Debe gobernar el más votado
El oráculo del CIS ha hablado y dice que el Partido Popular de Mariano Rajoy será la fuerza política más votada en las próximas elecciones generales del 20D.
Hace cuatro años, el último servicio del Centro de Investigaciones Sociológicas antes de los comicios calcó los resultados finales hasta tal punto que acertó en 37 provincias. Por lo tanto, no estamos ante un oráculo cualquiera, sino ante una encuesta con 18.000 entrevistas presenciales que podrían estar vislumbrando lo que nos encontraremos en menos de tres semanas. Eso sí, con las precauciones debidas por el impacto real que pudieran tener dos partidos sin antecedentes comparativos como son Ciudadanos y Podemos.
Si, como pasó en 2011, esta encuesta vuelve a clavar los resultados, estaríamos ante un panorama dominado por los populares, que tendrían 40 escaños de ventaja sobre el PSOE y Ciudadanos, formaciones que pugnarían por la segunda plaza.
Rajoy, por tanto, con su capacidad para manejar los tiempos y acudir a aquellos foros públicos que más le benefician, se habría impuesto al impulso de la novedad omnipresente que simbolizan Pedro Sánchez, Albert Rivera y Pablo Iglesias.
Sánchez, según esta última encuesta, habría fallado estrepitosamente en su estrategia basada en fichajes estrellas y sufriría un severo castigo en Madrid, la circunscripción más representativa y donde es cabeza de lista. Por su parte, Albert Rivera estaría pisándole los talones al socialista mientras que Pablo Iglesias, encorsetado en un estrecho traje de socialdemócrata, no habría llegado al electorado del modo que pretendía y estaría en constante retroceso, condenado por la ambigüedad de su discurso en temas esenciales como el terrorismo islámico, Venezuela o las medidas económicas.
Con estos resultados en la mano y teniendo en cuenta que, a pesar de su minoría, la ventaja del PP es considerable, debería de gobernar la lista más votada o, lo que es lo mismo, Mariano Rajoy.
Si la política es el arte de persuadir, convencer y pactar, el escenario que tendrían todos los partidos a partir del próximo 20 de diciembre, lejos de un problema, supondría una excepcional ocasión para que la clase política de España se reivindicara y mostrara hasta qué punto nuestra democracia es madura y está preparada para establecer su dinámica en cuanto a pactos y acuerdos que solidificaran la unidad nacional y el bienestar de todos los españoles.
Un contexto ideal para que las distintas formaciones constitucionales construyeran un Congreso con el objetivo común de apuntalar la recuperación del país. Siempre, eso sí, con el respeto absoluto hacia la voluntad mayoritaria que la ciudadanía muestre en las urnas.
Una voluntad que, si pasa como en 2011 y el CIS ejerce de ente adivinatorio, respaldaría de manera mayoritaria al número 1 del Partido Popular, a un Mariano Rajoy que habría hecho del estoicismo virtud, y que por la voluntad soberana y legitima de los votantes debería gobernar y seguir al frente del Gobierno de la Nación.
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