Gómez ha acelerado su papel de viuda doliente. Dos mechones rubios tapaban su rostro… entiéndase esta palabra en el sentido que ustedes quieran. Ella ha hablado apenas tres minutos: «Todo es un bulo. No voy a responder a ninguna pregunta». Su tono de voz, incluso dulce, sigue siendo el mismo que cuando decía «sosteneibol» o explicaba «qué es un restaurante» a directivos de importantes empresas con un montón de títulos y másters, pero de los de verdad.

El teatrillo de Begoña preparado, por Moncloa, para su parroquia (con dinero público, of course) iba bien hasta el momento en que ha aparecido la diputada del PP Mercedes Zarzalejo, que ha sido un descubrimiento. Doctora en Derecho, pero de verdad y no en un año como Cum Fraude y sus plagios, Zarzalejo ha dejado claro para empezar la autoridad que le confiere su conocimiento del mundo académico y los años que cuesta a todo hijo de vecino llegar a ser doctor en la universidad. Salvo que seas Pedro Sánchez.

Zarzalejo se ha ceñido a los hechos y ha empezado una batería de preguntas demoledoras esperando unos segundos, tras cada pregunta, a que la cámara nos diera el contraplano de Begoña Gómez callando. O sea, otorgando. A cada pregunta le seguía un contraplano letal. Un silencio que se hacía eterno. La cara de Begoña iba mutando: de viuda doliente a ‘presidenta’, pero de verdad.

Begoña Gómez no ha podido disimular su expresión de ira contenida. Si la observan bien, da un poco de miedo. Enfadada, y con todo el poder de Moncloa, debe de ser temible. He imaginado a Sánchez siguiendo por streaming el calvario de Begoña. Y acojonado. Pensando la que le espera cuando vuelva a casa. Estábamos equivocados. Sánchez no se fue a la cumbre del clima huyendo de la dana de Valencia. Se fue a Bakú huyendo de Begoña, aunque esta mañana ya estaba de vuelta en Madrid.

Begoña manda mucho en Moncloa porque influye mucho en el presidente del Gobierno. Nos lo cuentan quienes lo han vivido -o sufrido- de cerca. La debilidad de Sánchez es Begoña. Pedro, que siempre fue un ligón de discoteca, parece un tipo duro. Su narcisismo, su desvergüenza, su inmoralidad y su chulería le hacen ser, ante todos, el déspota que parece. Sobre todo, ante sus inferiores. Va en la categoría de sociópata de libro.

Ante todos, menos ante Begoña. Porque ante Begoña, por lo que sea, Pedro se transforma. Se convierte en una de esas gelatinas que se comen. Se convierte en blandiblú. Ella manda mucho y su cara, su rostro de hoy, no ha dejado dudas.

Begoña es la fuerte de esa pareja. Gestionar las saunas y prostíbulos de su padre y de su tío debió de imprimirle ese carácter. Se lo reconozco. Ese negocio no debe de ser fácil. Uno -supongo- ha de tratar con mucho chuloputas, con perdón.

Al final, Begoña se ha ido de la Asamblea y nos hemos quedado sin saber si su supuesta carrera profesional se labró gracias a un ex del PP a cambio de favores urbanísticos con la SEPI y a cambio de favores para empresarios amigos, que se han forrado con ayudas del Gobierno. Nos hemos quedado sin saber, cómo le ha preguntado la diputada Ana María Cuartero, de Vox, a cuántos CEOs de importantes empresas cotizadas llamó Pedro Sánchez para beneficiar a su mujer. Nos hemos quedado sin saber por qué se apropió del software que le hicieron gratis y por qué luego le pasó a la universidad los gastos de desarrollo. Nos hemos quedado sin saber por qué Begoña Gómez mandó facturas por valor de 100.000 euros. Nos hemos quedado sin saber por qué Begoña Gómez redactaba los pliegos técnicos de las concesiones de su máster sin ser nadie para ello ni tener las «competencias», que diría su marido.

Y nos hemos quedado sin saber si usó a su asesora para sus gestiones personales a razón de más de 100.000 euros al año de dinero público. Es lo que cobra Cristina Álvarez, fichada por su marido, Pedro Sánchez, nada más llegar a Moncloa en julio de 2018 y que aparece en todas las salsas de este tema. Nos hemos quedado sin saber qué medios públicos, materiales y humanos, usó Begoña Gómez para sus negocios. Nos hemos quedado sin saber por qué le regalaron (y a cambio de qué) un máster sin ser ni siquiera licenciada. Y sin saber por qué co-dirigía un máster en el que no podría ser alumna por falta de titulación.

Nos hemos quedado -es verdad- sin saber muchas cosas. Pero la comparecencia ha sido muy útil para verle la cara. Para escuchar su silencio atronador. El que calla otorga.

Y una vez más hemos de agradecérselo (con cuatro imputaciones ya) a Isabel Díaz Ayuso. En el PP de Génova todavía no saben si llamarán o no a declarar a Begoña Gómez en el Senado. En Génova, al menos, ya pronuncian su nombre alguna vez. Hasta hace poco, a Begoña Gómez la llamaban «el entorno». Lo único que tiene que encontrar Feijóo para llevar a Begoña Gómez al Senado, eso sí, es una buena senadora que la ponga contra las cuerdas, como ha hecho Mercedes Zarzalejo.

