Donde dice ‘ETA’, escriban Puigdemont; donde dice ‘Sánchez’, mantengan Sánchez

Dentro de unos días se celebrará en Suiza -todos los caminos parecen llevar al PSOE a Suiza- la primera reunión extraparlamentaria entre los delegados de Puigemont y los enviados por Sánchez. Los portavoces del prófugo de la Justicia y los de la marioneta que ha puesto al frente del Gobierno de España, mediador internacional por medio, comenzarán a traducir a papel la inmunidad que pactaron en Bruselas para que siete diputados a las órdenes de Puigdemont hicieran presidente del Gobierno a Pedro Sánchez.
Una mesa extraparlamentaria para sacar el debate del lugar en el que reside la soberanía nacional y suplantar a las instituciones democráticas ha sido una reivindicación histórica de ETA, si bien esa exigencia no ha tenido éxito hasta ahora que el PSOE se ha cambiado de bando. Bajo promesa de perdonarnos la vida, ETA se inventó hace muchos años la idea de poner en marcha una mesa de partidos en la que se decidiera el futuro de nuestra nación al margen del Parlamento y fuera de las fronteras de España. Según la propuesta planteada por ETA, todo debía estar sometido a un «diálogo» entre «iguales» (de un lado los representantes de los terroristas y de otro los representantes del Gobierno de España), que en presencia de un «mediador» internacional decidirían el futuro de todos los españoles. Aunque ETA tenía pistolas y bombas le dijimos que no. Puigdemont tiene siete votos y el PSOE le ha dicho que sí.
ETA exigía esa Mesa para conseguir en ella las pretensiones nacionalistas etnicistas y totalitarias en cuyo nombre llevaba asesinados a centenares de inocentes y que habían provocado el exilio de decenas de miles de vascos. Le dijimos que no aunque nos prometía dejar de matarnos a cambio de que nos plegáramos a su proyecto totalitario. Puigdemont le ha prometido a Sánchez hacerle presidente del Gobierno y le ha dicho que sí.
Los constitucionalistas de aquellos años (entre los que entonces estaban los socialistas) se negaron en redondo a discutir con ETA cuestiones que habrían de tratarse en el Parlamento. A los terroristas que «generosamente» nos ofrecían dejar de asesinar inocentes les explicamos que las conversaciones entre los representantes del Gobierno de España y ETA deberían versar únicamente sobre las condiciones de la entrega de armas. Bajo amenaza de muerte les dijimos que la discusión sobre lo demás sólo sería legítima si se emprendía a través de los procedimientos previstos para su debate en las Cortes Generales y dentro de los límites establecidos en la Constitución. Ahora, bajo amenaza de quedarse en la oposición, Sánchez le ha dicho a Puigdemont que si, que todo lo que él quiera estará sometido a debate.
Bajo amenaza de muerte respondimos a ETA que admitir una negociación política extraparlamentaria con ellos supondría asumir que la banda terrorista era la expresión de un conflicto motivado por la insatisfactoria incardinación de los vascos en España, que sería tanto como aceptar que existía un «problema vasco» cuya solución parecía exigir el reconocimiento del «derecho a decidir». Ahora, cuando Puigdemont ha amenazado a Sánchez con votar negativamente su investidura, Sánchez y el PSOE se han tragado íntegramente el relato de los golpistas catalanes y han concluido que lo que ocurrió en octubre de 2017 en Cataluña fue la expresión democrática de un pueblo oprimido por las instituciones españolas, desde la Justicia hasta la Jefatura del Estado pasando por todos los ciudadanos que exigieron que se respetaran sus derechos constitucionales.
Tras la derrota del Plan Ibarretxe que pretendía instaurar dos tipos de ciudadanos en el País Vasco, ETA insistió en la constitución de la Mesa de partidos. Entonces, bajo amenaza de muerte, les dijimos que no, que constituir esa mesa vendría a consagrar de cara a futuro la idea de que ETA nació para solucionar problemas políticos que el modelo constitucional impedía resolver. Ahora, con el independentismo derrotado en las urnas y en la sociedad catalana, bajo amenaza de no obtener los votos del prófugo de la Justicia, Sánchez les ha dicho que sí.
