Tres mayorías distintas y un solo Dios verdadero

Tres mayorías distintas y un solo Dios verdadero
Tres mayorías distintas y un solo Dios verdadero

En cualquier ámbito de las relaciones humanas una alianza, una coalición o un equipo, ya sea que se forme para hacer la guerra, para ganar dinero o para enfrentar una competición deportiva, tiene más posibilidades de tener éxito si los miembros que lo componen tienen un objetivo común. Lejos de eso, todos los socios de Frankenstein tienen el suyo propio, y no han encontrado otro punto de encuentro que el de mantenerse en el poder.
Es posible que al principio tuvieran en común la delirante agenda comunista-feminista-ecologista de Podemos, pero una vez puesta en marcha (con las lógicas cortapisas que la han puesto los tribunales y el sentido común), no hay otra causa que consideren acreedora de su esfuerzo. La agenda ha llegado hasta donde ha llegado. Ahora, no ya la prioridad, sino toda la acción de gobierno se dirige a su propia supervivencia. ¡No da para más!

Además, en cuanto la legislatura ha entrado en su fase menguante, cada uno tiene que ir mostrándose alejado de los demás: los independentistas lejos de (un gobierno de) España, los comunistas y radicales lejos del sistema y los socialistas soltando el lastre de haber convivido con esos socios y poniendo la sorprendida cara del viandante que pasaba por allí. El problema es que la voladura anticipada o programada de la turba pseudo-gubernamental no le vale a Pedro Sánchez que, en su endiosamiento, no puede prescindir de ser idolatrado en el semestre de turno de la CE, que es el segundo de 2023, y eso le obliga a tener que estar contentando a los socios en todo momento y en toda situación.

Nada más que eso explica las tremendas equivocaciones, que no van a terminar con la indigna destitución de Paz Esteban, que están cometiendo con el asunto Pegasus. En vez de resolverlo de un plumazo, reconociéndolo como causa de Estado y haciendo oídos sordos a las indignadas protestas del secesionismo, han ido de una cagada a otra mayor. Perdón, de una deposición maloliente a otra maloliente y tóxica, y, como niños engañados a los que sacan una verdad de una mentira, han querido tapar unas escuchas legales (a unos delincuentes no arrepentidos) desvelando un espionaje real y gravísimo a un Gobierno que es posible que, como consecuencia del mismo, haya sido chantajeado.

Es evidente que desde hace varios meses Sánchez va de equivocación en equivocación, pero sólo si se mira desde el punto de vista de lo que interesa a España y a los españoles. Desde el Olimpo, donde sus moradores son dioses, que vencieron a los titanes y que raramente se ponen de parte de los hombres, él ya se ha convencido de que no se equivoca si se pone de parte de sí mismo.

Las equivocaciones, además, no tienen nunca consecuencias, porque, por mucho que se exceda con la comanda, siempre encuentra a alguien dispuesto a pagar la cuenta. Cuando se trata de cumplir con los compromisos con los separatistas, ahí está la coalición de investidura, de la que como mucho se descuelgan los pequeños grupos regionalistas; cuando se posiciona en el radicalismo ideológico le apoyan la coalición de gobierno y los secesionismos marxistoides; y cuando insólitamente se sitúa en el sentido común o en la simple conveniencia para la ciudadanía (plan de recuperación, reforma laboral, o la defensa del CNI), son PP y Ciudadanos, o incluso Vox, quienes acuden al rescate.

Se nota que el presidente, de su bien aprovechada licenciatura y de su trabajada tesis doctoral, no ha olvidado la combinatoria de Mac Mahon; para lograr las mayorías parlamentarias utiliza las combinaciones, las variaciones y hasta las permutaciones, y cuando llega a Moncloa le puede decir a Begoña lo mismo que decía aquel antiguo falangista que había sido alcalde con Franco, con la UCD y con el PSOE: «Creíamos que íbamos a ganar los de derechas y hemos ganado los de izquierdas».

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