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¿Qué es más natural en el ser humano, la guerra o la paz?

Guerra
Guerra

Las primeras herramientas que creó el hombre (25.000 a.C) fueron piedras afiladas (los primeros cuchillos), hachas, arcos, flechas y lámparas; seguramente estos utensilios le permitieron subsistir, pero también intimidar, defenderse y matar. Hoy, debido al progreso de la tecnología, las armas se han sofisticado tanto que existen aviones no tripulados y misiles teledirigidos capaces de destruir una población en cuestión de segundos. Somos cada vez más eficientes para matar.

No ha existido una etapa de nuestra historia en la que el ser humano no haya sufrido guerras, invasiones, exterminaciones, genocidios, o batallas territoriales. Es triste pensarlo, pero las fronteras del mundo se han delimitado con sangre.

A pesar de lo mucho que hemos desarrollado nuestra inteligencia, tanto que hemos llegado a tomar conciencia de crear un sistema como la ética con el fin de auto-regular nuestros actos, lo cierto es que todo esto no ha impedido que nos liberaremos de la maldad, tan inherente al hombre como el propio instinto de supervivencia.

Se mire por donde se mire, la guerra es un acto incomprensible en nuestra época. La historia nos ha enseñado que del conflicto bélico no sale nada bueno, y que siempre son provocadas por unos pocos, que normalmente creen tener superioridad moral. Debemos asumir que los combatientes son gente tan normal como tú, y que, como diría Hanna Arendt, son personas que en algún momento “banalizaron el mal”. Y eso es lo más aterrador.

Basta estudiar el siglo XX para darse cuenta de que ha sido uno de los más violentos de nuestra humanidad: guerras de los Balcanes, la ítalo-turca, 1ª y 2ª guerra mundial, la polaco-soviética, China, civil española, Vietnam, árabe-israelí, Corea, Afganistán, Irán-Irak, el Golfo, Croacia, Bosnia, Sudán, Uganda, etc; revoluciones como la rusa (2 veces), mexicana, Madagascar, Kenia, Cuba, China, Chile, Irán, Nicaragua; genocidios como el armenio, griego, asirio, camboyano, ruandés, yugoeslavo, guatemaltés, Darfur (incluso hoy)… Y todo esto ha provocado, y sigue haciéndolo, desplazamientos, hambrunas, destrucción, dolor, odio, y por supuesto, deseo de venganza.

En el caso de Rusia no basta solo con indignarse, es necesario analizar su cultura y su historia, para entender lo que hoy sucede. El pueblo ruso ha sido con mucha frecuencia un pueblo bélico, como tantos otros en el mundo. Hay un acontecimiento que resulta revelador, y que se produjo poco después de que el tímido y poco militar Zar Nicolás II proclamara “la defensa de la paz y una posible reducción del armamento”, fue ejecutado por los bolcheviques.
Y si analizamos la historia rusa después de este hecho (1.918) hasta nuestros días, se observa que en cada década los rusos han impulsado revoluciones, guerras, e invasiones con todos sus vecinos, y con otros no tan próximos, como en el caso de la Guerra fría. Fue el propio Stalin quien dijo que «una única muerte es una tragedia, un millón de muertes es una estadística».

Pero aunque en este momento el conflicto ruso está en nuestras pantallas, no olvidemos que al mismo tiempo muchos países siguen viviendo situaciones de guerra desde hace años e incluso décadas, y que los medios de comunicación dejaron de hablar de ellos porque ya no son de actualidad. Hemos banalizado el mal.

“Vivimos en precario, amenazados siempre por el caos y la ley de la regresión ética de la humanidad” afirma José Antonio Marina en su libro “Biografía de la inhumanidad”. Y aunque hayamos avanzado mucho como humanos y no paremos de hablar de los beneficios de la globalización, la guerra solo nos demuestra que no hemos superado sentimientos tan primarios como el temor a lo desconocido, la tribu, la raza, los nacionalismos, los deseos de grandeza, o la demonización del extranjero. Y que basta con sólo un megalómano para exterminar a pueblo entero y retroceder a lo más primitivo del ser humano.

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