Hermana rata

No hay día tranquilo en el frenopático de la podemia. En su infinita inventiva, acuerdan como entretenimiento cotidiano, y receta farmacológica, trastornar a la sociedad con ocurrencias que no pasarían por el diván de un loquero de oficio. Sin atisbo de reconocimiento de culpa por los efectos perversos de la ley que sigue sacando violadores a la calle, la cochambre bolivariana del Gobierno, incompetentes con demasiadas competencias, vuelve a la carga, esta vez, con los animales como agentes pasivos de sus boutades. Y de nuevo, con advertencias del Consejo General del Poder Judicial sobre la falta de adecuación de las penas en un proyecto de ley que deciden, ahora desde el Ministerio de despropósitos sociales, obviar con fruición.
Acostumbradas a hacer política de bajos fondos, donde sumergen al lenguaje en el pestilente barro de la división, la nueva casta de ninis sobrevenidas en legisladoras idean una ley de bienestar animal en la que destaca más el empoderamiento de la rata que la protección a los perros. Ahora, la tradicional y sana costumbre de huir de tan pernicioso bicho será castigada si, por mor de las circunstancias, deseas acabar con su vida en tu propio domicilio. Es decir, si te encuentras a la inquilina de cola larga desfilando por el salón de tu casa, investigando entre rincones y cojines, invítala mejor a un café o a merendar unas pastas, pero no se te ocurra darle matarile.
Porque Belarra y la chupipandi podemita tendrá para ti una multa que ríete de Hacienda. En el ocaso de la razón, dispondrán en la cárcel celdas especiales para asesinos ratatuiles. La economía doméstica sufrirá menos si te dejas morder por la rata antes que sepultarla a escobazos para evitar contagios indeseados. Si a ello le sumamos que la zoofilia será despenalizada a menos que se demuestre el abuso al animal (matar un pollo para comer será constitutivo de denuncia y multa), ya podemos afirmar, oficialmente, que España es un patio gobernado por desequilibrados.
Convertida en reina del subsuelo desde que la ciudad se hizo civilización, la rata será orden del día en el siguiente Consejo de Ministros, en el que sus autoras, analfabetas con generosos sueldos, propondrán, para cerrar el círculo de la costosa tontería, la eliminación del término que refiere a personas tacañas o de escasos recursos económicos (más pobre que una rata). Y a ver cómo llamamos ahora ratero al ratero, aunque se vista de político socialdemócrata. Nada tiene sentido en este Gobierno enloquecido.
En esta espiral ilógica, hay una indubitable realidad: una sociedad que permite que se castigue más el exterminio de las ratas que de las personas merece un castigo acorde a su indiferencia moral. Hemos asumido que todo se cambia en las urnas, cuando la batalla está en las aulas, las calles y el compromiso individual. En la decadencia como nación que estamos viviendo, políticos, medios y ciudadanos conforman el triángulo de la desidia. Todo vale con Podemos mientras Sánchez cafetea con las ignorantes juventudes del pesebre.
En la secuencia de escándalos periódicos, el control del titular lo tienen ahora, con el plácet de Moncloa, las empoderadas de la marquesa de Prosperidad. Ante esto, el feminismo sociológico necesita articularse como un contrapoder fáctico al feminismo ideológico. Las falsas defensoras de las mujeres que deconstruyen el lenguaje para conformar estereotipos sociales absurdos campeonan en negligencia intelectual y bochorno léxico. Pero en la nueva cruzada por la sororidad que ha impuesto ese feminismo de alcoba, Ione desciende a las alcantarillas para decirle a su nueva amiga: hermana rata, yo sí te creo. Mientras vacían las cárceles de agresores sexuales, llenan las calles, y las viviendas, de roedores empoderados. La insalubridad de Podemos nunca fue sólo ideológica.
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