Veremos qué hace Feijóo con Begoña Gómez. Y también con Teresa Ribera, otra que tal baila. Parece que a Génova le da miedo todo. Los socialistas se han tirado a degüello contra Carlos Mazón, que ya no busca el cariño de Sánchez como en los primeros momentos de la crisis. Mazón ya se ha dado cuenta (lo vió en Paiporta aquel domingo con los Reyes) que Sánchez y el PSOE van a matarlo políticamente y que, aunque mañana cese a dos consejeras, los socialistas no van a soltar su presa, que es él, Mazón, en primera instancia, y, después, Feijóo. Al presidente del PP terminarán cargándole los 200 muertos que hay oficialmente. Tiempo al tiempo.

En el PP no han entendido que el PSOE no pide explicaciones como ellos. Van directos a la yugular. Sé que Mazón se arrepiente de haber creído, al principio, que Sánchez tendría un arrebato de humanidad y arrimaría el hombro. Por eso sorprende lo de Borja Semper, de nuevo él, un par de días, por más que vaya dirigido a la parroquia filosocialista en la que el PP aún quiere pescar votos. Dijo Borja Semper: «Nosotros no entraremos en el barro. Vamos a ayudar a quitarlo». La frase le quedó cuadrada. Que se lo cuente a su jefe cuando Sánchez le tire a la cara los 200 muertos de Valencia en cuanto pueda.

Explicaciones. El PP de Feijóo ha pedido también «explicaciones» a Teresa Ribera, principal y primaria responsable de la tragedia de Valencia por el cúmulo de negligencias en la información fallida con la que AEMET y la Confederación Hidrográfica del Júcar estuvieron equivocando y mareando al CECOPI y a los servicios de Emergencia el 29 de octubre. Teresa Ribera debería haber dimitido ya o, cuanto menos, haber cesado a los dos enchufados del PSOE que están al frente de estas dos instituciones convertidas, como todo en el sanchismo, en chiringuitos donde colocar a parientes y militantes del partido. ¿Por qué no habla Miguel Polo, el presidente de la Confederación? En la CHJ, algo huele a podrido

Miren. Begoña Gómez es, a la corrupción del sanchismo, lo que Teresa Ribera a su profunda miseria moral y a su maldad. Esta señora, que es rica y pertenece a esa casta de beautiful people del PSOE desde los tiempos de Felipe González, sólo se le ocurrió, el martes en Bruselas, insultar a las víctimas de la gota fría y culpabilizar a Mazón y a los valencianos de los 200 muertos: «No se tomaron en serio la alertas que dimos». ¿Se puede ser más sinvergüenza?

A Teresa Ribera sólo le interesa el cargazo que va a asumir junto a Ursula Von der Leyen. Si hubiera arrestos en el PP y no reparto de cargazos en Bruselas, Feijóo debería declarar «persona non grata» a la teutona.

El PP ha conseguido retrasar la declaración de idoneidad de Teresa Ribera para el influyente puesto que va a asumir como número dos de Von der Leyen. Un puesto muy bien pagado, que, como el de Nadia Calviño en el Banco Europeo de Inversiones, va a garantizar a Sánchez tener pasta para seguir en La Moncloa, si puede,  hasta el Juicio Final. Esos dos cargos son, además, una tentación para los negocios. Alguien habrá en el PSOE, tipo Ábalos o Koldo, que lo sepa aprovechar.

Feijóo ha pedido a Von der Leyen que exija a Sánchez una nueva candidata al puesto de Teresa Ribera. Feijóo sabe que es un brindis al sol, aunque le está echando un pulso. Von der Leyen, aunque sea del PP europeo, no le va a hacer ni caso. Los acuerdos en Europa entre socialistas, populares y liberales para repartirse la Comisión y los puestos en el Parlamento son chanchullos muy costosos de lograr.

¿Qué le van a importar a Von der Leyen los 200 muertos de Valencia? Von der Leyen lo que quiere es, cuanto antes, asumir de nuevo el cargo.

En Génova aseguran que, en cualquier caso, los eurodiputados del PP español votarán ‘no’ a Ribera. ¿Se atreverá a hacerlo el PP, también, cuando a final de mes se vote en bloque, en el Parlamento Europeo, la nueva Comisión de Von der Leyen si los votos del PP español son decisivos? ¿Se impondrá Feijóo a Von der Leyen para que excluya a Teresa Ribera? Lo de pedirle a la socialista que se comprometa a dimitir si es imputada por las riadas de Valencia parece una broma. Si eso llegara a ocurrir sería en el siglo que viene vista la lentitud de la justicia española. Y si llegara a ocurrir antes, Teresa Ribera no dimitiría. ¿Qué valor tienen los compromisos de Sánchez y su banda?

Teresa Ribera y Begoña Gómez son dos caras de la misma moneda. Expresiones diferentes del mismo mal. ‘Mal’ con mayúscula. Dos mujeres y un destino: Pedro Sánchez. Tal para cual. Tanto monta monta tanto, Begoña como Teresa. Corrupción y miseria.