Negociaciones asimétricas

Negociaciones asimétricas

Después de más de una semana de asaltos, destrucción y pillaje en Cataluña, los independentistas vuelven a pedir “diálogo”. ¿Por qué dicen “diálogo cuando quieren decir “mucho más”? No era diálogo lo que hubo durante los meses de septiembre y octubre del 2017. Es descacharrante escuchar ahora a Carmen Forcadell decir que “quizá” no tuvieron suficiente “empatía” con los catalanes no nacionalistas. ¿Empatía? Desde luego, es puro sarcasmo calificar de falta de empatía un golpe de estado. No se le ocurrió a Tejero porque eran otros tiempos, y esas sensibilidades no estaban muy bien vistas por aquel modelo de golpista. Pero por lo menos no nos tomó el pelo.

Podemos dialogar, cómo no. Pero no, nunca, jamais, never, desde la asimetría que los nacionalistas consiguieron y que ha ido aumentando durante estos 40 años. Si algo ha resultado letal para los ciudadanos no nacionalistas de este país ha sido la asimetría de unas autonomías que acabó volviéndose, no sólo contra el resto de los españoles, sino especialmente contra ellos mismos. Habrá que empezar a hablar de este tema.

Vamos a dialogar sobre competencias. Los catalanes sabemos cómo se ha utilizado la escuela y la universidad para agrandar la brecha entre catalanes y españoles. En estos momentos, escuelas, institutos y universidades están tomadas por los independentistas. De hecho, este miércoles en que escribo, los estudiantes de la Facultad de Derecho de la UAB ni siquiera pueden acceder a sus clases. Cierto que esta cuestión habría que enmarcarla en un debate más general sobre la toma de las universidades españolas por los grupos radicales fascistas.

Vamos a dialogar sobre medios de comunicación. Parecía una estupenda idea que Cataluña tuviera una televisión propia que hablase de temas que concernieran a sus ciudadanos y operase dentro de un proyecto de promoción de sus rasgos más particulares. Bien, ya hemos visto qué ha sucedido. El español, lengua habitual de más de la mitad de Cataluña, fue expulsado.  La ideología independentista, con la que se identifica menos de la mitad de la población, permea desde los noticieros hasta los programas de cultura y entretenimiento convirtiendo en extraños a los no nacionalistas y dando ventaja a los separatistas frente a quienes querrían ver en su televisión el cultivo de la unidad. Esto es extensible a los medios catalanes que subvenciona la Generalitat en general.

Vamos a dialogar sobre elección de lengua. Los catalanes de lengua preferente española, o los catalanes que simplemente desean que sus hijos salgan igual de preparados en ambas lenguas no tienen opción. A eso se añade el ya nada disimulado adoctrinamiento por parte del profesorado y cargos administrativos sobre niños y jóvenes. Queremos 50/50. Nada de este pacato 25% que proponen los socialistas y otros rehenes del nacionalismo.

Vamos a dialogar sobre los cuerpos y fuerzas de seguridad en Cataluña. Vamos a hablar de los Mossos. Cuando todo empezó pudo parecernos una muestra de proximidad y de suave folclore local. Pero deberíamos haber pensado que cuando una autonomía pide fuerzas del orden propias apelando a la historia y a los hechos diferenciales se abre un camino peligroso. El nacionalismo desemboca siempre en deslealtad, y lo que era una creciente sospecha se ha ido confirmando estos dos últimos años.

A estos puntos se pueden ir añadiendo otros, como la Sanidad y el desbarajuste de tarjetas y prestaciones. Si se dialoga hay que retroceder y reparar errores. Nada de dialogar desde la asimetría aceptada y del chantaje de la violencia desde el mismo establishment.

Y quiero cerrar el artículo instándoles a ir este domingo 27 a la manifestación que organiza SCC. Sin complejos y sin disfrazarnos de blancos corderos. Si las señales de apaciguamiento y de no “confrontación” salen de las víctimas éstas merecen que se las coman los lobos. Y esos lobos no tienen escrúpulos.

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