Elon Musk, salvador ahora de TikTok
Elon Musk, el hombre que hizo de los coches eléctricos un objeto de deseo y de Marte su próximo Airbnb, vuelve a demostrar que le gusta jugar en las ligas donde los demás se marean. Ahora, como si no tuviera ya suficientes frentes abiertos, Musk se lanza al ruedo con una jugada maestra: liderar la compra de TikTok en Estados Unidos. Y como era de esperarse, las élites globalistas ya están al borde de un colapso nervioso. Porque si hay algo que no soportan, es que alguien como Musk, un outsider con resultados tangibles, les haga quedar como aficionados.
TikTok no es solo una red social de vídeos y bailes virales; es el símbolo más visible de la influencia digital china en el mundo. Es la plataforma que los adolescentes veneran y que los políticos observan como quien intenta programar el microondas por primera vez. Pero Musk no se mete en este berenjenal por amor a los bailes sincronizados, sino porque entiende lo que está en juego: la capacidad de Estados Unidos para competir tecnológicamente con China sin recurrir al infantilismo de prohibir lo que no se controla.
Mientras la administración saliente de Biden optaba por la solución más simplista –vetar TikTok en nombre de la seguridad nacional–, Musk apuesta por el camino complejo: negociar, comprar y garantizar que una de las plataformas más influyentes quede bajo control estadounidense, sin cerrar puertas ni caer en el alarmismo.
Resulta curioso cómo quienes ahora tachan a Musk de «amigo de China» son los mismos que ignoraron que, bajo Biden, Beijing amplió su influencia global sin apenas resistencia. Musk, lejos de ser un peón del gigante asiático, ha demostrado que dialogar con rivales no significa traicionar principios ni intereses nacionales.
En un mundo polarizado, Musk encarna ese liderazgo práctico que tan escaso anda últimamente. Como un Henry Kissinger versión siglo XXI –pero con cohetes y memes en Twitter–, entiende que el poder real no está en las amenazas vacías ni en las grandes palabras, sino en la capacidad de negociar con todos, desde Xi Jinping hasta los chavales que graban bailes de reguetón en sus habitaciones.
Mientras Biden demonizaba todo lo relacionado con China y sólo pronunciaba discursos vacíos, Musk construye puentes. Y no confundamos esto con multilateralismo, esa palabra tan bien adornada en el argot progre que en realidad suele traducirse en agendas impuestas desde despachos oscuros. Cooperar, para Musk, no es un dogma, sino una herramienta que se usa o se descarta según convenga a los intereses del país.
La posible venta de TikTok es mucho más que un simple movimiento comercial. Es una declaración de intenciones sobre el liderazgo que necesitamos: pragmático, resolutivo y sin miedo a incomodar. Musk, al oponerse al veto simplón, no solo defiende una aplicación; defiende el espíritu de innovación y libertad que Estados Unidos dice representar, pero que a menudo olvida en la práctica.
Es casi cómico –si no fuera tan triste– ver a los mismos que acusaban a Trump de «autoritario» justificar ahora la censura y los vetos en nombre de la seguridad nacional. Pero mientras ellos intentan controlar el discurso, Musk apuesta por resultados. Y vaya si los ofrece.
Una compra de TikTok por Elon Musk marcaría algo más que un hito empresarial, simbolizaría el fin de las políticas de cancelación y el regreso del sentido común. Las élites globalistas continuarán sudando en sus despachos. Musk, mientras tanto, seguirá liderando a su manera: con pragmatismo, ingenio y un toque de irreverencia.
TikTok seguirá entreteniendo, Musk seguirá desafiando, y mientras Biden se despide con un legado más vacío que un local de coworking en agosto, el lunes arranca una nueva etapa con Trump de vuelta en la Casa Blanca. Una etapa en la que las decisiones no estarán dictadas por el miedo, sino por la búsqueda de soluciones reales.
Elon Musk, un Kissinger contemporáneo –pero más divertido, con coches eléctricos y cohetes–, nos deja claro que el verdadero poder no está en los despachos oscuros, sino en la capacidad de innovar y negociar incluso con quienes intentan cancelarte. Que tiemblen las élites, porque Musk no solo ha llegado para quedarse, sino para reescribir las reglas del juego.