No podemos bajar la guardia
Al parecer estamos en una nueva alerta yihadista. Otra vez tenemos al Estado Islámico animando a los suyos a matar infieles. Y, a pesar del lamentable papel hecho por este gobierno nuestro, preso de las obsesiones de sus socios de extrema izquierda (siempre anti israelíes), y de que el establishment social y mediático sigue tan propalestino, no se va a salvar España. Mantenemos el nivel cuatro reforzado de alerta antiterrorista sobre cinco, debido a que en nuestro país el yihadismo tiene una fuerte presencia al ser considerado una tierra de conquista.
El Estado Islámico está difundiendo estos días una nasheed entre sus fieles en España, un cántico de guerra para los lobos solitarios de la yihad de habla hispana. Cataluña, que también es una de las regiones con más presencia de tendencias propalestinas en partidos y medios de comunicación, es una comunidad especialmente en alerta por la gran presencia de mezquitas salafistas donde se lanzan mensajes radicales. Da igual que TV3 sea uno de los principales portavoces de la causa palestina y que ataque continuamente a Israel, y que incluso considere a Hamás no como una organización terrorista sino de «liberación nacional». Corremos el mismo peligro que cualquiera. El alto el fuego en Gaza ha puesto fin momentáneamente a las hostilidades entre Israel y Palestina. Pero la guerra no sólo se ha cobrado decenas de miles de víctimas y nos ha dejado una inquietante inestabilidad en el Próximo Oriente. Israel ha demostrado su voluntad de que no se vuelva a repetir otro 7 de octubre y su gran capacidad militar. Y este enemigo se alimenta principalmente de los sentimientos de humillación. Gracias a esta actividad de propaganda, el ISIS tiene «lobos solitarios» repartidos por todo el mundo y listos para atacar.
Giovanni Sartori nos advirtió de que estamos en manos de políticos ignorantes, que no conocen la Historia ni tienen cultura. Decía que la Unión Europea es un edificio mal construido y que se está derrumbando porque algunos han creído que se podía integrar sin más a los inmigrantes musulmanes. Y se está demostrando que no es posible por su falta de respeto a valores tan arraigados en la cultura europea como la tolerancia y la igualdad entre el hombre y la mujer. Sí, la relación del Islam con las mujeres es un asunto devastador y existe un abismo cultural insalvable. El escritor argelino Kamel Daoud dio una vez esta explicación: «La mujer es negada, velada, encerrada, poseída. El cuerpo de la mujer pertenece a todos, pero no a ella, y no es visto como lugar de libertad».
Angela Merkel fue muy optimista. Decía que quería que los inmigrantes absorbieran los fundamentos culturales de nuestra convivencia; es decir, el sistema de valores, de reglas y de comportamientos que rigen entre nosotros. Ya han visto las masacres de esta Navidad en Alemania. Un exitazo. La idea del multiculturalismo se ha intentado imponer en Occidente, siguiendo la línea de lo políticamente correcto. Esa filosofía se basa en que en una sociedad pueden convivir sin obstáculos culturas diversas. Cierto que, por ejemplo en el Reino Unido, no parece haber problemas con los hindúes, los sijs, los jainistas, los cristianos africanos o los cristianos árabes. El Islam es el problema. Y nos dirigimos al fracaso porque nunca les exigimos que el respeto a los valores occidentales, europeos, fuera innegociable. La izquierda siempre se negó.
La llegada de Trump al poder se enmarca en una ola de rechazo de ciertas formas de hacer política que ha traído fundamentalmente la izquierda y que han sido un fracaso. Sartori, que murió en el 2017, se lamentaba de que no hubiera en el mundo ni líderes ni hombres de Estado. Ahora llega otro estilo. Los líderes fuertes y menos sensibles al diálogo, ¿van a atemperar o van a exacerbar el peligro que nos llega del Islam? En todo caso, las demás alternativas no parecen haber funcionado. Nos espera un 2025 de puro vértigo.