Sánchez ante el espejo

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En las últimas horas, el argumento más utilizado es que algunos, más bien todos, deben abstenerse para facilitar que Pedro Sánchez siga en La Moncloa. El problema es que las adhesiones y las confianzas que genera su persona y su proyecto son escasas. Ayer, el ministro Ábalos, en un ejercicio de soberbia política, amenazó con unas nuevas elecciones y advirtió que las urnas –fíjense ustedes– tienen memoria. Yo le hubiese aconsejado que añadiera también que tienen colmillos, porque si de lo que se trataba era de meter miedo, meten más miedo los colmillos que la memoria. 

En cualquier caso, Pedro Sánchez quiso ser presidente del Gobierno, y para ello utilizó una estrategia que de alguna manera rompió todos los lugares comunes por los que de alguna manera había transitado el constitucionalismo con éxito en los últimos 40 años. Con su no es no, no solo fragmentó al Partido Socialista, sino que introdujo en a la socialdemocracia en las arenas políticas del posibilismo político más zafio. Y derrumbó todos los puentes construidos durante décadas en torno al interés general. 

Después llegó la moción de censura, y la cosa fue a peor. Porque en lugar de cumplir con la palabra dada, decidió crear una legislatura a su medida apoyado por aquellos que habían pisoteado, y seguían pisoteando, nuestro Estado de Derecho. Pero claro, a estas alturas, antes e hablar del bien nacional y del sentido de Estado, yo creo que habría que saber qué entiende Pedro Sánchez por sentido de Estado. 

Ahora sí, Pedro Sánchez habla de abstención a derecha e izquierda. Lo hace básicamente para agitar la filas de Ciudadanos. Y, si tampoco le sale su gobierno de cooperación con Podemos, pues finalmente se presentará ante la sociedad española como la gran víctima. Ya verán ustedes como si hay elecciones, va a hacer de don Juan Tenorio. Se lamentará diciendo aquello de “llamé al cielo y no me oyó, y pues sus puertas me cierra, de mis pasos en la Tierra responda el Cielo, y no yo”. Ya lo verán, será la gran víctima. Pero si algo hemos aprendido durante estos meses en los que Pedro Sánchez ha estado al frente del Ejecutivo es que no tiene proyecto para España más allá de su propia persona, exhibiendo una enfermiza obsesión por el tacticismo electoral.

El Partido Popular ya ha dicho que no piensa abstenerse, y hace bien. Porque como primera fuerza de la oposición es el encargado de construir una alternativa a un gobierno que sí o sí va a precisar de la gasolina que le suministren populistas, nacionalistas, independentistas, bilduetarras. En fin, una amalgama de intereses cruzados perjudicial para España. 

Lo que pasa es que todos aquellos que piden la abstención para Pedro Sánchez yo les recordaría que por lo menos en la obra de Zorrilla, don Juan Tenorio hizo un acto de contrición frente al comendador. Porque aquí, ni eso. 

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