Opinión

Cuando Errejón salió en defensa de sí mismo

Será por casualidad o será porque Íñigo Errejón trataba ya de blindarse ante lo que podía venir, lo cierto es que cuando Yolanda Díaz le encargó la ponencia política para su nuevo proyecto político, Sumar, y le confió sus bases ideológicas. En lo estrictamente relativo a la «violencia machista» y las agresiones sexuales, Errejón abogó por un enfoque «no punitivista», renunciando de este modo a reclamar mayores castigos para los delincuentes. En especial, según se destaca, los más «mediáticos».

Dice así: «El feminismo de Sumar ha de ser antipunitivista. No se trata únicamente de criminalizar y castigar al victimario concreto. La justicia penal al desnudo tiene un alcance limitado, confirma el statu quo y alimenta las dinámicas más utilitaristas del sistema. Dinámicas que pueden llevar a castigos espectaculares para ciertos agresores señalados mediáticamente, represalias individualizadas de enorme calado para disuadir a terceros, pero que resultan inútiles una vez eliminadas las manzanas podridas».

Cualquiera diría que Errejón estaba pensando en sí mismo. Lo demás es una oda a la hipocresía: «En España, la lucha contra las violencias machistas ha hecho un interesante recorrido desde el espacio privado-familiar al espacio público y eso ha permitido avances indiscutibles, pero, a todas luces, limitados e incompletos. Favorecer la coordinación interinstitucional, poner el foco en el agresor y estudiar las deficiencias y carencias del sistema son cuestiones pendientes que han de abordarse interpelando también a los varones como parte inalienable de la solución y no como problema a combatir mediante populismo penal y puritanismo securitario.

La crisis de la masculinidad y la radicalización en base al discurso de la derecha reaccionaria y misógina, en cuya espiral vemos caer a una gran cantidad de jóvenes varones, son cuestiones a las que solamente el feminismo (y un feminismo con vocación de mayorías) puede dar respuesta, proponiendo modelos alternativos en base a su democratización de las relaciones sociales», concluye. O sea, que la culpa no la tiene Errejón, sino la derecha reaccionaria.