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Este descubrimiento sobre el fuego en la Edad de Hielo lo cambia todo: la historia no era como nos la contaron

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

Durante la última Edad de Hielo, en un entorno hostil marcado por temperaturas gélidas, escasez de recursos y una naturaleza implacable, el dominio del fuego no sólo fue una ventaja: fue una necesidad. Y, sin embargo, sorprendentemente, el registro arqueológico ofrece muy poca evidencia tangible de su uso durante el periodo más frío de ese periodo, conocido como el Último Máximo Glacial (entre hace 26.500 y 19.000 años). ¿Cómo es posible que algo tan esencial para la vida apenas haya dejado huella? Una nueva investigación conjunta entre universidades europeas ofrece respuestas reveladoras.

Un equipo internacional de arqueólogos y geoarqueólogos de las universidades de Algarve y Viena ha arrojado nueva luz sobre este enigma prehistórico. En un yacimiento en Ucrania, han descubierto restos bien conservados de tres hogares que datan de la Edad de Hielo. Gracias al uso de avanzadas técnicas geoarqueológicas, como el análisis microestratigráfico y estudios de colorimetría, los investigadores lograron reconstruir con precisión cómo nuestros antepasados encendían, controlaban y aprovechaban el fuego en condiciones climáticas extremas.

La gran revelación sobre la Edad de Hielo

A lo largo del Paleolítico Superior, entre hace aproximadamente 45.000 y 10.000 años, los Homo sapiens utilizaron el fuego de muchas ormas distintas: desde cocinar alimentos y calentar refugios, hasta fabricar herramientas o reunirse en torno a él para fines sociales. La nueva evidencia obtenida en el yacimiento de Korman’9, a orillas del río Dniéster, revela que durante los periodos de migración estacional, los grupos volvían a este mismo lugar y hacían uso repetido de los mismos espacios para construir fogatas.

El hallazgo es excepcional, no sólo por la antigüedad de los restos, sino por su buen estado de conservación. Los hogares analizados son estructuras abiertas, planas y simples, alimentadas principalmente por madera, aunque también existen indicios de que se usaron grasas animales y huesos como combustibles alternativos. Este detalle sugiere una gran flexibilidad en la adaptación al entorno, especialmente en momentos en los que la leña podía escasear.

Uno de los hogares destaca por su tamaño y grosor, lo que indica un uso más intensivo o prolongado. En este punto, el fuego alcanzó temperaturas superiores a los 600 ºC, demostrando una sofisticación técnica considerable. Según los investigadores, esto prueba que los habitantes del lugar comprendían cómo manipular el fuego de acuerdo con sus necesidades, logrando incluso controlar la intensidad térmica.

Marjolein D. Bosch, especialista en zooarqueología que también participa en el estudio, señala que algunos huesos animales hallados en el lugar muestran signos de haber sido quemados a más de 650 ºC. Actualmente, se estudia si estos huesos se utilizaron de forma deliberada como combustible o si fueron expuestos a las llamas accidentalmente mientras se cocinaban alimentos.

Asimismo, el análisis de carbón vegetal ha confirmado el uso de madera como principal fuente de energía. Las especies predominantes, como el abeto, eran habitual en las regiones boscosas próximas. Sin embargo, la posibilidad del empleo complementario de huesos y grasa animal refleja un conocimiento detallado de los recursos disponibles y su aprovechamiento.

Más allá de la técnica, este descubrimiento también ofrece pistas sobre los patrones migratorios en el Paleolítico. El uso reiterado del mismo espacio para encender fuego en distintas estaciones del año apunta a una planificación deliberada. No se trataba de movimientos aleatorios, sino de migraciones cíclicas bien establecidas, con paradas en puntos estratégicos.

Una de las grandes preguntas que plantea este estudio es por qué se ha encontrado tan poca evidencia de hogares del Último Máximo Glacial, si el fuego era tan importante. Los autores sugieren varias hipótesis. Por un lado, la acción de los ciclos de congelación y descongelación podría haber destruido muchos vestigios. Por otro, las limitaciones del paisaje en cuanto a combustible pudieron haber obligado a cambiar el tipo de uso del fuego.

Otra posibilidad, más intrigante, es que los humanos desarrollaran tecnologías alternativas o estrategias diferentes para conservar el calor y cocinar. Tal vez recurrieron a piedras calentadas previamente o estructuras semienterradas que protegían el calor. Si esto fuera cierto, aún quedaría mucho por descubrir sobre la innovación tecnológica de nuestros antepasados durante este periodo.

Este tipo de investigaciones, además de ampliar nuestro conocimiento sobre el pasado, tienen implicaciones actuales. Comprender cómo los humanos se adaptaron a climas extremos en el pasado puede ofrecer claves para enfrentar los desafíos actuales relacionados con el cambio climático. También subraya cómo la creatividad y la capacidad de adaptación han sido, desde siempre, parte esencial del éxito de nuestra especie.

En resumen, los recientes hallazgos en el yacimiento de Korman’9 no sólo aportan evidencia concreta sobre el uso del fuego en el momento más frío de la Edad de Hielo, sino que revelan un uso complejo, planificado y versátil de esta tecnología ancestral. Los Homo sapiens aprendieron a dominar su entorno con inteligencia, ingenio y una profunda comprensión de los recursos que tenían a su alcance. Este legado, enterrado bajo metros de sedimento, sigue hablándonos miles de años después.