No son unas elecciones libres

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Si es que finalmente se celebran las elecciones al Parlamento de Cataluña el próximo día 14 de febrero, como obstinadamente están intentando los socialistas Pedro Sánchez y su candidato Salvador Illa, no van a ser unas elecciones libres y ni siquiera se podrán considerar democráticas. Existen dos circunstancias que impiden que esta semana se puedan celebrar unas elecciones que reúnan los requisitos mínimos imprescindibles para que sus resultados puedan ser considerados como democráticos, y aún es posible que uno de ellos acabe impidiendo su celebración. Me refiero, por un lado, a la pandemia de COVID-19, ocasionada por el coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave tipo 2 (SARS-CoV-2), que empezó a finales de 2019 en China y afecta ya al mundo entero. Y por otro a la pandemia del virus del odio, de la intolerancia, de la xenofobia y del extremismo violento y radical que afecta a Cataluña desde hace mucho más tiempo.

No son unas elecciones libres, en primer lugar, por el coronavirus, que es el impedimento que puede que finalmente provoque que las elecciones no se celebren este domingo. Las Juntas Electorales catalanas tendrán que decidir ese mismo día 14, pasada la hora de constitución de las mesas electorales, si se dan las circunstancias imprescindibles para que las elecciones puedan celebrarse con garantías. Y ello va a depender de que los ciudadanos designados por sorteo para ejercer de presidentes y vocales de dichas mesas se hayan presentado o no. La amenaza de multas y sanciones que pesa sobre los desafortunados catalanes a los que les ha tocado la papeleta de formar parte de una mesa electoral cuando está desatada la tercera ola de la pandemia, sabiendo que se van a presentar a votar infectados sintomáticos o asintomáticos, puede no ser suficiente para que muchos de ellos acepten poner en riesgo sus vidas y las de sus seres queridos. El 25% de los llamados ya han alegado para ser eximidos y es más que probable que muchos de los que no han alegado simplemente sean insumisos que prefieran pagar la multa a correr tan alto riesgo.

Pero no serán unas elecciones ni libres ni democráticas sobre todo por el odio que ahora incendia sus calles y que empezó a sembrarse en Cataluña en la Transición, cuando se decidió entregar a las comunidades autónomas unas competencias en educación que jamás debieron haberse descentralizado. Ese error fue haciéndose cada vez mayor porque los sucesivos Gobiernos de PSOE y PP no tuvieron escrúpulos y cuando fueron necesitando los votos de los partidos nacionalistas, cada vez que no conseguían mayorías absolutas, a cambio de lograr su apoyo cada vez les cedieron mayores competencias. Hasta que, en 2012, en plena crisis financiera, Artur Mas se vio lo suficientemente fuerte como para exigirle a Mariano Rajoy un régimen fiscal similar al cupo vasco, amenazando con celebrar un referéndum de independencia si el Gobierno de España no cedía a su chantaje. Amenaza que se concretó con el golpe de Estado del 1 de octubre de 2017 que provocó que la ciudadanía siguiera el ejemplo de los delincuentes que dirigían las instituciones catalanas pervirtiendo y degenerando así al conjunto de su sociedad.

El odio, la intolerancia, la xenofobia y el extremismo violento y radical ha sido propagado por el sistema de educación catalán y por sus medios de comunicación subvencionados por una Generalidad golpista y delincuente. Han criado así a varias generaciones de radicales extremistas que se autodenominan antifascistas o separatistas, pero que, en realidad, no son más que marionetas sin cerebro manejadas por unas autoridades en rebeldía permanente contra la ley y el orden. Durante toda la campaña electoral VOX no ha podido organizar ningún acto en Cataluña que no fuera objeto de violentas agresiones consentidas por unos Mozos de Escuadra que obedecen las instrucciones de la Generalidad. No existe igualdad de condiciones con respecto al resto de partidos políticos que se presentan a dichos comicios, quienes han podido llevar a sus actos hasta al condenado por pertenencia a organización terrorista, Arnaldo Otegui, sin que nadie los molestara. En consecuencia, las del 14-F, si es que finalmente se celebran, no serán unas elecciones libres ni democráticas.

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