No son de fiar

No son de fiar
No son de fiar

No veo necesario manchar ni una sola línea para llamar la atención de los males del tiempo presente de esta España que nos ha tocado vivir. Son una evidencia y, como tal, no reclaman demostración alguna. Todos estamos al corriente de la situación, salvo quienes no quieren ver. Tan peligrosa realidad no ampara, sin embargo, el pensamiento de muchos de que el tiempo pasado fue mejor. Esa añoranza, por cierto, es mal de senectud, propia de gentes muy conservadoras, que anhelan, de alguna forma, repetirlo y que, con verdadera ineptitud, adquieren, a veces, expresión política partidista. Muchos de ellos se agrupan, en este momento, en torno al nada inteligente Vox.

Creo que, efectivamente, se puede afirmar y sostener que los grandes males del presente, que existen, provienen, como los de todos los tiempos pasados, de la incompetencia e ineptitud manifiestas de quienes pretenden dirigir nuestras vidas. Están en el puente de mando del Estado merced a la complicidad de quienes los eligieron en su día y que, probablemente, sigan, en un gesto estúpido de soberbia, envidia y rencor, apoyándolos. ¡Qué espectáculo! Tiramos piedras a nuestro propio tejado y caemos en la trampa de protagonizar, al menos indirectamente, el odio, la división y el enfrentamiento entre hermanos.

Tanta polarización, alentada desde los extremos del Gobierno y Vox -y silenciada, por cierto, desde las esferas de la jerarquía católica-, ha vuelto a calar en el alma de muchos españoles. Callan, consienten y no acaban de reaccionar de cara al futuro. No advierten, al parecer, que están, de alguna forma, propiciando la ruptura misma del sistema constitucional, pendiente en todo momento de los enemigos declarados de la propia España -ERC y Bildu- y de la ambición del narcisista presidente del Gobierno. Estamos al borde de «acabar con la nación». Se está llevando al país «a un situación límite» en la que «las bases de la Transición están siendo dinamitadas», como ha subrayado Raúl del Pozo al consignar la opinión del expresidente Aznar.

Es muy triste tener que reconocerlo. Pero la valoración que acabo de expresar no parece exagerada. La actitud de este Gobierno, como se suponía dada su composición y sus apoyos parlamentarios, ha consistido en la aceptación, como criterios de su gestión, de los pecados capitales contra el sistema democrático. En efecto, desde un principio, este Gobierno ha hecho gala de regirse por la mentira, la ocultación y la manipulación, por el sectarismo, por la agitación de la polarización más intensa, por la arbitrariedad y la discriminación, por querer tener siempre y en todo la razón, por no aceptar límite alguno a su profesada verdad ideológica, por despreciar a todo aquel que no le rinde sumisión, por no respetar la separación de poderes ni el imperio de la ley, por controlar y utilizar las instituciones al servicio de sus intereses partidistas, por aspirar a imponer su moralidad en la vida privada y estrictamente personal de los ciudadanos, por utilizar siempre una doble vara de medir, por imponer la cancelación del discrepante, por sostenella y no enmendalla, por presentar al centroderecha como enemigo de las mujeres, por atribuirse en exclusiva el derecho a dictar qué se puede y qué no se puede decir y hacer en cualquier orden de la vida, por utilizar a su servicio los medios públicos de comunicación, por definir según sus conveniencias en cada momento qué es violencia política y señalar con el dedo a quienes, supuestamente, la practican, por hacer que los medios terminen por ser más importantes que los fines, por utilizar el dinero público para atajar el voto, etc., etc., etcétera.

No lo duden. La ruta de Sánchez proseguirá en la dirección pactada: culminará el asalto a la justicia; facilitará, con la eliminación de la malversación, que Junqueras pueda ser candidato a la Generalitat; pondrá en marcha un referéndum en Cataluña; tratará de ilegalizar a Vox y, al final, irá a por la Corona. Todo ello mediante un uso, aún más intenso, del poder autoritario y antidemocrático, que se ha procurado en estos años. Se hará más palpable y penetrante lo que ya venimos padeciendo: que «la política», en expresión de Vargas Llosa, «corrompe profundamente a los seres humanos”. Y, mientras tanto, el patriota Vox también seguirá su ruta: hacer ruido, vociferar, hacer el juego a Sánchez.

Aquí en Mallorca, merced a la fiel devoción de Armengol por el itinerario de Sánchez, seguiremos padeciendo el sectarismo y la manipulación, la prepotencia y la doble vara de medir. Seguiremos, dada su incompetencia para la gestión, sin soluciones fiables y sostenibles a la educación, a la sanidad, a una comunicación cívica inteligente y útil, a una tutela eficaz de las libertades individuales, a una ordenación del turismo y a una atención del campo, como se merece. Los grandes problemas reclaman más diálogo y más apertura a la participación de todos de lo que, en estas dos legislaturas pasadas, han demostrado ustedes.

¿Qué hacer ante tan grave desastre y tan arrollador panorama? A mi entender, la solución ha de venir del pueblo soberano. Quienes nos han puesto al borde mismo del precipicio no son, por supuesto, de fiar. Hay que ser más inteligentes y propiciar otras opciones más tolerantes y moderadas y más respetuosas con el protagonismo del ciudadano, único competente para decidir su destino. Esto, señores de la izquierda descontentos del sanchismo e ineficaces patriotas de Vox, sí que va con ustedes, sí que les incumbe, como con todos los ciudadanos responsables. ¿Se atreverán, por esta vez, a dar un paso al frente? ¿No quieren ser artífices del cambio en esta maltrecha España?

La mentira, como dijo Albert Camus, «puede llegar a triunfar cuando la verdad le tiene miedo a sus propias fuerzas». Esto lo hemos visto y protagonizado hasta ahora. Sin embargo, creo que estamos ante «un tiempo en que la verdad no quiere morir», como ahora mismo se grita por los rincones de media España. Estamos, pues, ante un reto apasionante. Sólo necesita esperar el momento oportuno, el momento de las elecciones, y ejercer nuestra posición soberana. Es la responsabilidad de cada cual.

Es claro que todos los apoyos de este Gobierno han fagocitado el socialismo democrático. En realidad, por su ambición y narcisismo, Sánchez ha aceptado complacido un marxismo falso, que se atribuye para sí el monopolio de la verdad y busca una revolución autoritaria. ¡Hay que resistir! Todos juntos, solidarios en el sufrimiento, constituiremos la gran fuerza democrática que acabará con tanta mentira y hará que rebrote la esperanza de una España diferente.

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