Democracia extrainstitucional

Democracia extrainstitucional

Creo que fue el francés Philippe Nemo el primero en señalar un nuevo matiz en la degeneración de la democracia omnipotente, entendida ésta última como aquélla que actúa al margen de una constitución limitadora de los poderes de todo gobierno. Hayek y Mises nos habían advertido de las amenazas de la democracia irrestricta contra el propio Estado de derecho, demasiado proclive a convertirse en una burda compraventa de votos -otro día hablaremos del taxi y del pequeño comercio- para satisfacer a cualquier minoría organizada con capacidad de extorsión.

Los liberales hacen hincapié no tanto en cómo se conforman las mayorías de gobierno como en la necesidad de poner límites al poder de aquéllas. Para los liberales, la democracia omnipotente es el germen de la corrupción paulatina de todos los valores y principios morales (la justicia, la generosidad, la libre cooperación social, el trabajo, el esfuerzo, la responsabilidad individual, el ahorro), cuyo debilitamiento, de forma incruenta, sorda y paulatina, nos lleva a un Estado de corte totalitario donde ninguna esfera de la vida queda al margen de la arbitrariedad política. El gobierno ilimitado amenaza nuestra libertad, nuestra propiedad y nuestra prosperidad, haciéndonos siervos de un tirano opresor que no es otro que el Estado.

Nemo, como decía, nos advierte de un paso más en esta degeneración de la democracia, la sustitución de facto de las demandas de una mayoría social reflejada en las urnas por una doble oligarquía cuya influencia habría crecido de modo significativo con el engordamiento del Estado francés desde la llegada de François Mitterrand en 1981. Esta doble oligarquía que ejerce de muro para que las demandas de las clases medias nunca lleguen a realizarse se compone de la clase alta del funcionariado y de los sindicatos y minorías hiperactivas.

La asunción creciente de competencias y funciones por parte del Leviatán estatal, no dejando nada al azar al mutuo entendimiento entre individuos, habría derivado en una democracia extrainstitucional donde quienes mandan no son los políticos elegidos, sino los sindicatos y las minorías activas y organizadas que no dudan en recurrir a todo tipo de chantajes, amenazas y violencias para detener las reformas elegidas democráticamente por las clases medias que son las que sostienen el país con sus impuestos.

«En efecto -decía Nemo-, para hacerse oír no basta con hablar, ya que ahora, en el Estado legal, nadie o casi nadie escucha. Uno no se hace oír a menos que consiga aparecer en los medios de comunicación y, sobre todo, en la televisión». Se trata de salir en los medios a toda costa para llamar y forzar la atención y así presionar a las autoridades políticas, temerosas de perder su popularidad, para que se atengan a sus chantajes. Esta pinza entre burócratas, reacios a renunciar a parte de su poder si las reformas salen adelante, sindicatos, minorías activas y medios de comunicación acaba haciendo descarrilar cualquier tentativa de reforma, de ahí la postración de los políticos a sus reivindicaciones. Entre la popularidad que otorga cumplir sus compromisos y el riesgo a salir linchado y demonizado en los medios de comunicación, los políticos prefieren incumplir su programa y sus acuerdos de gobierno -recurriendo a las excusas más inverosímiles- con tal de no ser vistos como «enemigos del pueblo» si se enfrentan a la marabunta callejera liderada por los sindicatos y las minorías fanáticas, con los medios ejerciendo el papel de portavoces.

No creo que sea complicado trazar un paralelismo entre lo que sucede en Francia con lo que se está incubando aquí en Baleares a cuenta de la libre elección de lengua. El Govern de Marga Prohens está literalmente acoquinado frente a la suma de los sindicatos docentes, algunas minorías activas y los docentes movilizados que, envalentonados por unos medios de comunicación favorables, amenazan, chantajean y demonizan las reformas en favor de la libertad de elegir que son apoyadas en principio por una clara mayoría parlamentaria.

