El PP ante su XXI Congreso: alternativa o muerte

Las sacudidas antidemocráticas sanchistas (corrupción generalizada, autoamnistía, crisis internacional, exabruptos, etc) puede opacar de alguna manera la pronta celebración del XXI Congreso Nacional del Partido Popular, sí, pero también coadyuvar a que los ciudadanos poco cafeteros presten más atención al cónclave partidario, conscientes de que la única alternativa de poder en la nación pasa necesariamente por la opción PP.
Los edecanes irredentos de Sánchez (que sostendrán las posiciones hasta el derrumbe final), la maquinaria mediática montada desde el poder y bien pagada con el dinero de los contribuyentes, saben que la caída de Sánchez les afectará personalmente en sus vidas y haciendas. Por ello, llevan ya semanas tratando de echar arena en el engranaje de la alternativa, utilizando cualquier resquicio de división o enfrentamiento. Siempre han hecho lo mismo.
De ahí, la necesidad de que los dirigentes populares sean cuidadosos a la hora de dar codazos en busca de su minuto de gloria. Que las anécdotas no impidan ir a lo mollar del mensaje. Aquellas mismas voces hace tiempo que tratan de ningunear a Núñez Feijóo presentando un líder flojo e inconsistente como si para ser un dirigente con fuste sea necesario resultar una máquina de exabruptos.
Lo mollar, en cualquier caso, es que el PP sea capaz de tener mensajes y lograr que lleguen nítidos a los españoles. En la organización del Estado, en la defensa de las libertades (todas), en impuestos, en política exterior. Esto es, ser una alternativa real y realista de poder, con capacidad técnica y política para echarse España a la espalda.
Luego viene aprender del pasado. En todos los órdenes, tales como los casos de corrupción que impidieron al centro-derecha consumar los ciclos naturales, como también saber quién se acerca a medrar y quiénes tienen la generosidad acreditada.
Un tema capital, sin duda, es la política de medios. En eso, Rajoy también le ha dejado escrito a su paisano de Ourense lo que NO hay que hacer. No tengo vocación de moralista y nunca se me ocurriría dar al jefe de la derecha democrática y liberal consejos no pedidos.
Resumiendo, sentido común, determinación, complejos a la papelera y valentía.