Galicia se juega su prosperidad

Galicia

Galicia está en juego, al enfrentarse dos tipos de políticas económicas y de formas de entender la actuación del sector público en general. De eso se trata, de contraponer las políticas que cada opción quiere implantar en el caso de que consigan gobernar tras las elecciones del próximo 18 de febrero.

Si gobierna Alfonso Rueda habrá una continuidad en las políticas aplicadas durante la última década y media -o más de tres décadas, descontando el paréntesis de Touriño-, basadas el crecimiento económico y la eliminación de obstáculos para iniciar una empresa o para trabajar; y que opta por servicios eficientes.

Si gobierna Frankenstein liderado, además, por el BNG, es decir, la izquierda independentista, la política que promoverán será radicalmente distinta, completamente opuesta, que no es otra que la que el comunismo siempre ha defendido, siendo éste, además, un comunismo que ni siquiera ha pasado por aquel «eurocomunismo» que trató de modernizar un poco -si es que se puede modernizar- a dicha ideología, pues el comunismo será el que marque el ritmo del bloque de izquierdas independentista, por mucho que el BNG quiera vender imagen de moderación.

¿Qué se juega, por tanto, Galicia? La región gallega se juega mucho. De hecho, son los gallegos los que se lo juegan, pues puede trastocar su día a día, desde el dinero que van a cobrar en la nómina, que, como he dicho, será menor si les suben los impuestos, a la aplicación de una política educativa como la catalana, o desplegar todo tipo de subvenciones improductivas, que corten el desarrollo gallego.

Asimismo, la estabilidad presupuestaria que ha conseguido Galicia volará por los aires. El gasto exponencial es propio de las políticas que propugna la izquierda, especialmente del comunismo independentista del BNG, Eso es lo que han hecho -además de muchas otras barbaridades- en Venezuela y han dejado a dicho país en la miseria, además de sin libertades de ningún tipo.

No hay, por tanto, una única política económica posible. Hay una, intervencionista, basada en una mayor intromisión en la economía, gasto público creciente, déficit alto, deuda elevada y subida de impuestos, además de una ausencia total de reformas, que puede llegar a ser extremista cuando forman parte del Ejecutivo partidos comunistas, como sucede en el Gobierno de la nación y como sucedería en Galicia con la izquierda independentista, y otra, que es la de una gestión eficiente, que debe avanzar más, eso sí, en la reducción de impuestos, en la eliminación de gasto superfluo y en la liberalización de la economía, pero que es infinitamente mejor que la que le daría la izquierda de Frankenstein a Galicia.

Todo eso se juegan los gallegos, que no es poco. Es a todo o nada: o libertad o Frankenstein. Por ello, los gallegos, al votar el dieciocho de febrero, más que nunca, tienen que analizar en quién depositan su voto, pensando en qué política quieren, si la que ha seguido Galicia durante los últimos quince años, basada en la estabilidad presupuestaria y el constitucionalismo, o la política que aplica el Gobierno de Sánchez, que es la que se instalaría en Santiago si gobierna el BNG. Y si no quieren la política de la izquierda independentista, tendrán que tener buen cuidado en no desperdiciar su voto en las opciones que pueden quedar, con elevada probabilidad, fuera del parlamento gallego por no llegar al porcentaje necesario de votos para entrar en el reparto de escaños. De los gallegos es la decisión: Rueda o Frankenstein, libertad y prosperidad o independentismo y empobrecimiento, respectivamente.

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