Escrivá, ni fu, ni fa

Escrivá

El soberano e histórico estacazo dado por Bruselas a la llamada Reforma Escrivá sobre las pensiones españolas viene a poner en tela de juicio, entre otras cosas, las capacidades técnicas del pícnico y ambicioso (sin mucha causa) ministro de Sánchez, que antes fue presidente de la Airef con Mariano Rajoy. Durante sus casi seis años de ministro ha perpetrado todo lo contrario de lo que recomendaba cuando estaba al frente de aquella autoridad de control. Éste es Escrivá, que se muere por la poltrona. Lejos de poner orden en el difícil capítulo de las pensiones, ha dejado un agujero sideral y ahora se tiene que enfrentar el Gobierno a un ajuste de 12.000 millones de euros.

En los países serios, una andanada de tal magnitud propinada por la entidad supranacional hubiera bastado (como ocurría antes en España) para que el ex empleado del BBVA hubiera recogido sus papeles y hubiera hecho mutis por el foro. Supongo que con algunas de sus famosas salidas de tono que suele utilizar ante los de abajo. Al de arriba, botafumeiro y lamida de suelas. Llegó como gran técnico y ha demostrado que no sabe utilizar siquiera la calculadora.

Sin embargo, Pedro Sánchez le ha entregado dos responsabilidades en las que, a tenor de lo que se ha visto y comprobado, será difícil que se emplee algo mejor que con las pensiones. El empeño en ordenar siquiera medianamente la llamada Función Pública no es precisamente una bagatela. Un asunto que lleva muchos lustros enquistado. En primer lugar, para meter mano al quilombo se necesita voluntad política, quemarse, enfrentar el tema con toda crudeza al olor de las cifras; parece evidente que ni Escrivá ni su todavía jefe están dispuesto a inmolarse en en ese empeño. Y después de necesita imaginación algo que no parece muy propio del susodicho.

Luego está el tema de la digitalización de España y de sus sectores productivos. ¿Qué sabe el sujeto de ésto? Absolutamente nada. Se han ido los mejores en la materia que habían servido a las órdenes de Nadia Calviño que, al menos, sí tenía una idea clara sobre una de las grandes prioridades de la economía y del futuro nacional. Calviño adquirió compromisos claros con la Unión Europea que, a juicio de los observadores, emprendedores y gente cualificada del sector, no parece que su sucesor tenga capacidad para cumplir.

Sin Rajoy, Escrivá continuaría, es un decir, en el BBVA, con sus ambiciones contrahechas. Luego fue una mera salida engañosa para Sánchez, en cuyos mítines el técnico aplaude con las orejas.

Es lo que hay señores… ¡Pasen y vean!   

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