El catalán os hará libres

El catalán os hará libres

A los líderes separatistas catalanes, para seguir engañando al millón trescientos mil adeptos que aún les siguen, sólo les queda la lengua catalana como elemento propagandístico y de cohesión. Después de mentir a sus votantes sobre el tipo de República que querían implantar, las ‘estructuras de Estado’ que decían que ya tenían creadas, los apoyos internacionales a la causa separatista que aseguraban que habían conseguido, los dieciocho meses que tardarían en quitarse de encima el yugo español y que un 80% de los catalanes anhelaban votar en un referéndum secesionista, lo único que pueden esgrimir para que el procés no se acabe y siga siendo un maná de dinero público para ERC, Junts, CUP y su bien regado tejido asociativo es el teórico asedio al que el Estado español está sometiendo al catalán.

Han cambiado el “España nos roba” por el “la España antidemocrática quiere exterminar la lengua propia de Cataluña, el catalán”, como último grito desesperado para hacer creer que el separatismo realmente se preocupa por lo que llaman el “país”, cuando sólo es un gran negocio para asegurar que ciertas élites políticas y económicas se forren a base de dominar y asaltar los presupuestos públicos, tanto de la Generalitat como del resto de administraciones que controlan. Desde la derrota del golpe de Estado de Puigdemont y Junqueras, el elemento cohesionador del separatismo mutó del camino hacia la República por el “libertad presos políticos y exiliados”. En el momento que Pedro Sánchez, para mantener el poder en Moncloa, firmó los indultos buena parte del secesionismo se borró de este lema al estar sus líderes fuera de prisión. No iban a hacerle el juego a un Carles Puigdemont al que odian por haberles dejado en la estacada.

Y en las war room de los partidos separatistas decidieron que hacía falta un nuevo elemento de cohesión para asegurarse que nunca perderían la mayoría parlamentaria. Y el único que les queda es una teórica ofensiva de lo que se empeñan en denominar como “España franquista y fascista” contra la lengua catalana. Y, de repente, en pocos días, entidades satélites de los partidos separatistas llenan docenas de colegios de Cataluña con pancartas exigiendo que en los patios los niños no hablen en español. Después la Generalitat filtró la instalación de “buzones lingüísticos” en las universidades para que los alumnos puedan denunciar anónimamente a aquellos profesores que usen el castellano, una medida que legalmente tiene poco calado, pero que servirá para amedrentar a los docentes más cobardes si algún Erasmus o un estudiante de otra zona de España pide que se cambie el idioma. A continuación, CUP, ERC y Junts aprobaron una moción en la que se pide “evitar” el uso del español en las ruedas de prensa en el Parlament.

Entre medias, el director de una compañía teatral muy favorecida por el secesionismo en las últimas décadas, Joan Lluís Bozzo, comienza una campaña de descrédito contra el musical Cantando bajo la lluvia, porque se representa en una ciudad española, como Barcelona, en español. Otros radicales secesionistas se han dedicado a señalar a películas como Mediterráneo porque se estrenaron en español. Entre ellos, el ex diputado de ERC Joan Puig, que consiguió sus cinco minutos de fama hace unos años al asaltar el chalet de Pedro J. Ramírez en Mallorca. No podía faltar el conseller de Educación, Josep González Cambray, advirtiendo a los profesores de primaria y secundaria, sobre todo en el área metropolitana de Barcelona, para que no se les ocurra dar clases en español. Y la imputada y muy radical presidenta del Parlament, Laura Borràs, insiste en negarse en contestar en español a los periodistas.

El nuevo lema del separatismo es “el catalán os hará libres”, que sólo es el primer paso en su intento de mantener aprisionada a la sociedad catalana. Primero imponen el idioma y luego obligarán a aceptar el resto del credo separatista. Es una pena que una lengua tan bella, que forma parte del acervo cultural español, esté siendo destrozada por unos fanáticos que están consiguiendo que poco a poco sea cada día más rechazada por amplias capas de la población catalana. Es lo que tienen las dictaduras, que fomentan la disidencia en busca de la libertad.

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