Los ‘Queers por Palestina’ se encuentran con Palestina en la vida real

Queers Palestina
  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

Estaba siguiendo el caso de la representante Elise Stefanik, política republicana de Nueva York, que organizó una audiencia en el Congreso sobre el antisemitismo en los campus universitarios con las presidentas de tres prestigiosas universidades. Todos recordarán cómo le espetó a Claudine Gay, la nueva presidenta de la Universidad de Harvard: «¿Llamar al genocidio de los judíos viola las reglas de Harvard sobre intimidación y acoso?», que le respondió sin sonrojarse: «Puede serlo, dependiendo del contexto». También Elizabeth Magill, presidenta de la Universidad de Pensilvania, echó balones fuera con su «si el discurso se convierte en conducta, puede ser acoso».

Y es que las universidades estadounidenses se han convertido en lugares de exquisita sensibilidad… para algunos pocos. Por ejemplo, los profesores de Yale, Nicholas y Erika Christakis, tuvieron que abandonar sus puestos como decanos después de que Erika enviara un correo electrónico sugiriendo que los estudiantes universitarios, que habían calificado como «ofensivos» algunos disfraces de Halloween, podrían soportar perfectamente la visión de los mismos. Por ese pecado, ella y su marido, que la apoyó, fueron acusados de impedir un «espacio seguro» para los estudiantes de Yale. He escrito sobre esto en un libro reciente. Y no fueron los únicos en pagar gravemente por comentarios a años luz de la gravedad de los que Elise Stefanik preguntaba a la presidenta de Harvard.

Según la ideología predominante en los campus universitarios estadounidenses, los actos violentos se basan estrictamente en lo que llaman «faltas de género» y «lenguaje dañino». Sin embargo, cuando se trata de la masacre masiva de judíos en Israel por parte de una organización terrorista genocida, tales condenas y sus necesarias consecuencias no se ven en ninguna parte. Por ejemplo, la profesora de Yale, Zareena Grewal, no ha tenido empacho en justificar a Hamás en las redes sociales. «Los colonos no son civiles», dijo en X, mientras nos informaban continuamente de los horrores padecidos por los israelíes que tuvieron la mala suerte de vivir o disfrutar de una fiesta demasiado cerca de la frontera con Gaza. Grewal también explicó que no deberíamos sentir demasiada pena por el secuestro de una mujer israelí que Hamás se llevó a Gaza en una motocicleta porque una vez había servido en las FDI.

¿Y qué pasa con los «espacios seguros» para los estudiantes judíos? La presidenta de la Universidad de Cornell lamentó que fuera «imposible» responder a todas las tragedias del mundo, el presidente de la Universidad Northwestern dijo que «Northwestern no tiene la intención de hacer una declaración institucional» sobre la mayor masacre de judíos en un solo día desde el Holocausto y el presidente interino de Stanford, Richard Saller, declaró con la rectora Jenny Martínez que, si bien condenaban el terrorismo «como una cuestión moral», creían que «es importante que la universidad, como institución, en general se abstenga de adoptar posiciones institucionales sobre asuntos políticos o globales complejos». Y así podríamos seguir, lamentablemente.

Por eso, interesándose sobre este tema en las redes sociales, uno vive como una bofetada de realidad las imágenes de unos manifestantes LGTB en una concentración, decididamente antisemita, coincidiendo con activistas musulmanes propalestinos en un mismo «espacio». Espacio que, en este caso, estuvo muy al borde de ser decididamente «inseguro» para unos confundidos y alienados queer que apoyarían cualquier cosa con tal de que fuera lo contrario de lo que a su parecer sostendría la «derecha» proisraelí y pronorteamericana. Incluso sabiendo (es imposible que no lo sepan) que en los países musulmanes, sobre todo en los de la regla estricta, la gente de su misma orientación sexual suele acabar colgada de unas prácticas y multiusos grúas de construcción.

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