El panorama económico sigue empeorando

El panorama económico sigue empeorando

La economía se para cada vez más, en todos sus indicadores, tanto a nivel nacional como internacional. Por más que el Gobierno trate de ver otra realidad, la desaceleración es una realidad económica y no apunta a una mejoría, sino todo lo contrario.

Junto a dicha ralentización, la inflación no cede, adentrándonos en un escenario de estanflación, al menos en la inmensa mayoría de países de la eurozona, entre ellos, España. En nuestro país, pese a que haya un efecto estadístico que rebaje la tasa interanual -simple fruto de comparar con niveles ya elevados del año anterior- la inflación está haciendo mucho daño, como siempre sucede, en las rentas más bajas, porque son las que destinan más porcentaje de su renta al consumo, prácticamente el 100%, de manera que también soportan un mayor porcentaje de incremento de impuestos sobre su renta derivado de la inflación. Esto empobrece mucho a dichas personas y merma el consumo del conjunto de la población, así como la capacidad de ahorro, esencial para poder canalizarla hacia la inversión.

Para combatir la elevada inflación, el BCE está subiendo los tipos de interés, en un drenaje de liquidez en el que empezó con retraso y que, ahora, ha de realizar movimientos más fuertes ahora por dicho retardo de aplicación que lleva, que puede provocar una recesión más intensa de la inicialmente esperada. De hecho, con la intensidad actual de subida de tipos, las familias han de destinar un porcentaje muy superior de su renta al pago de las hipotecas variables y las empresas tienen dificultades de financiación. En el sector público, aunque la deuda valdrá menos, el coste de sus intereses supondrá un esfuerzo superior en el corto plazo, drenando recursos para servicios esenciales o incrementando más, todavía el endeudamiento.

En cuanto al sector exterior, la mayor confianza en la economía de EEUU y el mayor nivel de tipo de interés, desplazará inversores hacia EEUU, consolidándose la depreciación del euro. Eso impacta en el crecimiento europeo, porque muchas importaciones de energía se pagan en dólares, de manera que se encarecen. Como, además, son poco sustituibles, su inelasticidad no hace disminuir apenas el volumen importado, confirmándose el mayor incremento de importaciones.

Eso, a su vez, retrasará el control de la inflación, pudiendo motivar nuevas subidas de tipos más allá del 3,5% en la eurozona, ahora descartado por el BCE. Así, cualquier incremento de intensidad de la política monetaria restrictiva, necesaria para controlar la inflación, provocará una potencial mayor recesión.

Paralelamente, nuestra economía está manteniéndose por el sector exterior. Si cae con intensidad la renta en nuestros socios, disminuirán nuestras exportaciones y el turismo recibido, con impacto muy negativo en la economía española.

Todo ello, confiere un escenario muy adverso, sombrío, que en la segunda parte del otoño puede cobrar fuerza, desgraciadamente, que puede ser especialmente virulento en España por los grandes desequilibrios acumulados antes citados, que dejan a la economía española en una posición muy frágil. Lo previsible es que el empleo comience su destrucción y los desequilibrios presupuestarios se incrementen.

Por ello, urge, más que nunca, si cabe, un cambio en política económica, que impulse reformas -una política energética racional, sobre todo-, que disminuya el gasto -que es insostenible-, que no suba impuestos y que acelere el retorno a la senda de estabilidad presupuestaria, que, al mismo tiempo, ayudará, en el corto plazo, a la política monetaria a reducir los precios sin necesidad de que sea tan intensa.

Si el Gobierno sigue en su línea de más gasto, más impuestos y menos reformas, las medidas de política monetaria tendrán que ser más duras, la caída de la economía y el empleo se acentuarán, y el sufrimiento de las familias y empresas españolas será mucho mayor.

Con el horizonte electoral que hay, no parece que el Gobierno vaya a seguir la senda de la reducción de gasto y la estabilidad presupuestaria, sino más bien todo lo contrario, que haría que la situación económica empeorase aún más. Por parte de las CCLL y las CCAA también es probable que se intensifique el gasto en el primer trimestre de 2023, al ser año electoral. Todo ello, desequilibrará las cuentas.

Sánchez tratará de compensar la posible caída de la economía con más gasto, al mantenerse suspendidas las reglas fiscales en 2023. Esto le puede servir para el corto plazo, a costa de hipotecar el medio y largo plazo.  Ahora, eso lo puede lograr en el entorno macro, pero en el día a día va a ser muy difícil que pueda compensar la pérdida de poder adquisitivo de las familias (por inflación y por mayor pago de cuota hipotecaria) y de producción de las empresas (que descenderá por incertidumbre y mayor coste de financiación).

En resumen, el panorama económico de los próximos meses es sombrío. Puede que no se deteriore macroeconómicamente antes de las elecciones, que parece que es lo único que le preocupa a Sánchez, y quizás pueda salvarlo en el corto plazo dejando un déficit estructural brutal, pero lo que parece más difícil es que pueda solucionar los acuciantes problemas económicos de los ciudadanos, que tienen mucha dificultad para poder mantener su poder adquisitivo, aun renunciando a la capacidad de ahorro.

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