Mediapro, monopolio bajo sospecha

Mediapro, monopolio bajo sospecha
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Después de que la Corte Federal de Nueva York haya procesado por prácticas corruptas a Gerard Romy, el que fuera la mano derecha de Jaume Roures, la pregunta resulta obligada: dado que Romy era una pieza importante dentro del entramado de Mediapro y cualquier decisión que adoptara siempre estaba condicionada a la última palabra de Roures, ¿puede Mediapro seguir ostentando el monopolio de los derechos del fútbol por televisión en España?

La respuesta es no. Y no se trata de un impedimento legal, sino de ética profesional. Romy, que durante años ha sido investigado por el pago de sobornos a directivos de la FIFA para que Mediapro consiguiera los derechos de retransmisión de partidos de fútbol, se enfrenta a una acusación que puede llegar a una condena de más de 20 años de cárcel por cada cargo. Y recordar que entre los derechos amañados por medio de prácticas corruptas se encontraban los encuentros de clasificación para el Mundial de Qatar 2022.

Con independencia de que el procesamiento del que fuera su mano derecha deje a Roures en una situación complicada, sobre todo si Romy decide llegar a un pacto con la Fiscalía de Brooklyn y tira de la manta, no es una cuestión menor el hecho de que Mediapro ya se viera obligada, por el mismo caso, a pagar una multa de 20 millones de euros impuesta por el tribunal neoyorquino. Mediapro se comprometía a reconocer públicamente que se declaraba culpable de la acusación de soborno.

En estas circunstancias, y después de la decisión del tribunal de Brooklyn, parece obvio que Mediapro no puede mirar para otro lado y seguir ostentando el control de los derechos del fútbol televisado en España como si el horizonte penal al que se enfrenta Romy -que cuando ocurrieron los hechos era el CEO de Imagina/Mediapro y responsable directo de la filial Media World en Miami- no fuera con él.

Mediapro es el grupo audiovisual que detenta los derechos de retransmisión de la Liga en España, además de otras competiciones deportivas. Por eso, es pertinente la pregunta del principio: ¿Es que nada va a cambiar después de lo ocurrido?

 

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