Un obsceno ejercicio de manipulación para maniatar la democracia

Un obsceno ejercicio de manipulación para maniatar la democracia

En una comparecencia pública que pasará a los anales de la manipulación política, abrazado grimosamente a un sedicente victimismo, Pedro Sánchez anunció su intención de seguir en el cargo. Cinco días después, Pedro Sánchez vuelve a hacer de Pedro Sánchez para, en un nuevo golpe de efecto, erigirse falsamente en defensor de la democracia y comprometerse a hacer frente a la estrategia de acoso y derribo de la «derecha y la extrema derecha», entre la que incluye a jueces y medios de comunicación críticos.

Todo un aviso: Sánchez se arroga la condición de guardián del régimen y muestra su voluntad de hacer frente al fango de quienes no le bailan el agua. En suma: toda una amenaza a la democracia. Lo de menos ya es que haya utilizado perversamente los resortes del poder para someter a España y a los españoles a una tensión inédita en una democracia. Siendo eso grave, más grave es lo que, a tenor de su intervención, está por venir. Porque si Sánchez se erige en guardián de la democracia, combatiendo con su particular vara de medir a quienes se apartan de su sectaria manera de entenderla, este país corre el riesgo cierto de ver amenazada su libertad. Sánchez se coloca por encima del Estado de derecho a modo de vulgar dictador.

La grimosa performance de estos últimos días revela la catadura moral de un presidente que trata de combatir las decisiones judiciales y las informaciones periodísticas que afectan a su mujer arrogándose la condición de guardián supremo del Estado de derecho. La comparecencia de Sánchez desprende un insoportable tufo totalitario y es indiciaria de su voluntad de imponer el sanchismo como forma de Estado. Un régimen en el que todos tendremos que atenernos a su particular modo y manera de entender lo que es la democracia. Aterrador. Al final, cinco días después, Sánchez se ha quitado definitivamente la careta. Y lo que ha mostrado públicamente es el rostro más inquietante de un golpista encubierto.

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