Golpe de realidad de Puigdemont a Sánchez: un Gobierno incapaz de gobernar
Desde luego, si se trata de calibrar la palabra dada, la palabra de Carles Puigdemont es infinitamente más fiable que la de Pedro Sánchez, que no vale nada. Junts ha cumplido lo dicho y votado en contra de los tres decretos leyes del Gobierno, aunque uno -el de la jubilación activa- saliera adelante con el apoyo del PP. En definitiva, que Puigdemont le ha vuelto a infligir a Sánchez uno de esos golpes que, en el contexto actual, resultan casi definitivos. El mensaje es claro: la situación marca un punto de inflexión y coloca la legislatura en vía muerta, aunque Pedro Sánchez siga siendo presidente del Gobierno. Esa es la paradoja: que Sánchez siga siendo presidente, pero no pueda gobernar. En circunstancias normales, lo sensato sería disolver las Cortes y convocar elecciones, pero Sánchez necesita el poder que le otorga su cargo para tratar de zafarse de los escándalos de corrupción que rodean a su familia y a su partido.
Parece evidente que todo lo que puede hacer Sánchez -en minoría parlamentaria- es ganar tiempo para seguir controlando las instituciones. Ese parece su único afán: parapetarse en busca de la impunidad que le otorga el control de organismos públicos clave, aunque también estén bajo sospecha como la Fiscalía General del Estado. Por eso se agarra al poder. Lo obtuvo con los votos de Junts, pero Puigdemont le ha dejado claro que ya no cuenta con su apoyo, lo que sitúa la legislatura en un contexto político sin precedentes: un presidente del Gobierno en minoría parlamentaria incapaz de sacar adelante su programa electoral, pero blindado en Moncloa por la imposibilidad de que prospere una moción de censura que le desaloje del poder. ¿Y España? A Pedro Sánchez eso le preocupa bien poco, porque su único objetivo en estos momentos es blindarse en en el palacio presidencial y desde allí maniobrar para tratar de zafarse de los casos de corrupción que rodean a su entorno más próximo.
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