El himno nacional desafinado

El himno nacional desafinado

El acto de apertura de la XV legislatura en el Congreso de los Diputados arrancó con la llegada de los Reyes, acompañados de la princesa Leonor, a la Carrera de San Jerónimo. Allí les esperaba el presidente del Gobierno acompañado del jefe del Estado Mayor de la Defensa. Con el dosel de gala o baldaquino engalanando el atrio de la Puerta de los Leones del Palacio del Congreso, Sus Majestades los Reyes recibieron honores militares y la Unidad de Música del Batallón de Honores interpretó el himno nacional. Pero lo que se escuchó fue a una banda de cornetas y tambores que, sin dirección, interpretaba unos extraños acordes en los que lo que debería ser el acompañamiento se oía por encima de la melodía principal, incluso con alguna corneta desafinada. Un horror al que don Felipe reaccionó con un leve gesto de desagrado y que sólo fue el primero de una jornada plagada de agravios y ofensas.

Pero hoy no quiero escribir acerca del impresentable mitin partidista de la presidenta del Congreso, la socialista Francina Armengol. Ni de que Pedro Sánchez haya sido investido gracias a los votos de partidos como Bildu, Junts, ERC y BNG, que se ausentaron del acto por no reconocer la legitimidad de la Corona. Ni siquiera de que la portavoz de Sumar en el Congreso, Marta Lois, pese a formar parte de la coalición que gobierna con Sánchez, se negara a aplaudir el discurso en el que Felipe VI reivindicaba la unidad de España y la defensa de la Constitución. No, todos esos desprecios y provocaciones, pese a producirse en el mismo acto en el que sonó el himno desafinado, no suponen ninguna novedad ni deben haber sorprendido a nadie.

Quiero aprovechar la cara de nuestro Jefe del Estado con el gesto torcido por los desagradables sonidos que le llegaban desde la banda militar, para asimilarla a la que se nos pone a muchos demócratas españoles cuando vemos algunas imágenes de lo que está ocurriendo cada noche ante la sede socialista de la calle Ferraz. La banda de cornetas y tambores que debía homenajear al Rey desafinó como lo está haciendo la oposición al golpe de Pedro Sánchez. En ambos casos falta liderazgo. Y cuando nadie dirige muchos aprovechan para arrimar el ascua a su sardina, sirviéndose de la coyuntura para buscar lo que de verdad les importa, que no coincide con el interés general de España.

Es evidente que al frente de los que estamos en contra del ataque que Pedro Sánchez y sus socios están dando contra la separación de poderes, la igualdad de los españoles, la unidad nacional y, en definitiva, contra nuestra democracia, falta una dirección clara y decidida. Esto provoca que las manifestaciones de protesta de la calle Ferraz hayan sido invadidas por violentos cabezas rapadas con el brazo en alto en saludos nazis, banderas franquistas, gritos racistas y xenófobos, canciones falangistas y todo tipo de actitudes de la más desagradable extrema derecha. Minoritarios, pero muy visibles.

La extrema derecha ha alcanzado en esas manifestaciones un protagonismo que para nada se corresponde con el minúsculo respaldo que todos ellos tienen en una democracia en la que llevan siendo extraparlamentarios desde que Blas Piñar logró en 1979 su único escaño. Desde entonces, partidos como Falange, Democracia Nacional, España 2000, etc., llevan décadas sin conseguir llegar al 0,05% de los votos. Por eso aprovechan el río revuelto para conseguir fotos en las portadas de los medios de comunicación de izquierdas que pretenden desacreditar así a toda la oposición.

Y a esa rancia extrema derecha se ha unido otro grupo tan viejuno como ellos, que se dedican a recortar el escudo de la bandera y a lanzar sus proclamas contra nuestra monarquía constitucional. Son esos trevijanistas que en todas las elecciones llenan las redes sociales de mensajes dirigidos a los votantes de derechas para intentar convencernos de que nos pasemos a la abstención, sin importarles que así lo único que consiguen es beneficiar directamente a la izquierda. Se autodefinen como liberales y republicanos y se creen los únicos defensores de un modelo auténticamente democrático, atacando sin cesar, con cualquier excusa y en toda ocasión a nuestro Rey y nuestra Constitución, ignorando que son los sostenes de nuestra democracia y que su caída sólo favorecería a la extrema izquierda bolivariana, para quienes trabajan como tontos útiles.

Ni nazis, ni franquistas, ni republicanos trevijanistas representan nada más que a pequeñísimas minorías irrelevantes. Pero con su activismo en las manifestaciones de Ferraz, gracias a unos medios de comunicación de izquierdas que les otorgan mucho más protagonismo del que en realidad les corresponde, y ante la ausencia de la oposición, han conseguido aparentar que son ellos los que lideran la resistencia al golpe de Pedro Sánchez y que quienes deberíamos estar aplaudiéndolas tengamos que torcer el gesto, como cuando escuchamos el himno desafinado de una orquesta que nadie dirige.

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