El precio a pagar por votar en conciencia

Acontecimientos recientes vuelven a poner en entredicho la partitocracia y regresa el debate favorable a la reforma de la Ley Electoral, abriéndose el camino a propósito de las listas abiertas y de paso reconducir la anomalía que supone el peso de los partidos separatistas en la política nacional.
Partiendo del hecho de que Unión del Pueblo Navarro (UPN) nace siendo vigente la UCD a inicios de la transición como reacción ante la posibilidad cierta de anexión de Navarra por el País Vasco, y atendiendo a los hechos recientes que apuntan ya en esa dirección con la rendición de los socialistas navarros ante Bildu, se entiende el voto en conciencia de los dos diputados de UPN en el Congreso. Lo irónico es que les supondrá perder el escaño.
Es conveniente aclarar que los diputados de UPN no querían servir a Pedro Sánchez de felpudo, una vez Bildu no quiso apoyar la reformita laboral, el mismo Bildu o sea ETA descapuchada para escándalo de la democracia.
Digo, irónico, porque precisamente la propiedad del escaño, si es personal e intransferible, lo es precisamente para salvaguardar el voto en conciencia.
Lo sucedido en el Congreso de los Diputados, más allá de la gravedad de los hechos por cuanto se ha violentado la soberanía nacional al negarse el derecho de un diputado a variar en tiempo y forma el sentido de su voto, ante todo es el síntoma de que los partidos viven por completo ajenos a la voluntad de sus votantes, pese a que estos últimos no sean conscientes de ello, como lo demuestra que sigan votando a quienes donde dije digo, digo diego. Es el milagro de las listas cerradas y una malentendida afinidad o fidelidad ideológica, en plan a los míos con razón y sin ella, cual rebaño.
Por ley cualquier escaño, sea local, provincial, autonómico o nacional, está sujeto al principio de pertenecer de manera irrevocable a su titular durante el período de vigencia sea la legislatura o como se le quiera llamar. Insisto que así es para salvaguardar el voto en conciencia del concejal o diputado.
No es casual que el voto en conciencia esté más protegido y valorado en el sistema de elección por listas abiertas donde cada distrito puede llegar a ser soberano atendiendo a las circunstancias y perfectamente explicado por el diputado navarro Sergio Sayas, cuando escribía en un tuit: “En política lo único que no puedes hacer es algo que no puedas explicar a tus votantes”.
Ahora, la dirección de UPN exige a sus dos diputados nacionales, Sayas y Carlos García Adanero, la entrega inmediata de su escaño, a lo que pueden negarse sin problema alguno. Aunque lo más probable es que no vayan en las listas en las elecciones de 2023. Es el precio a pagar por ser honestos y votar en conciencia. Resulta revelador el otro tuit de Sergio Sayas: “Hemos degradado tanto la política que a tener criterio se le llama transfuguismo”.
Un caso que nos toca de cerca es el contencioso que no cesa a propósito del Régimen Especial y que nunca acaba de cuajar, y ahora mismo en proceso de debate en el Congreso de los Diputados. Una rutinaria vez más.
Baleares aporta ocho escaños al Congreso y rara vez emplean una sola voz para reivindicar asuntos que afectan directamente a nuestra autonomía. Es el cáncer de la disciplina del voto, entendiendo por ello decir amén y solo amén. No hay distrito ni conciencia que valga. La dirección del partido es dios, señalando con el dedo a los elegidos para decir amén y solo amén.
Se entienden entonces las voces reclamando la reducción de escaños, para ahorrar costes, puesto que la mayoría de los asientos responden cerrilmente al dictado, o sea lo contrario a votar en conciencia que es lo que subyace en el espíritu del parlamentarismo democrático: el debate interno, en lugar de la nada más absoluta.
La prevalencia del partido como amo y señor de los escaños ya planeaba en el inicio mismo de la democracia con la obligación de firmar de antemano un documento de renuncia al escaño en prevención de la desobediencia a la hora de votar en plenos o comisiones, hasta que la Justicia dejó bien aclarado el carácter personal e intransferible del escaño y se acabó firmar un papelito en blanco por si las moscas. Se acabó el fraude.
Lo sé bien porque me sucedió en las elecciones locales de 1979, a pesar de ir el penúltimo en las listas de UCD: me hicieron firmar el papel y eso que mi posición en listas era sin posibilidades. No había piedad a la disidencia.
La excepción al voto en conciencia es el voto díscolo, que abre la puerta al transfuguismo, es decir, la tendencia a pasar de un grupo a otro y quien así obrase volvería a tener dificultad para explicar su actitud ante su votante, y maliciosamente siempre los habrá que traten de confundir metiéndose en el mismo saco ambas actitudes, criminalizando de paso el voto en conciencia y en consecuencia saltando por los aires el alma misma de la democracia: la integridad.
En momentos en que el periodismo ha renegado de la naturaleza del cuarto poder, hemos visto el escarmiento que pretenden imponer a los diputados navarros, tanto los tertulianos como los columnistas, así como las redacciones envenenadas por afinidades ideológicas. El desconcierto que se debería producir en la opinión pública en cambio no tiene lugar debido a un significativo estado de narcolepsia por el que atraviesa la sociedad.
La sociedad balear, sin ir más lejos, ha visto adormecida su voluntad para el emprendimiento enriquecedor después de 25 años del ir y venir del Pacte de Progrés con el absurdo añadido de ver cómo una minoría nacionalista le impone al resto su doctrina ante la pasividad cómplice de los grandes, con el PSOE decidido a instalarse en el poder como único objetivo y el PP para no ser señalado como extrema derecha por defender principios próximos a la Constitución.
En este cuarto de siglo no se ha producido ni un solo voto en conciencia y sí algún voto díscolo o tránsfuga, si lo prefieren. Lo que conduce al empobrecimiento moral que desemboca en la insignificancia en la que andamos instalados de un tiempo a esta parte con el agravante de ir a perpetuar la falsa idea de ser una comunidad rica. Tal vez sí lo éramos, con la mirada puesta en el pasado. Hoy, castrado el voto en conciencia, lo cierto es que nos enfrentamos a sus consecuencias: ser irrelevantes.
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