Ese hombre con un lugar en la historia

Ese hombre con un lugar en la historia

Por fin, el secreto de la esfinge al descubierto: Sánchez está instalado en la historia. ¿Quién le ha situado ahí? Él mismo. ¿Sobre qué méritos? Haber exhumado a una momia que llevaba más de 43 años en el otro mundo, atendiendo a su propio argumento.

Lo declaró urbi et orbi, henchido de gloria, engalanado con el oropel que él sólo es capaz de vestir la Presidencia del Gobierno, desafiando a las generaciones de historiadores -de aquí y de acullá-, asegurando que sus hechuras de gran estadista serán imperecederas.

Escrito lo anterior sin ánimo de chacota, uno, que padece de insomnio y mantiene cierta pasión por los libros que relatan el pasado de la humanidad, de los pueblos, muy singularmente de España, siempre entendió que las grandes personas (escasas), hombres y mujeres, que han marcado para bien el paso de los tiempos, lo han sido por algunos de los asuntos a los que me refiero seguidamente.

– Por haber coadyuvado decisivamente al advenimiento o restauración de la causa de las libertades, incluso con riesgo de sus propias vidas. Haber trabajado denodadamente en pos del asentamiento de la democracia abierta, tolerante y liberal (no se conoce al día de hoy otra posible). Donde nadie es más que nadie y no hay ciudadanos de distinta clase, ni territorios blasonando de privilegios. Es aquel líder que sabe distinguir la básica, democrática e imperativa división de poderes y no actúa como un dictadorzuelo en busca de acaparar todos los poderes del Estado.

– Por haber tratado siempre y en toda ocasión de unir al pueblo que le ha tocado gobernar, procurando en todo momento la búsqueda de su unidad y no la división. Dicho en román paladino: gobernar para todos con respeto a las minorías. No sólo para los que te votan o para aquellos que te mantienen en el poder. Son aquellos prohombres que son capaces de cicatrizar las heridas de su país, superar el pasado y mirar fijamente el presente y al futuro.

– Pasan a la historia aquellos líderes que dicen la verdad y lo que piensan antes de abrir las urnas y, luego, se conducen como si sus promesas fueran grilletes que les obligan en el ejercicio del poder.

– Por conducirse tanto ellos personalmente como sus colaboradores con el mismo baremo que demandan a los gobernados: honradez, responsabilidad, respeto, austeridad con el dinero que los ciudadanos ponen en sus manos, transparencia, gobernando sin utilizar la ventaja de estar en el poder, y no repartirlo entre sus amigos y familiares.

– Pasan a la historia aquellos gobernantes que llegan al poder con una nación en quiebra y son capaces, con inteligencia, talento, trabajo y consensos, de sacarla de la postración, crear riqueza y saber repartirla con sentido común, equidad y justicia social. Los estadistas que pasan a la historia son aquellos que terminan con el hambre y la necesidad, no aumentan las colas del hambre, disminuyen el paro, acaban o disminuyen el índice de miseria (durante sus cuatro años ha subido un 44%) y, por decirlo todo, dejan una sociedad mejor de la que encontraron.

¿Será este hombre de la historia don Pedro Sánchez? ¿Se reconoce objetivamente en estos postulados básicos?

– Entre otras cosas, dijo Sánchez, la historia me reconocerá por haber sacado a un muerto de su tumba…

¿Qué otras cosas? Tengo la impresión de que en el año que resta todavía asombrará aún más.

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