Las mutaciones de ómicron se dirigen al portal

Las mutaciones de ómicron se dirigen al portal
Las mutaciones de ómicron se dirigen al portal

Sintiéndolo muchísimo (yo probablemente la que más) estas navidades vuelve la burra de la contención coronavírica al trigo con ómicron, su variante más ingeniosa e inquietante.

Como saben, la Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha definido como «variante de preocupación», la categoría del listado conocido de SARS-CoV-2 en que también se encuentran alpha, beta, gamma y delta (la OMS, muy mona, decidió este 2021 recurrir al alfabeto griego para nombrar las nuevas variantes en vez de estigmatizar a los países donde surgía cada una de ellas con su nombre)

Como imaginaran, las de “preocupación” son las variantes del virus que se transmiten con más facilidad, las más virulentas y las que presentan cambios tan numerosos que nuestros cuerpos serranos podrían no reconocer al virus si entramos en contacto nuevamente con él, incluso estando vacunados.

La nueva cepa del coronavirus, Ómicron, avanza espeluznantemente (como las muñecas de famosa lo hicieran, al portal) y ha puesto en jaque, por navidad, a países de todo el globo, donde España, otrora divertido país de sobones, no debe quedarse atrás en la precaución, aunque es pronto para certificar si se convertirá en tsunami, y aunque sólo sea para no quedar de miguelbosés.

En efecto, en España somos muy tocones, o demostrativos, llámenlo como quieran, aunque, lo siento, no más que Italia, el país que más temprano sucumbió a la primera ola del virus (¿llegaremos a la noningentésima?).  Con respecto a los besos, en Italia y Francia es parecido a España, aunque los franceses dan tres o cuatro besos y los italianos los dan al revés. Lo que está fuera de toda controversia para los que han vivido por Europa es que en España, país de la fiesta, el “terraceo” y el “tardeo” (por no hablar de la vida nocturna)  salimos más. ¡¡España es el país con más bares del mundo!! Y todos hierven, y bien que hacen, por navidad.

Mientras, la imagen nacional de nuestros políticos está bajo mínimos empezando por el gobierno y ese “gabinete de espectros”, que de haber existido (compuesto de verdaderos y eficaces expertos en cada una de las materias involucradas en la pandemia) seguramente nos encontraríamos en un otoño menos absurdo.

En ausencia de directrices competentes, crucemos los dedos amigues; yo, con máxima aflicción he cancelado lo más pinturero de mi agenda navideña sin saber realmente si vale la pena semejante expiación ni qué está pasando aquí.

Lo que también es innegable (además de lo de sobones) es que, si a un español le prohíben, obedece, pero si le aconsejan, pasa de todo… ¿Somos personas inmaduras? ¿Funcionamos por el “me pillan no me pillan”?

Por otra parte, los españoles tenemos una relación con nuestros mayores infinitamente más estrecha que nuestros vecinos europeos que se van de casa antes y cuando lo hacen cortan el cordón umbilical radicalmente. Nada de comiditas familiares los domingos. Además, sin ser de los países más añosos de Europa, sí tenemos la esperanza de vida más larga, por encima de los ochenta años, por lo que contamos con un gran porcentaje de población altamente desvalida ante el coronavirus.

Se mire por donde se mire, querides, tendremos que reducir los achuchones para evitar un nuevo cierre de la vida pública y las temidas hospitalizaciones, al menos mientras los científicos y los técnicos se aclaran o los poderes mefistofélicos de ómicron acaban con nosotros de una buena vez.

Y ¿cuánto dura la protección de las vacunas contra COVID-19? Me cuentan mis médicos allegados que, si la nueva cepa es más infecciosa pero menos peligrosa, podría ser una buena noticia: que el virus finalmente se convirtiera en uno de los coronavirus comunes, como el de la gripe o el resfriado, los de siempre, vamos.

¿Serán, los virus, más inteligentes que nosotros? Hablo con sanitarios, funcionarios, comerciantes, taxistas, busco en el Instagram de Iker Jimenez… lo que está claro es que la crisis sanitaria mundial no ha terminado y que la situación sigue siendo precaria (y castradora). Y que ante esta guerra de las galaxias del hombre (y la mujer, y todes) contra los microorganismes hay que vacunar lo más posible, mantener el uso de las mascarillas y la cordura.

 

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