Campos de minas entre la OTAN y Rusia

Una de las consecuencias del aumento de la tensión y la carrera armamentística entre la OTAN y Rusia es la peligrosa ruptura de los tratados y compromisos internacionales de pacificación adoptados en las últimas décadas.
En las últimas semanas, cinco países de la OTAN han anunciado que se retirarán del Tratado de Ottawa, que prohíbe las minas antipersonas, y que nunca suscribieron EEUU, Rusia, China, India, Israel, Marruecos, o Cuba. En marzo, lo comunicaron Polonia, Lituania y Estonia; y el Gobierno finlandés lo ha hecho el 1 de abril, además de declarar su plan para subir su gasto en defensa al 3% del PIB nacional. Los cinco son limítrofes con Rusia y Bielorrusia.
También son pequeños en extensión y población, salvo Polonia, que abarca 312.000 km2 y reúne a 41 millones de habitantes. Estonia, el menor de esta región, tiene 45.000 km2 y menos de millón y medio de habitantes. Es decir, en tamaño supera por poco a Extremadura y en población a la provincia de Murcia.
Su estrategia consiste en recibir apoyo de la OTAN e implicar a ésta en su defensa. Por eso, sus Gobiernos insisten en tener bases y unidades de sus aliados desplegadas en sus territorios y se preparan para frenar una invasión, sea desde Rusia o desde Bielorrusia, mediante fortificaciones y campos de minas, ya que no existen fronteras naturales, como ríos o montañas. El Gobierno de Sánchez mantiene desplegados militares españoles en Letonia, aparte de en Rumanía y Eslovaquia, y aporta F-18 y Eurofighter Typhoon a la Policía Aérea del mar Báltico.
Quizás en los próximos días, Noruega, que tiene en el norte una frontera de casi 200 kilómetros con Rusia, desde que Stalin invadiese Finlandia en 1939 y le arrebatase la provincia de Petsamo, anuncie la misma medida.
El miedo entre los vecinos de Rusia está llevando a la militarización del Báltico. Suecia está enviando tropas a la isla de Gotland, la mayor de este mar, desde la que ya se vigilaban los movimientos de los submarinos y buques de superficie rusos en la Guerra Fría. Y a principios de 2023, Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia decidieron operar sus más de 200 cazas como una fuerza aérea única.
Otra de las medidas de defensa es la vigilancia sobre las minorías rusas establecidas por Stalin después de 1945 en esos países. Por ejemplo, la letona Tatjana Ždanoka, que fue eurodiputada durante veinte años, hasta 2024, ha sido acusada de trabajar para el Servicio Federal de Seguridad (FSB) de la Federación de Rusia y tomó partido a favor de presos etarras y del golpe separatista en Cataluña. En Letonia, el partido socialdemócrata Armonía, el preferido de los rusos (aunque no sólo de ellos) y que fue el primero del país en varias elecciones, quedó fuera del Parlamento en 2022 al caer por debajo del 5%, porque gran parte de esos rusos rechazan el régimen de Vladímir Putin.
El 26 de marzo, el Parlamento estonio enmendó su Constitución para eliminar el derecho de voto en las elecciones municipales de los ciudadanos de terceros países que no son miembros de la UE y de personas apátridas, aunque no se aplicará en las próximas elecciones, programadas para octubre. En el país viven algo más de 80.000 ciudadanos rusos que muchos estonios temen puedan comportarse como una quinta columna.
Los campos de minas que seguramente se instalarán en los próximos meses, ¿cumplirán su función disuasoria? Ya que la invasión de Ucrania ha confirmado el desprecio tradicional con que el mando ruso trata a sus soldados, podemos recordar la conducta del Ejército Rojo en la Segunda Guerra Mundial.
Para asegurar el triunfo del cerco de Stalingrado (Operación Urano), Stalin aprobó la revelación de otra operación, llamada en clave Marte, a los alemanes mediante un agente doble. La distracción se consiguió, pero al coste de entre 70.000 y 100.000 muertos. Cuando la nieve tenía un metro de espesor, la Stavka (el mando supremo) lanzaba a los paracaidistas sin paracaídas y daba por aceptables un treinta por ciento de bajas. Colocaban infantes sin protección encima de los plintos de sus blindados para aprovechar las penetraciones.
En sus memorias, el mariscal Gueorgui Zhukov reconoció que mandaba a sus soldados penetrar en los campos de minas sin detenerse a desminarlos: “Las bajas que sufrimos por minas las consideramos equivalentes a las que habríamos sufrido por ametralladoras y artillería si los alemanes hubieran decidido defender el área con grandes cuerpos de tropas en lugar de minas”.
Moscú ya no dispone de las inagotables masas humanas que ahogaron a los alemanes. Quizás la escasez de tropas persuada al mando ruso de detenerse ante los campos de minas, aunque quién sabe. También muchos dábamos por seguro que Rusia no atacaría Ucrania, porque, racionalmente, era una operación con muchos riesgos y costes para un país cuyo PIB era similar al de Italia.