Mi boda real en la Casa Blanca
El pasado lunes, 20, Donald Trump juraba su cargo, por segunda vez, como presidente número 47 de los Estados Unidos. Con este motivo he recordado mi presencia en la Casa Blanca en junio de 1971. No creo que existan muchos españoles que hayan tenido la oportunidad de haber estado en la Casa Blanca, no una ni dos ni tres, sino muchas veces más. Incluso haber cenado en el mismo comedor junto al presidente de los Estados Unidos y el Rey Juan Carlos.
Pero lo mas sorprendente fue ser testigo, como periodista -of course- de una boda real del entonces rey del mundo, el presidente Richard Nixon, cuando en junio de 1971 casaba, en la mansión presidencial, a su hija Tricia con Edward Cox.
No era el primer presidente que casaba a un hijo/hija en la Casa Blanca. Antes que él ya lo habían hecho James Monroe en 1820; John Quincy Adams en 1828; John Tyler en 1842; Ulysses Grant en 1874; Theodore Rooselvet en 1906; Woodrow Wilson en 1913 y 1914 (casó a dos hijas) y Lyndon B. Johnson en 1967.
A diferencia de Trump, que se ha convertido en presidente con temperaturas gélidas, aquel día de la boda de la hija de Nixon una ola de calor anticipaba el verano en Washington de manera imprevista. Ello había animado al presidente a celebrar la boda de su hija en el jardín Rosa, diseñado por Jackie Kennedy cuando era primera dama. En él se montó una preciosa capilla al aire libre, capaz de acoger a los 400 invitados, todos sentados. Pero he aquí que, de repente y en cosa de minutos, el cielo se cubrió de nubes y comenzó a llover a cántaros. Sólo faltaba una hora para las cuatro, la hora H de Tricia Nixon. La desolación era grande. Súbitamente y sin previo aviso, bajo un paraguas sostenido por su ayuda de cámara… ¡que era español y se apellidaba Sánchez! (y del que nos ocuparemos más adelante) se presentó el presidente Nixon sufriendo, como todos los invitados, las consecuencias del agua.
Una boda bajo la lluvia
– Mis queridos amigos, yo creo que el tiempo quiere regalar a la novia un arco iris y para ello es necesaria la lluvia, dijo.
– También un poco de sol, señor presidente, le interrumpí.
– Pero que más sol que la novia, me respondió emocionado. No se preocupe, la boda se celebrará como estaba previsto, aunque siga lloviendo.
En ese momento no era el presidente quien hablaba, sino el padre de la novia. Y cumplió su palabra. Aunque la ceremonia se retrasó, primero treinta minutos, luego otra media hora y finalmente media más. Así que, como seguía lloviendo, el presidente y su hija decidieron que, cuanto antes se celebrara, mejor.
Mientras caía una suave llovizna, todos los presentes cubrimos los trescientos metros del trayecto entre el edificio y la capilla a paso ligero. Eran las cinco y media de la tarde cuando la señora Pat Nixon y el padre del novio, el señor Cox, descendían por la gran escalinata sur de la Casa Blanca. También las damas de la novia, entre ellas su hermana Julie, vistiendo románticos vestidos, al estilo de Lo que el viento se llevó .
De repente, en lo alto del gran porche, apareció la novia del brazo de su padre y padrino. Vestía un precioso traje diseñado por Priscilla de Boston, en organdí de seda blanca sobre un forro de crepe, con aplicaciones de rosas de encaje de alençon y bordados de lilas blancas y perlas en miniatura, sin mangas y con escote en V.
Se casó en 0cho minutos
Cogida del brazo de su padre, que vestía de chaqué, Tricia descendió con serena majestuosidad la escalinata, bajo una finísima lluvia. La ceremonia, prevista para una hora, se desarrolló en ocho minutos ante el temor de que la lluvia se convirtiera en aguacero. La adversa climatología no logró empañar el día más feliz de Tricia. Nunca se había visto una ceremonia con tal celeridad. A pesar de tan escaso tiempo, todo salió según lo previsto: el nuevo matrimonio, sus padrinos y demás familia e invitados regresaron a la mansión presidencial donde tendría lugar la recepción, la cena y el baile de gala.
A pesar de la lluvia, los novios salieron hasta la puerta de la Casa Blanca para que la gente que se había congregado en el exterior les viera, le felicitara y les echara arroz.
La entrada de la mansión presidencial había sido decorada con macetones de árboles japoneses, al igual que el trayecto por el que tenían que desfilar los invitados, en este caso lleno de cascadas de petunias blancas, que también adornaban la balconada desde la que saludaron los novios.
