Opinión

La cooficialidad: el caballo de Troya del nacionalismo asturiano

Herbert Spencer, filósofo inglés del siglo XIX, decía que educar es formar personas aptas para gobernarse a sí mismas y no para ser gobernadas por otros. Desde los años 80, en Cataluña no se pretende educar, sino retorcer la historia con el objetivo de reforzar la identidad nacional. Esta pandemia de ignorancia parece haberse extendido a Asturias. Los políticos del Principado están empezando a plantearse si inscribirse en esa carrera de fondo que sus homólogos catalanes iniciaron hace casi 40 años. Una carrera que ha derivado en una suerte de aquelarre golpista con miles de ciudadanos abducidos. Feligreses de la ilegalidad que no dudan en ir hasta Bruselas para apoyar a un expresidente fugado que se ha saltado todas las leyes que ha podido.

Ha sido la izquierda más nacionalista la que durante estos años ha abanderado la lucha en favor de la cooficialidad del asturiano. No se trata de algo reprochable, ni mucho menos. Pero no puede ignorarse que, una vez se consiga, el siguiente paso será exigir la inmersión lingüística. Y el siguiente, la perversión de la educación. El asturiano no puede convertirse en el caballo de Troya del nacionalismo. Aun así, hay que juzgar qué se defiende independientemente de quién lo haga. Es importante advertir del peligro de quienes quieren imponer una ideología usando el idioma como herramienta, pero también lo es respetar a aquellos que exigen que no se les trate distinto por expresarse en la lengua que crean oportuno.

La realidad es que no hay ningún clamor en Asturias por la cooficialidad. Apenas un 20% de la población lo habla y eso teniendo en cuenta el ‘amestáu’ —un híbrido entre castellano y asturiano—. Para alcanzar la cooficialidad basta con reformar el Estatuto de Autonomía, y para eso son necesarias dos cosas: la aprobación por mayoría de tres quintos en la Junta General del Principado y que las Cortes Generales hagan lo propio posteriormente, pero por mayoría simple. De cualquier modo, parece una cuestión lo suficientemente relevante como para que se consulte a los ciudadanos. La celebración de un referéndum en el Principado sobre la cooficialidad del asturiano es preferible a las maquinaciones de una caterva de burócratas que sólo miran por sus intereses partidistas.

No importa si el asturiano sufrió un atropello en su día. La voluntad de unos pocos no debe imponerse jamás sobre la mayoría de igual modo que esa mayoría no debe pisotear a las minorías. El problema deriva de la falta de libertad educativa y de la excesiva centralización —incluso a pesar de las competencias autonómicas— del sistema actual. Si cada colegio o instituto tuviese autonomía real y pudiese elaborar libremente su plan de estudios —como ocurre en la siempre recurrente Finlandia— no existiría este debate.