El plomo en cerámica, pinturas o cosméticos daña la memoria de los niños desde el embarazo
Los investigadores analizaron los efectos de los niveles de plomo en sangre tanto durante la etapa prenatal como en la infancia temprana


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El plomo, presente aún hoy en materiales tan cotidianos como pinturas antiguas, cerámica esmaltada, cosméticos, baterías y algunos juguetes, sigue representando una seria amenaza para la salud infantil. Puede llegar al organismo a través del agua potable, alimentos contaminados, polvo del hogar, tierra y objetos de uso común, afectando especialmente a los más pequeños.
Ahora, un nuevo estudio dirigido por investigadores de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai (EEUU) ha demostrado que la exposición al plomo durante el embarazo y la primera infancia acelera el ritmo con el que los niños olvidan información, un marcador clave de deterioro de la memoria con implicaciones directas en el aprendizaje y el desarrollo cognitivo.
El trabajo, publicado en la revista Science Advances, ha utilizado una tarea cognitiva llamada «tarea de correspondencia diferida con la muestra» (DMTS, por sus siglas en inglés), que evalúa funciones neuroconductuales como la atención y la memoria de trabajo, y que ha mostrado ser especialmente sensible a neurotóxicos como los metales pesados. En esta prueba, se presentaba a los niños una imagen que debían reconocer entre varias opciones tras una breve demora, permitiendo así medir con precisión su capacidad de retención.
Los investigadores analizaron los efectos de los niveles de plomo en sangre tanto durante la etapa prenatal como en la infancia temprana en un grupo de niños de entre 6 y 8 años. Gracias a un modelo estadístico innovador —una función de potencia modificada no lineal—, lograron cuantificar la relación entre la exposición al plomo y la velocidad del olvido. El resultado fue claro: una mayor exposición al plomo entre los 4 y los 6 años se asoció significativamente con una tasa de olvido más rápida, incluso en niveles considerados bajos (tan solo 1,7 microgramos por decilitro).
Otros factores como la edad de los niños y el coeficiente intelectual de la madre también influían en los resultados, ya que los mayores y aquellos con madres con mayor cociente intelectual mostraron una mejor capacidad de retención. Sin embargo, la asociación entre el plomo y el deterioro de la memoria fue evidente y preocupante.
Memoria infantil
«El modelo que hemos aplicado ha sido validado en estudios anteriores con humanos y animales, pero ahora lo utilizamos por primera vez en el campo de la salud ambiental», explica Katherine Svensson, investigadora postdoctoral en Medicina Ambiental en Mount Sinai y coautora principal del estudio. «Este enfoque ofrece una herramienta sólida para evaluar el impacto de contaminantes ambientales como el plomo, pero también otros como la polución o los disruptores endocrinos, sobre la memoria infantil».
El estudio no solo alerta sobre el daño del plomo en sí, sino que valida un método útil para evaluar funciones cognitivas clave afectadas por la exposición a sustancias tóxicas. Esto allana el camino para futuras investigaciones que puedan vincular datos epidemiológicos humanos con mecanismos biológicos observados en laboratorio, avanzando hacia una investigación traslacional más completa.
Las conclusiones subrayan una realidad urgente: incluso exposiciones bajas al plomo, que todavía son frecuentes en muchos entornos, pueden dañar el desarrollo cerebral y comprometer el aprendizaje, la atención y el rendimiento académico. Por ello, los autores insisten en la necesidad de redoblar los esfuerzos preventivos, especialmente en comunidades vulnerables, donde la exposición suele ser mayor y las consecuencias más duraderas.
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