Bajo amenaza de muerte respondimos a ETA les explicamos que la solución a los problemas que tiene toda sociedad plural y democrática solo puede abordarse desde las instituciones y siguiendo los procedimiento previstos en la ley. Ahora, bajo amenaza de convertirse en el líder de la oposición al negarle Puigdemont sus votos, Sánchez y el PSOE han asumido las reivindicaciones de quienes se saltaron la Constitucion y todos los procedimientos para celebrar un referendum inconstitucional y proclamar la republica catalana.
Bajo amenaza de muerte nos mantuvimos firmes y le dijimos a ETA que la pretendida mesa extraparlamentaria era antidemocrática y que ademá era inútil desde la perspectiva de las víctimas del totalitarismo asesino y cruel. Les dijimos que la experiencia nos había enseñado que las demandas de los nacionalistas no se sacian con concesiones y que la integración social no se consigue con más nacionalismo sino con más democracia. Ahora, bajo amenaza de no ser elegido presidente, Sánchez le ha prometido al prófugo de la Justicia que hará y dirá lo que él quiera que haga y diga. Y para que Sánchez pueda seguir siendo presidente del Gobierno de España el PSOE ha decidido llamar exilado al prófugo (que insulto para los miles de españoles que sufrieron el exilio….), hacer una ley para borrar sus delitos y organizar tribunales politicos para juzgar a los jueces.
Ciertamente no es la primera vez que el independentismo devenido en golpismo catalán intenta revivir la estrategia de ETA para conseguir en una mesa lo que no lograba asesinando a víctimas inocentes. Recuerden que en tiempos de Torra, aquel supremacista de ERC que llegó a Presidir la Generalitat, el Partido Socialista de Cataluña suscribió un acuerdo con ERC para crear una «Mesa bilateral de diálogo, negociación y acuerdo para la resolución del conflicto político» entre el Gobierno de España y el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Cataluña. Una mesa que nunca pretendió ser un instrumento de diálogo propio de los sistemas democráticos y parlamentarios sino el complemento legitimador de las acciones de los sediciosos. Una mesa que reconocía al Gobierno de una región de España la capacidad para negociar el futuro de todos los españoles, que legitimaba la trayectoria golpista de quienes la impusieron para avalar la investidura del entonces candidato del PSOE (el mismo que ahora) y desbordar el sistema democrático.
Les dijimos entonces que negociar fuera del Parlamento cuestiones que son de su competencia constituye una suplantación de las instituciones democráticas; que hacerlo mientras los dirigentes de partidos que constituyen esa mesa alardean de que volverán a delinquir contra la democracia supone condicionar el fin de las diferencias al triunfo de las tesis de quienes han creado los problemas. Y que ningún país de nuestro entorno democrático admitiría debatir el cambio de su status jurídico-político en una instancia extraparlamentaria.
Aquella mesa no tuvo recorrido y nunca llegó a tener relator internacional. Ahora, con los mismos actores (supremacistas de un lado y Pedro Sánchez de otro) se repite la historia. Y en este momento, quienes dieron el golpe contra la democracia desde Cataluña, se saben más fuertes por mucho que haya disminuido su apoyo ciudadano. Y es que saben que el destinatario de su chantaje, ese hombre borracho de ambición de poder llamado Pedro Sánchez, está dispuesto a hacer lo que sea necesario para mantener el poder que le ha sido otorgado desde Waterloo por un prófugo de la justicia, un supremacista irredento llamado Carles Puigdemont.
Así las cosas, a los democratas españoles no nos queda otra que europeizar la solución. Y mientras llega la respuesta de Europa, convencida de que nuestro drama es su problema, habremos de resistir cada día, por tierra mar y aire, y en defensa de las instituciones de la democracia.