Yo me pregunto qué tiene que hacer el votante de derechas, además de ganar elecciones, para conseguir que sus demandas lleguen a buen puerto. El PP balear nos pide resignación cristiana ante las camisetas verdes y negras que los tienen acongojados. El PP dice estar en contra de la inmersión lingüística pero no hace nada para desmantelarla de una vez por todas, ni siquiera cumplir con las sentencias de los altos tribunales que le marcan el camino: un mínimo de 25% del horario lectivo, una asignatura «troncal» por lo menos, en cada lengua cooficial. El PP nos pide paciencia y comprensión en este bucle eterno del “quiero pero no puedo” en el que vive, como si tuviéramos que votarle no tanto por sus resultados tangibles como por las buenas intenciones que nos trasladan en privado. Poco menos que el PP nos pide lo mismo que la izquierda, que lo juzguemos también no por lo que hace sino por lo que dice, no por sus actos sino por sus intenciones.

Por si fuera poco, en lugar de cortar las alas a estas minorías activas, a los sindicatos y a sus altavoces mediáticos, el Govern de Prohens es reacio a suprimir las subvenciones a estos «agentes sociales» que no hacen otra cosa que extorsionarles. Los bobos del PP siguen admitiendo la importancia de estos «agentes sociales» aunque entre sus funciones no esté precisamente la extorsión, que es la única razón por la que siguen recibiendo fondos estatales. Si tan importantes fueran sus funciones, no cabe duda de que a los persuasivos mandamases de estos «agentes sociales» les resultaría relativamente fácil explicárselas a sus afiliados que, sin lugar a dudas, aceptarían de buen grado un incremento de sus cuotas.

La mentira y la falta de honestidad de estos «agentes sociales» a quienes sigue apoyando Marga Prohens ha llegado hasta tal punto que, si uno lee sus declaraciones y la de sus altavoces mediáticos, todos ellos generosamente regados por el Govern del PP, quien estaría «extorsionando» al PP sería Vox, al que votaron más de 60.000 votantes y que deja gobernar a Prohens en la más estricta soledad -como ella deseaba- en virtud de unos acuerdos a la que está obligada para continuar en el trono del Consolat de Mar. Pacta sunt servanda.

El mundo al revés. No serían las minorías catalanistas, los sindicatos, Última Hora o Diario Mallorca, a quienes no ha elegido nadie y que apenas representan a sus afiliados y lectores, quienes estarían chantajeando a Prohens para que no cumpla sus acuerdos con Vox, sino que a su juicio sería Idoia Ribas la que «chantajearía» a Prohens para que cumpla con sus compromisos a los que está obligada. ¿Qué se puede esperar de ciertos periodistas que, como Guillermo Porcel, sigue obcecado en llamar al idioma castellano «la lengua de Vox» cuando disfrutamos de sus magníficas crónicas en un perfecto castellano? ¿Qué se puede esperar de ciertos medios como Última Hora y Diario de Mallorca que hacen catalanismo a ultranza en castellano, el idioma opresor? Son los mismos que luego se quejan de que Vox se haya adueñado de la bandera, del himno, de la Constitución y ahora al parecer de la lengua española, cuando todos ellos no han hecho más que despreciarlos.

Si la democracia institucional tal como la entendemos ha sido sustituida por una democracia extrainstitucional de ruido y furia en la calle y en los medios, tal vez no sea descabellado pensar en la solución que se está propagando a lo largo y ancho del continente americano donde las clases medias prefieren, frente a la inane derecha convencional, a outsiders antisistema que antes de lanzarse a la arena política han triunfado en otros ámbitos como son las finanzas, la televisión o la economía, como Noboa, Trump o Milei.

La derecha tradicional es percibida como inútil, contaminada por todos los vicios de la política y cobarde al formar parte del sistema de cuyos privilegios se beneficia. Esta derecha, más que la solución, ha devenido en un problema. Es otra mafia partidaria más. El respaldo popular a estos outsiders americanos se explica porque sólo a ellos se les ve capaces de acometer las reformas necesarias para desmantelar un Estado clientelar asfixiante al servicio de la perpetuación de las políticas de izquierdas, esté el zurderío en el poder o en la oposición como ocurre en Baleares.

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