Cuando el perdón no computa en la cuenta de resultados

Cuando el perdón no computa en la cuenta de resultados

Alexi McCammond, con 27 años, es una reportera política en Washington, que gracias a su tenacidad periodística llego a trabajar en la campaña de Biden. Su carrera resultaba tan prometedora, que el gigante editorial Condé Nast la nombró directora de la revista Vogue Teen.

Sin embargo, en época de redes, huella digital, de Google (que indexa todo lo que haces), en fin, de vigilancia digital, nunca tan pertinente la canción de Rubén Blades: «El pasado no perdona…». Y eso fue lo que le pasó a la periodista.

Con 17 años, Alexi (afroamericana) publicó una serie de tweets que han resultado ofensivos para la comunidad asiática. Uno de ellos dice: “Buscando en Google cómo no despertarme
con esos ojos asiáticos hinchados”.

¿De verdad esta frase resulta tan ofensiva? Los tweets, que Alexi ya había borrado, y además por los cuales se había excusado públicamente, aparecieron 10 años después cuando empleados de la revista manifestaron su indignación por la contratación de la periodista. Resultado: nunca llegó a ocupar su cargo.

Pareciera que la indignación es la letra escarlata de la modernidad, con la cual marcamos sin ninguna contemplación a “pecadores”. Estas prácticas, dignas de la “Santa Inquisición” fueron condenadas y abolidas hace siglos; y gracias a que las perdonamos, hoy las personas siguen creyendo en la Iglesia. ¿O, acaso tú a los 17 años no hiciste estupideces? O tú, que estás leyendo esto, ¿piensas lo mismo que pensabas cuando tenías 17 años?

Pero parece que el acto más humano de una persona, como lo es el arrepentimiento, no es suficiente. Hoy, es más importante llevar al escarnio público digital a los que se han equivocado, porque es más fácil señalar el error, que tomarnos el trabajo de entenderlo; de asumir que al igual que nosotros, el otro se puede equivocar, y que perdonar puede liberarnos mental y emocionalmente.

Y ojito, no malinterpretes, no estoy a favor de la discriminación, porque como colombiana he sido discriminada -incluso en España-; antes me afectaba, pero gracias a las experiencias, los viajes, y a las personas que han pasado por mi vida, he aprendido que un racista actúa de la misma manera que un perro bravo: ataca por no conocer al que tiene en frente, por defenderse a sí mismo, y porque tal vez nunca ha salido de su sitio, asumiendo que el mundo, es sólo su estrecha visión. Y por ello, les he perdonado.

Perdonar significa etimológicamente: “Pasar, cruzar, adelante, pasar por encima de”, y equivocarnos, aprender de los errores, perdonar y seguir adelante, ¿no nos hizo evolucionar como especie? ¿O qué sería de Alemania, si el mundo siguiera tachándola de nazi?

Es paradójico, porque a pesar de quejarnos de que los robots se parecen a los humanos, esta situación me hace pensar, que somos los humanos los que cada día pretendemos ser robots. ¡Sólo los robots son los que están hechos para no equivocarse! Pero si seguimos exigiendo tanta perfección (concepto absolutamente ajeno a lo humano) seremos los humanos los que cada día nos pareceremos más a los robots.

Sólo falta que los robots se comiencen a indignar con los humanos por apropiación cultural…

Y recuerda: el que esté libre de pecado en redes, que tire el primer tweet..

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