La Moncloa a cambio del País Vasco
El filósofo Fernando Sabater acaba de dar de lleno en la diana cuando en Onda Cero, refiriéndose a Pedro Sánchez, ha pronunciado la siguiente frase: “Es escandaloso que alguien diga que si no se le apoya, está dispuesto a ir con cualquier fuerza”. Acto seguido, entrando en la polémica en torno a Vox, ha añadido que “no gustan por sus ideas, pero lo que ha significado Bildu, que viene de ETA y tiene el planteamiento político etarra, eso son otras cosas”.
Difícilmente podría resumirse mejor el chantaje al que ahora Sánchez quiere someter al conjunto de la sociedad española. Tampoco debería de sorprendernos dicha actitud. Su obstinación no resulta novedosa; viene de lejos. De hecho, ya ha sometido al país a casi cuatro años de parálisis política. Esa terquedad unida a su falta de escrúpulos a la hora de pactar con la extrema izquierda y los independentistas, más una sucesión de carambolas –de las que él mismo ha sido el primer sorprendido– le ha llevado, por fin, a ganar unas elecciones generales. Tardó un cuatrienio, pero lo ha conseguido. La victoria, en cualquier caso, es precaria. El peor resultado de Rajoy en unos comicios generales supera en escaños y votos a Sánchez.
¿Por qué Rajoy no pudo afianzar su legislatura y Sánchez, en cambio, parece capaz de hacerlo? La pregunta tiene respuesta sencilla: porque no tiene escrúpulos en pactar con los independentistas. Obviamente, este apoyo es a cambio de algo. En el caso del PNV y EH Bildu, a cambio de un nuevo estatuto para el País Vasco que reconozca a este territorio como “nación”, le otorgue aún más autogobierno y permita la celebración de un hipotético referéndum.
Prueba de que estas medidas son las que se están negociando es la disposición del independentismo a posponerlas. Primero quieren afianzar a Sánchez en La Moncloa para, de este modo, luego tener cuatro años por delante en los que avanzar hacia su proyecto que –no nos engañemos– tiene como fin la ruptura de España.
Sombrío historial el de Sánchez. Repasémoslo: ha ocasionado casi un año de gobierno en funciones, una investidura fallida, una repetición de elecciones, la expulsión de su propio partido, una moción de censura y una precaria victoria electoral. Y todo, para esto.
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