A Sánchez se le olvida el baloncesto

Es conocido que el presidente Sánchez jugó, en su juventud, al baloncesto en el Magariños, en las categorías inferiores del Estudiantes, que es un equipo que, sin tener un gran palmarés, tiene una buena fama como cantera propia y de otros equipos y como importante escuela de baloncesto, de larga tradición, en el Instituto Ramiro de Maeztu de Madrid.
Pues bien, Sánchez está tratando, políticamente, de aplicar algunas tácticas que podríamos asemejar a las llevadas a cabo, en ocasiones, en baloncesto. Por ejemplo, en el verano de 2021 cambió, de manera abrupta, a un gran número de colaboradores: desde ministros a su jefe de gabinete, pasando por diversos altos cargos, para tratar de retomar la iniciativa. Aquí, hizo como Gomelsky -seleccionador soviético, con rango de coronel- cuando, de vez en cuando, realizaba cambios de cinco en cinco, es decir, cambiaba a todos los jugadores sobre el parqué. Se olvida Sánchez de que era una medida muy efectista, pero hacía perder ritmo de juego a su propio equipo y no conseguía mejores resultados. No obstante, la diferencia es que Gomelsky contaba con una docena de buenos jugadores y Sánchez tiene dificultades para encontrar repuestos sólidos -incluso titulares- en muchos de los casos.
Del mismo modo, Sánchez intenta fallar un tiro libre a propósito, como hizo Kazanowski en el partido de baloncesto que Canadá jugó contra España en Los Ángeles 84, para tratar de recoger él mismo el rebote, mediante carambola, y anotar una canasta de dos puntos. Le salió mal al canadiense, como le saldrá mal ahora a Sánchez el intento de provocar un fallo en el acuerdo del CGPJ para tratar de imponer después su voluntad por la puerta de atrás.
Recurre también a efectos populistas, para intentar que su afición se enerve y trate de animarlo, al estilo de los equipos griegos, haciendo el ambiente irrespirable, que es lo que trata con las marrullerías de la memoria democrática, las exhumaciones e inhumaciones y los impuestos nuevos que terminarán por ser anulados por inconstitucionalidad, doble imposición o invasión de competencias. Sin embargo, eso no siempre da resultado y llega un punto en el que el rival pierde el miedo y ya no tiene ningún efecto.
Del mismo modo, con esa presión, trata de poner a los colegiados a su favor, cosa en la que necesita esforzarse menos, porque Tezanos, como árbitro de las encuestas públicas, le sirve en bandeja, pero cuando no hay equipo que juegue bien, poco puede hacer ningún árbitro sesgado. Si nos referimos, sin embargo, al plano judicial antes mencionado, no le está resultando sencillo poner a los árbitros de su parte.
Trata, asimismo, de parar el reloj electoral todo lo que pueda, para intentar, de esa manera, y con faltas continuas -que merecerían la calificación de intencionadas, ahora llamadas antideportivas- acercarse al rival, pero olvida que, habitualmente, eso es una táctica a la desesperada que no da resultado.
Y olvida lo más esencial: trata de remontar en las encuestas, tanto como partido como en la condición de coalición de todos los que apoyan al Gobierno, pero pese a que en algún momento haya parecido que recorta distancias, debería recordar que en baloncesto no se culmina una remontada hasta que el equipo que la está haciendo se pone un punto por delante. Lo mismo le pasa en el plano económico, al no terminar de recuperar el nivel que tenía la economía antes de la pandemia. Cuando no sucede, cuando no se culmina una remontada, termina abriéndose de nuevo la brecha y perdiendo. Eso es lo mismo que le pasa a Sánchez: en su mejor momento, recorta un poco, pero no con el brío como para ponerse por delante; y económicamente ni con todo el ingente gasto público exento de reglas fiscales logra impulsar suficientemente la economía, con lo que, lo lógico es que la brecha vuelva a hacerse más grande tanto en las encuestas como en el crecimiento económico en comparación con el resto de la eurozona.
Qué podemos esperar de su gestión si a Sánchez se le ha olvidado hasta lo básico del baloncesto, cosa que, aparentemente, conocía.
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