La mayoría catalana… calla

La mayoría catalana… calla

José Ortega y Gasset en su famoso discurso de mayo de 1932, en las Cortes, sobre el Estatuto de Cataluña, en el que dijo aquello de que el problema catalán —el nacionalismo— no se puede resolver, sino que tan sólo se puede conllevar, también habló de esta “mayoría silenciosa” de la que hoy quiero opinar. Ortega dijo entonces: “Esto es lo lamentable de los nacionalismos; ellos son un sentimiento, pero siempre hay alguien que se encarga de traducir ese sentimiento en concretísimas fórmulas políticas: las que a ellos, a un grupo exaltado, les parecen mejores. Los demás… no osan manifestar su discrepancia, porque no hay nada más fácil, faltando, claro está a la veracidad, que esos exacerbados les tachen entonces de anticatalanes… ¿Qué van a hacer los que discrepan? Son arrollados.”

Ortega proponía extender el autonomismo a toda España, como fórmula para “conllevar” el problema catalán, pero se confundió. Pensó que concediendo más autonomía el deseo de independencia se aplacaría, y ha ocurrido justo lo contrario. Porque las transferencias han sido utilizadas por ese “grupo exaltado” de independentistas, para aumentar su base social, utilizando fundamentalmente la educación, tergiversando la Historia y amplificando desmedidamente el victimismo. Al mismo tiempo que la progresiva desaparición del Estado en Cataluña ha hecho que los no independentistas se sientan cada vez más huérfanos de ese Gobierno central que ha tratado de aplacar a la bestia alimentándola y haciéndola crecer.

Y así llegamos a la situación actual, en la que tanto las sucesivas elecciones como las encuestas demuestran que los independentistas son minoría. No olvidemos que en las últimas elecciones al Parlament, hace dos años, los partidos que presentaron un programa electoral independentista consiguieron sólo el 47,7% de los votos. Pero esta minoría exaltada se ha adueñado de la calle, donde aparentan representar a toda la población, porque han conseguido encerrar en sus casas a la “mayoría silenciosa” que no se atreve a dejarse ver. Es lamentable comprobar cómo los separatistas no encuentran en las calles una oposición pacífica y democrática. La mayoría tiene miedo a verse perjudicada en sus trabajos, en los colegios de sus hijos, en su convivencia diaria, por la minoría exacerbada de matones del separatismo. Y también sienten que han sido desamparados por quienes han permitido que esto suceda durante años de desidia y cesiones.

Parecen sinceros cuando dicen que hay que ser un héroe para manifestarse pacíficamente con la bandera española por Barcelona, o para reclamar que la selección española de fútbol juegue un partido en Cataluña, por donde no aparece desde hace más de 13 años. O simplemente para exigir una enseñanza bilingüe, o rotular un comercio en la lengua oficial de toda España. Para hacer cosas normales piensan que hace falta ser un héroe en Cataluña y dejan solos a los poquísimos que se atreven a hacerlo. Se han acomodado de tal manera a esa posición de víctimas que ya no son capaces de luchar por lo suyo. Necesitan deshacerse del pánico que les hace invisibles y convencerse de que si actúan unidos, como la mayoría que ciertamente son, no necesitan héroes. Pero alguien debe liderar ese cambio y esa responsabilidad es de los partidos constitucionalistas, todos unidos deben hacer que los golpistas vean que tienen al pueblo en contra, y que no les van a dejar salirse con la suya. Nadie podrá creerse patriota si intenta aprovechar esta situación para sacar provecho electoral. Es necesario que se sepa que quienes eviten este golpe de Estado tendrán nuestro apoyo y quienes lo consientan, nuestro rechazo, que los golpistas noten que la mayoría les rechaza, sin necesidad de un referéndum ilegal.

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