Apuntes Incorrectos

Minar a Ayuso y a Vox es un suicidio

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En un país en el que el presidente del Gobierno es capaz de decir que aquí se ha vacunado a todos sin preguntarles previamente a quién han votado puede suceder cualquier cosa. En un país en el que Sánchez quiere confiscar parte de los beneficios de las eléctricas para remontar en las encuestas cada vez más desfavorables por la explosión del precio de la luz, cualquier acontecimiento, por extravagante que parezca, es posible. Pero quizá el más sorprendente de todos sea el de los enredos en el Partido Popular con la señora Ayuso, que acaba de ser reconocida en Milán como la dirigente que mejor ha sabido afrontar la pandemia.

Todas las encuestas dicen que el PP de Casado está muy por encima del Partido Socialista y que en caso de que se celebraran elecciones en estos momentos podría gobernar. Pero lo sustancial de esta predicción es el detalle: sólo podría gobernar con el apoyo de Vox. Según estos sondeos, parece que Casado ha encontrado el espacio de moderación política que podría llevarle a La Moncloa, liquidando previamente a un Ciudadanos que espera el tiro de gracia, y beneficiándose de la separación del discurso conservador de los partidarios de Abascal.

Puede que así sea, pero mi vaticinio, que creo que avalan los hechos precedentes, es que jamás el PP volverá a obtener la mayoría absoluta. Necesitará irremediablemente a Vox, por fortuna, y por eso convendría empezar a rehacer puentes con Abascal, al que Casado, de manera casi imperdonable, insultó, humilló y vejó en el Congreso de los Diputados durante la moción de censura ante el enemigo común, que es Sánchez.

En mi modesta opinión, si Casado ha llegado donde está es gracias a Ayuso. Esta chica que denigra a diario el aparato progresista tuvo la intuición de convocar elecciones anticipadas en Madrid y barrer a la izquierda. Lo consiguió gracias a la determinación con la que combatió el Covid, primero habilitando Ifema para el tratamiento de los infectados, luego construyendo en un tiempo récord el hospital Isabel Zendal, después siendo lo más generosa posible en el tratamiento de la hostelería y del comercio, que pasaban grandes penalidades, y luego continuando con la política de bajos impuestos y de fortaleza en la prestación de servicios que han sido la punta y lanza de Madrid desde hace décadas.

Parece además que la tonta de Ayuso no sólo posee intuición sino también principios. Y así planteó su batalla electoral en torno al lema Socialismo o Libertad, con unos réditos favorables francamente escandalosos. Ganó de calle, sí, pero necesita a Vox para gobernar. Por fortuna. Y digo por fortuna porque creo honestamente, a diferencia de algunos de los encuestadores que pronostican un estancamiento del apoyo a los de Abascal, que Vox está muy cerca de los problemas de los ciudadanos.

La gente está harta de la inmigración ilegal, está cansada de que el presupuesto del estado de bienestar discrimine positivamente a los recién llegados en contra de los nativos -en las ayudas mensuales, en el acceso a la vivienda-, piensa con razón que los menores sin acompañante se han convertido en muchos casos en un problema de orden público, y cree, con el respaldo estadístico a su favor, que muchos de los delitos que se cometen a diario tienen que ver con esta clase de población en situación irregular que ni comparte nuestro credo ni está dispuesta a integrarse.

Hay también cada vez más personas que tampoco tragan con las exageraciones sobre la violencia de género, que es un cáncer que hay que combatir y al que prestar prioridad absoluta, pero que la izquierda ha convertido en parte de la disputa política perdiendo el sentido noble de su persecución; y sospecha cada vez más del trato diferente del varón respecto de la mujer en los conflictos familiares de todo orden, así como del interés crematístico que mueve básicamente a todas estas organizaciones y asociaciones pretendidamente humanitarias y habitualmente dirigidas por indocumentados que aseguran defender los derechos ajenos pero sólo buscan el beneficio propio.

Hay además mucha gente harta de la sobre exposición del grupo LGTBI, de sus ínfulas, de su afán de protagonismo, de sus ambiciones y de las generosas ayudas y subvenciones que recibe. De sus chiringuitos y puestos de churros. Como bien ha dicho Iván Espinosa de los Monteros “oponerse a las políticas de los colectivos subvencionados LGTBI no es ser homófobo, oponerse a los chiringuitos del lobby feminista no es ser machista, oponerse a lo que opina la izquierda no es ser fascista». Hay todo un sector de esta sociedad que todavía no ha entendido que el consenso no consiste en que hagamos todos lo que dice la izquierda o el separatismo, la democracia consisten en opinar de manera distinta y cuando uno opina de manera distinta no atribuirle delitos. Me parece que la señora Ayuso suscribiría íntegramente estas palabras y me gustaría que Casado pudiera algún día hacer lo mismo.

Hay muchos ciudadanos a los que les parece totalmente intolerable el conflicto legendario que plantean los okupas y, en conjunto, el aire delincuencial que defiende la izquierda bajo la coartada del buenismo. Y todas estas causas las aporta Vox, que será un socio formidable en la Comunidad de Madrid, y lo sería, en caso de que así lo dicten las urnas, en el conjunto de la nación, por mucho que pese a Pablo Iglesias y a los que quieren destruir el país.

El caso es que, en estas circunstancias tan benévolas para el centroderecha, se ha armado un lío porque Ayuso aspira legítimamente a dirigir el PP de Madrid, exactamente igual que sucede en el resto de las autonomías donde gobierna un miembro del partido, pero parece que Casado y sus secuaces no lo ven de la misma manera. Son reticentes o se oponen porque no quieren dar a Ayuso mayor protagonismo del que tiene. ¿Se puede ser más corto de miras? ¿Se puede dar un mayor signo de debilidad?

La señora Ayuso es en estos momentos el principal activo del PP. Es el muro de contención del sanchismo, la Agustina de Aragón, la persona a la que más detesta el presidente, la que impulsa desde el Gobierno de Madrid las políticas contrarias a las del Ejecutivo de la nación con un éxito indescriptible. Por eso todo lo que gane Ayuso será para Casado. ¿Cómo se puede ser tan apocado, tan inseguro o retorcido para pensar lo contrario? Todo lo que sea poner trabas a Ayuso es ayudar a Sánchez, que estará encantado de encontrarse con el PP dócil y pastueño con el que sueña.

Ahora bien, para que el tándem Casado-Ayuso funcione es preciso que el primero recupere las ideas por las que ganó las primarias del PP, que luego ha ido desgraciadamente abandonando. Que las vuelva a abrazar y que entre en sintonía perfecta con la señora Isabel. Señalaré sólo algunas de las que mencionó, a efectos prácticos, Esperanza Aguirre en su inefable entrevista del lunes pasado en el diario El Mundo: “Hay que derogar todas las leyes ideológicas de Zapatero -que obvió Rajoy- y todas las de Pedro Sánchez”:  la ley de memoria democrática o la eliminación de la presunción de inocencia de los hombres en la ley de violencia de género, que es anticonstitucional.

Hay que dar de una vez por todas la batalla cultural y empezar a arrebatar la hegemonía de la izquierda en este terreno. Hay que liquidar por completo el sistema educativo implantado por la izquierda para destruir a nuestros hijos y privarles de futuro asegurándolos como siervos. Será un empeño arduo, largo y costoso, que exige una determinación a prueba de bomba pero que merece la pena por dos razones: primero para revigorizar y fortalecer al votante de derechas, que no entiende los enredos cainitas del momento. Después, y más importante, para enderezar la nación que el sanchismo está convirtiendo en material de derribo. En una escombrera.

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