Deuda de sangre
Hubo un tiempo en que los homenajes a futbolistas carismáticos de un equipo consistían en un partido contra un rival caracterizado cuyo taquillaje iba a parar directamente al homenajeado. No creo que la profesionalidad que han demostrado Reina y Salva Sevilla en el Mallorca se pague con dos camisetas enmarcadas bajo cristal. Si acaso se quedarán con las fotos de la respuesta popular. Eso sí.
El señorío, la educación y la compostura no se aprenden solamente en el colegio. A clase conviene ya asistir con algunas asignaturas aprendidas en casa. El doctor Beltrán ya recordó a Robert Sarver y sus socios que antes de que ellos descubrieran que en esta isla había un club de fútbol, un franciscano de Petra había evangelizado California. No hace falta viajar tan atrás en el tiempo, el Real Mallorca, SAD o no, no nació hace seis años, sino que hay que sumarle un siglo de historia que los accionistas americanos ignoran y me atrevo a insinuar que tampoco les importa.
Andy Kohlberg preside una sociedad reconvertida en anónima deportiva por necesidades del guion cuya deuda no se circunscribe a la que se comprometieron a pagar y, de hecho, han cumplido. Pero quedan muchos «pagarés» que no se han hecho efectivos nunca y no estaría de más que aquellas leyendas todavía vivas recibieran siquiera un agradecimiento. Miquel Contestí me decía hace muy poco que dejó de acudir a Son Moix porque cuando llegaba al palco para asistir a algún partido, nadie sabía quién era. La diferencia sin embargo estriba en que dentro de otros seis años, cuando los financieros de Arizona hayan cumplido doce, si no venden antes, que son los mismos en los que aquel presidió el club, nadie se acordará de Sarver o de Kohlberg, Molango, Diaz o le Saux. En cambio de Contestí, si. Ya ciertos jugadores y técnicos, también. La lista es larga.