A las doce de la mañana del día de la boda, el presidente Nixon invitó a un número reducido de personas, entre los que me encontraba, a ver los salones de la Casa Blanca donde habría de celebrarse la recepción, cena y baile. Asimismo, nos mostró la monumental tarta de bodas.
Sánchez, el ayuda de cámara español
La boda de la hija de Nixon me deparó una sorprendente y agradable noticia: conocer al ayuda de cámara del entonces presidente de los Estados Unidos que ¡oh casualidad! era español y vivía con su esposa en el tercer piso de la residencia ejecutiva de la Casa Blanca, un hombre conocido por su lealtad inquebrantable y su devoción por la persona del presidente. Se llamaba Manuel Manolo Sánchez, un gallego nacido en Juanceda, una parroquia del municipio de Mesía en la provincia de La Coruña, en 1930, y emigrante a Cuba, donde trabajó de lavaplatos y en el servicio de un millonario cubano apellidado Barletta. Cuando estos decidieron marcharse a Estados Unidos, se llevaron con ellos al matrimonio Sánchez. Y un día, los Nixon aparecieron en la casa neoyorquina de los Barletta para cenar.
Por aquel entonces, ellos andaban buscando un chófer y una cocinera. Como resultado de aquella visita en 1962, Sánchez y su esposa, Fina Fernández, comenzaron a trabajar con los Nixon en el apartamento de estos, en el número 810 de la Quinta Avenida de Nueva York. Ella como cocinera y ama de llaves. Él como conductor. Aunque, con el tiempo, el presidente apadrinaba a los Sánchez para conseguir la nacionalidad estadounidense y el mismo Nixon prestó juramento de lealtad junto a ellos. Manolo se convirtió en un hombre vital para Richard Nixon. Al igual que su esposa Fina para la primera dama.
Manolo despertaba al presidente todos los días llevándole el desayuno. Luego le acompañaba hasta el Despacho Oval con su maletín y se quedaba en la puerta del despacho esperando que le llamara.
Por todo ello, el matrimonio Sánchez no sólo estuvo invitado a la boda de Tricia sino que, mucho antes, había estado presente en la cena que ofreció en su casa para anunciar la decisión de postularse como presidente. Sánchez siempre estuvo a su lado. Se decía que era la persona más cercana y quien mejor le conocía. Yo supe de su existencia, repito, cuando le vi el día de la boda de Tricia, cubriéndole con el paraguas para que no se mojara.
Sánchez estaba sólo con Nixon cuando éste sufrió una recaída casi fatal después de salir de una cirugía por flebitis en 1974. Antes de caer en la inconsciencia, Nixon le dijo a Sánchez: «Manolo, no creo que salga vivo de esta». Pero salió.
En 1980, y después de casi dos décadas sirviendo a los Nixon, Manolo Sánchez y su esposa Fina regresaron a su Galicia natal.
Las hermanas, enfrentadas
Por desgracia, las hermanas Tricia y Julie Nixon, siempre tan unidas, hoy ni se hablan. ¿La culpa? Un legado de 19 millones de dólares. La disputa, dicen, no tiene que ver únicamente con el uso del dinero sino también con la manera de administrar la memoria del presidente. Julie era la que había estado más cerca del padre durante el escándalo por el caso Watergate y le había defendido en todo momento, por lo que Tricia trató de impedir por vía legal que su hermana participara en las decisiones referentes al legado de la Fundación Nixon.
Murieron con un año de diferencia
Pat, la viuda de Richard Nixon, trigésimo novena primera dama de Estados Unidos, falleció en 1993, después de sufrir dos infartos y de que le diagnosticaran un cáncer de pulmón. Tenía ochenta y un años, los mismos que su esposo, fallecido un año después, el 22 de abril de 1994, de un derrame cerebral. Según dijo su hija Tricia, su fe en Dios les sostuvo a los dos durante los años difíciles de sus vidas.
Recordemos que lo más doloroso para ellos fue el impeachment que les hizo salir de la Casa Blanca. Era el primer presidente en hacerlo en tales circunstancias. Bill Clinton a punto estuvo después de reconocer en un juicio que había mentido en lo referente a la becaria Monica Lewinsky. Clinton salvó la Presidencia, pero no su matrimonio, a la deriva desde entonces, aunque Hillary siempre ha contado con el apoyo de su marido, como se vio durante la campaña electoral que, sorprendentemente, perdió contra Donald Trump.
Chsss…
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