El empobrecimiento de la economía sanchista

economía sanchista

Como ya he repetido en distintas ocasiones, la política económica de un país es sumamente importante. A través de ella, perfilada en los presupuestos generales, se diseña qué orientación se le quiere dar a la actuación política en economía y, con ello, qué marco económico se quiere trazar para que las relaciones económicas se materialicen.

Por eso, es muy importante la política económica que se elija. Puede ser bueno para ello recordar qué se sufrió entre 2009 y 2014 derivado del escenario provocado entre 2005 y 2011, a partir de mucho gasto y elevada deuda. Con todo esto, debemos preguntarnos qué política económica necesita España. ¿Una política de gasto e impuestos altos? ¿Una política de eficiencia en el gasto e impuestos bajos? ¿Una política de proteccionismo u otra de eliminación de trabas e incentivo al comercio internacional? Ahí es donde se mueve la decisión.

España siempre ha prosperado cuando se han realizado reformas profundas, cuando el gasto se ha contenido y se ha centrado en lo esencial, y cuando se han bajado impuestos para dejar más recursos a los ciudadanos y empresas, que son los que generan la actividad económica y el empleo. Del mismo modo, las mejores épocas de prosperidad de la economía española han tenido lugar cuando España se ha abierto más al exterior, y las peores, cuanto más se ha cerrado. Basta con recordar el perjuicio de los aranceles sobre el carbón inglés en el S. XIX o el arancel Cambó en los inicios del S. XX y ver sus efectos económicos para observar cuánto limitaron el crecimiento y las posibilidades de la economía española. Y, en sentido contrario, la entrada en la entonces Comunidad Económica Europea, el ingreso como fundadores en el euro, han sido momentos de gran despegue de la economía española sobre la base de una gran apertura económica. Es más, si analizamos la etapa del franquismo, también los dos períodos en los que se subdivide son claros: el primero, basado en la autarquía, fue pobre, con las finanzas españolas en una situación muy maltrecha. El segundo, con los tecnócratas al frente, fue el del turismo y el inicio importante de las transacciones exteriores y recepción de inversión extranjera directa, con unos crecimientos de doble dígito durante varios años que forjaron una importante prosperidad de la economía.

Es decir, que no hay una única política económica, sino que existe una, que defiende un gasto creciente, impuestos altos y proteccionismo, más cercana a las ideas de la izquierda; y otra, más próxima a las ideas liberal-conservadoras, que apuesta por gasto eficiente, pero limitado, impuestos bajos y apertura al exterior. Las políticas son distintas y los resultados, también.

La política basada en el liberalismo clásico es la economía de mercado, que cuando se aplica, como digo, demuestra que funciona de manera más eficiente. Así sucedió en los mandatos de Reagan, Thatcher y, en España, en el de Aznar, por ejemplo, y es, de una u otra manera, la política económica que sigue aplicándose, desde el mandato de Esperanza Aguirre, en la Comunidad de Madrid. Esta política de gasto limitado y esencial, impuestos bajos y apertura exterior en un mundo global, es la política económica que la experiencia muestra como más eficiente. Es obvio que lleva unida una redistribución de la renta y la riqueza, pero para poder redistribuirlas hay que crearlas, y para crearlas la mejor política económica es la basada en la economía de mercado.

El intervencionismo que tanto impulsa el presidente Sánchez confunde redistribución con intervención en la economía, limitando, con sus medidas, el crecimiento de la misma, que la empobrece y, por tanto, merma las posibilidades de redistribuir. Ese intervencionismo lo disfrazan los amigos del mismo con el nombre de economía social de mercado, que no es más que un señuelo, porque, con esas medidas, la economía de mercado queda atenazada y limitada. Es intervencionismo claro, que genera empobrecimiento, frente a la experiencia que nos muestra cómo la economía de mercado, basada en las ideas del liberalismo clásico, es la que más ha hecho desarrollarse y prosperar a la sociedad.

Al igual que la política intervencionista de Zapatero entre 2004 y 2011 generó un intenso empobrecimiento de España, el intervencionismo de Sánchez está provocando una crisis larvada, al haber dejado a la economía ayuna de reformas, dopada con un gasto público inasumible, que pagaremos todos los españoles. Frente a esa política económica empobrecedora, hay que ofrecer la auténtica economía de mercado, una economía de libertad.

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