Frikis al poder en Cataluña
Yo pensaba que ya lo había visto todo en el procés. Porque, en efecto, vimos de todo. En la Diputación de Gerona, al año siguiente de la huida de Puigdemont, hicieron un homenaje al atril desde el que habló por última vez antes de darse el piro. En plan reliquia.
Y, tras la aplicación del 155, unos independentistas la emprendieron con el autobús que hace esa ruta en Barcelona. Como si el pobre vehículo tuviera la culpa. En otra ocasión homenajearon a un bolardo que derribó la Guardia Civil en una de las operaciones en las que buscó infructuosamente las urnas. Con tan mala suerte que se equivocaron de bolardo.
Creo que la cosa empezó a torcerse en el 2012. Entonces dos eurodiputados, Raül Romeva y Ramon Tremosa, presentaron una pregunta en el Parlamento Europeo por un pisotón de Pepe, un defensa grandote del Madrid, a Messi durante un partido de la Copa del Rey. Ni siquiera era la final.
La pregunta en cuestión llevaba implícito un mensaje subliminal: España nos pega. Del revuelo que se armó la acabaron retirando. Pero el mal ya estaba hecho. Altos cargos de la Comisión ya debieron pensar que algo pasaba en la azotea de los catalanes. O, al menos, de algunos catalanes.
Hay que decir, sin embargo, que con semejantes méritos ambos llegaron a consejeros. Aunque Tremosa apenas seis meses entre Torra y Aragonès. Mientras que Romeva fue aupado a cabeza de lista en la lista conjunta de CDC y ERC para las elecciones autonómicas del 2015: Junts pel Sí.
Por eso, yo pensaba que la cosa ahora iba de baja. Pero ya saben que el procés, sobre todo, un estado mental. Siempre he mantenido que no tiene causas políticas sino psicológicas. Individuales o colectivas. El último ejemplo son las elecciones al Consell de la República, un chiringuito de Puigdemont en Waterloo. La verdad es que no sé exactamente qué funciones tiene. Si es un órgano asesor, una especie de gobierno en el ‘exilio’ o incluso un parlamento en miniatura. Tenemos tantos chiringuitos que, con franqueza, ya no viene de uno.
En su página web aseguran que pretenden “analizar el papel de la institución republicana y adaptarla al nuevo contexto”. Yo les diría lo que le dijo un día un mosso d’Esquadra -me muero de ganas de conocer a Octavi-, a un agente forestal en plena manifestación: “La República no existe”.
En la edición catalana de la Wikipedia aclaran que es “una organización privada” para “hacer efectiva la independencia de Cataluña, culminar el procés constituyente de la República Catalana e internacionalizar la causa”. Me van a permitir que lo diga en mi lengua materna: “fer bullir l’olla”. “Marear la perdiz” en castizo.
Semejante organismo ha convocado elecciones a la presidencia. Con polémica porque Toni Comín, que de momento sigue sin escaño, vuelve a presentarse. A pesar de la polémica por haber cargado supuestamente gastos de sus vacaciones a las cuentas del citado consejo.
A tan reñidos comicios concurren nada menos que seis candidatos. Me ha llamado la atención lo que propone uno de ellos, Lluís Felipe Lorenzo. Periodista para más señas. Y con un posgrado en relaciones internacionales.
Negociar con Argelia la creación de un microestado catalán en un barrio de Argel donde, al parecer, hace años “se hablaba catalán” por inmigrantes de las Baleares. La propia abuela de Albert Camus era, como se sabe, menorquina.
La idea es convertir esta zona “popular” en un “resort” con una “oferta exclusivamente en catalán” y “viviendas para familias de catalanohablantes”. La República de Argelia, cobraría para asegurar la “protección militar de este territorio”.
Más o menos, que lo que antes tenían que hacer los rusos quieren ahora que lo hagan los argelinos. Pero, lo dicho, no cabe un friki más. El procés ha vuelto. En realidad, nunca se fue. Siempre estuvo latente.
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